Cristina Cabrales Columna Semana

Opinión

El monstruo de la guerra

Putin escogió a Ucrania como campo de batalla para librar una guerra contra Occidente y consolidar el sueño de construir un imperio ruso.

24 de febrero de 2023

A un año de haber iniciado la violenta invasión de Rusia a Ucrania, el saldo es cruento y desgarrador. Según un informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos(ACNUDH), se estima que más de 8.000 civiles han muerto, de ellos 3.533 son hombres, 2.096 mujeres, 456 niños y 1.921 cuerpos cuyo sexo no ha sido identificado. También se menciona un gran número de heridos con 13.287 víctimas de los bombardeos, misiles y minas antipersonas realizados por el ejército ruso. El informe asegura que las cifras son superiores pero que debido al difícil acceso a ciertas zonas no se cuenta con un registro preciso. Así mismo, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados(ACNUR) ha registrado una crisis de refugiados que no se veía en Europa desde la II Guerra Mundial, con más de 8 millones de ucranianos que han huido de la guerra.

Estas cifras parecen importarle poco o nada a Vladimir Putin, quien ha visto en la población civil un objetivo perfecto para desatar una guerra del terror. Los ataques indiscriminados contra la infraestructura civil y zonas residenciales responden a una estrategia de guerra y no a daños colaterales. Se han registrado cientos de ataques contra hospitales, escuelas, edificios de apartamentos, casas rurales e infraestructura energética, vital durante el invierno con temperaturas bajo cero grados.

Varias organizaciones defensoras de derechos humanos están documentando miles de crímenes como asesinatos, masacres, tortura, violencia sexual, secuestro, desplazamiento forzado y deportaciones ilegales hacia territorio ruso. Cientos de las víctimas de estos crímenes son niños. Se tiene conocimiento de muchos casos de niños que han sido arrebatados de sus familias o que han quedado huérfanos por la guerra y fueron entregados a familias rusas en adopciones ilegales con el objetivo de ser “reeducados” o en otras palabras hacerles un lavado de cerebro por parte del régimen ruso, con el fin de borrar su identidad y cultura ucraniana.

Ante los pocos avances en el campo de batalla, Vladimir Putin ha recurrido al uso sistemático del terror, con el fin de doblegar al gobierno de Kiev para que inicie una salida negociada al conflicto. No obstante, Putin calculó mal su invasión a Ucrania, pensó que sería cuestión de semanas tumbar el gobierno de Kiev e instaurar un gobierno títere adepto a Rusia, pero esta guerra se ha convertido en una verdadera lucha de David contra Goliat, una pequeña nación que ha asestado derrotas estratégicas a una potencia militar. La recuperación de la ciudad de Jersón por parte de las tropas ucranianas en noviembre del año pasado, fue un duro reversazo a los planes de Moscú, que veían en esta ciudad una posición geoestratégica significativa para comunicar con la península de Crimea y seguir hacia la ocupación de Mykolaiv y Odesa con el fin de cortar el acceso de Ucrania al mar Negro.

El apoyo de Occidente ha sido crucial en los triunfos del ejército ucraniano. La visita sorpresa del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, a Kiev hace un par de días, demuestra el profundo compromiso de los países de la OTAN en apoyar la democracia e integridad territorial del país europeo. Esta guerra ha revivido la rivalidad histórica entre Rusia y Occidente. El fantasma de la derrota de la Guerra Fría y la disolución de la Unión Soviética en 1991, ha atormentado al presidente ruso por años.

Putin escogió a Ucrania como campo de batalla para librar una guerra contra Occidente y consolidar el sueño de construir un imperio ruso. Así se puede leer entrelíneas en el discurso del estado de la nación que dio el pasado martes ante la Asamblea Federal, en el que haciendo uso de la propaganda propia de su régimen, acusó a occidente de haber provocado esta guerra y de atacar a Rusia económica, política, militar y culturalmente. Su intervención estuvo cargada de un profundo nacionalismo en el que aseguró que Ucrania es un “territorio histórico de Rusia”. Además, reivindicó la tradición de la identidad rusa arraigada en el cristianismo ortodoxo y reafirmó su compromiso de afianzar un sistema educativo enfocado en valores patrióticos que apelan a una Rusia unida y fuerte.

Es claro el interés de Vladimir Putin de aislar a Rusia de Occidente y al parecer lo está logrando. Las empresas occidentales se han marchado, la oposición ha sido silenciada y las organizaciones defensoras de derechos humanos han sido reprimidas. Se ha generalizado el odio y repudio de sus tácticas de guerra en toda Europa, haciendo que Europa del Este afiance cada vez más su identidad con Occidente y se aleje de la agresiva y autoritaria Rusia de Putin. Aún no sabemos cómo, cuándo y de qué forma terminará esta guerra, lo único cierto es que la historia no olvidará la valentía del pueblo ucraniano al defender su libertad.

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