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Alejandro Cheyne, rector de la Universidad del Rosario.

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¿Es posible acelerar la competitividad de las ciudades de nuestro país?

La estrategia de competitividad es propia de cada ciudad, según sus fortalezas y debilidades, por lo que no se trata de replicar otros modelos, sino de aprender de las buenas prácticas que existen en el territorio nacional.

21 de octubre de 2023

La respuesta a esta pregunta se exploró la semana pasada en Santa Marta, durante la presentación del Índice de Competitividad de Ciudades 2023 para las 32 capitales y áreas metropolitanas de Colombia, que constituye una herramienta diseñada para fomentar el diálogo acerca de las dinámicas económicas, políticas y sociales que influyen en el desarrollo y bienestar de la población. Este índice evalúa no solo la gestión administrativa local, sino que analiza la competitividad como un proceso complejo y dinámico que debe reconocer las características únicas, prioridades y relaciones propias de cada ciudad, así como su capacidad de conexión con áreas metropolitanas.

A continuación, comparto algunas reflexiones sobre los resultados de la sexta versión de este informe:

1. El resultado general para el país es de 4.88 sobre 10, lo que demuestra una vez más la necesidad de priorizar la competitividad en la agenda nacional, regional y local. Hay que anotar que este promedio no ha cambiado mucho durante los últimos cinco años, pues en 2019 era de 4.80.

2. La competitividad tiene un comportamiento heterogéneo en el país. Mientras que ciudades como Bogotá (7.96), Medellín (7.16), Tunja (6.47), Cali (6.42) y Bucaramanga (6.31) obtienen resultados destacados, otras como San José del Guaviare (3.27), Leticia (2.98), Puerto Carreño (2.92) e Inírida (2.15) presentan grandes desafíos para aumentar su competitividad.

3. La estrategia de competitividad es propia de cada ciudad, según sus fortalezas y debilidades, por lo que no se trata de replicar otros modelos, sino de aprender de las buenas prácticas que existen en el territorio nacional. Ejemplo de ello es el caso de Bucaramanga, reconocida por su dinamismo económico y por haber alcanzado progresos significativos en los pilares de mercado laboral y sistema financiero, que son fundamentales para reducir la pobreza y mejorar el bienestar social.

4. Algunas ciudades han logrado avances significativos en su competitividad, que se reflejan en su ascenso en el ranking: Tunja pasó del puesto 4 al 3; Manizales, del 8 al 6; Cartagena, del 14 al 11; y Yopal pasó del 19 al 17, entre otras. Estos casos demuestran que, aunque la competitividad es un camino arduo y de largo aliento, sí es posible obtener resultados positivos en el corto plazo cuando existe compromiso y trabajo articulado entre todos los actores de la ciudad.

5. La variable que requiere una mayor atención es, sin duda, la innovación, pues su promedio para Colombia es de solo 2.74. Aunque se observan resultados interesantes en Bogotá, Manizales, Medellín, Tunja y Bucaramanga con puntajes superiores a 5, el resto del país tiene un nivel insuficiente. Es aquí fundamental fortalecer el ecosistema de investigación y, por supuesto, el rol de las universidades en la gestión del conocimiento en cada ciudad.

Entonces, ¿cómo se puede “acelerar” la ruta de la competitividad en las ciudades colombianas? El primer paso es que cada ciudad identifique su vocación y sus apuestas productivas, y que forme talento humano acorde con las demandas de su territorio. El segundo, quizá más complejo, es que logre una articulación efectiva entre todos los actores involucrados, para optimizar los recursos disponibles y alcanzar mejores resultados.

El ICC de la Universidad del Rosario y el Consejo Privado de Competitividad ofrece, precisamente, una visión amplia de la competitividad, la productividad y el bienestar de las ciudades colombianas, analizando las dinámicas específicas, los compromisos institucionales y los enfoques productivos de cada una, sin emitir juicios de valor sobre sus agendas particulares. Por eso, es un insumo clave para los nuevos alcaldes que asumirán los desafíos del liderazgo a partir de enero del próximo año, ya que les permite identificar las brechas que afectan el bienestar de los ciudadanos y les sugiere unas prioridades de acción para la construcción colectiva de agendas y programas.

Más que un índice o una clasificación, el ICC es una herramienta en constante evolución, cuyo propósito es ayudar a las regiones a reconocer sus avances, desafíos y posibilidades para diseñar una hoja de ruta que impulse el progreso y el desarrollo social. Así es que, para aprovecharlo al máximo, la recomendación es profundizar en la información detallada de los 106 indicadores que lo componen, más allá de revisar el ranking general que ofrece una visión panorámica.

Así mismo, es importante tener en cuenta que la medición incorpora cada año modificaciones significativas, como parte del proceso de mejora continua que se realiza para perfeccionar el Índice. Por esta razón, los resultados no son comparables directamente con los de años anteriores, sino que es preciso utilizar el recálculo elaborado para los últimos cinco años con la nueva metodología.

Finalmente, no quiero dejar de expresar nuestra gratitud a la ciudad anfitriona, Santa Marta, que obtuvo un reconocimiento con el premio al “Mejor esfuerzo por la competitividad” por fortalecer sus capacidades y ventajas competitivas, en la antesala a la celebración de sus 500 años.

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