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¡Extradítenlo!

Colombia no se puede dejar chantajear más por Timochenko y sus muchachos, con el cuento de que si extraditan a Santrich, se acaba el proceso de paz, ¡paja!

Vicky Dávila, Vicky Dávila
18 de mayo de 2019

#UnLíderEnMiLugar | Les presento a Gladys Ávila, víctima, luchadora y líder. Su historia demuestra que la desaparición es peor que la muerte misma. Haga clic aquí para leer la columna: Todo desaparecido tiene alguien que lo busca.

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Quisiera ser políticamente correcta; decirles que estoy feliz porque Jesús Santrich logró, por ahora, evadir su extradición; justificarme en que los fallos judiciales hay que acatarlos. Pero no, no puedo, ni me interesa ser políticamente correcta y defiendo el derecho a ser crítico frente a la decisión de un juez, aunque toque acatarla y aunque Santrich se corte las venas.

Santrich hace tiempo debería estar vistiendo el overol naranja en Estados Unidos, ¡yo sí quiero que lo extraditen! Tengo fe en la segunda instancia. Según el indictment, hay pruebas contundentes de que él estaba traqueteando con Marlon Marín después del 1 de diciembre de 2016. De hecho, Marín, sobrino de Iván Márquez, está colaborando con la Justicia de ese país; por eso su tío está pagando escondederos a peso. Marín no solo era narco, también manejaba una red de corrupción enquistada en los contratos de la paz. Marín sabe que Santrich y Márquez no son unos angelitos arrepentidos y ya lo contó todo.

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Me niego a aceptar que Juan Manuel Santos haya dejado blindados contra la extradición a Santrich y a sus socios, y que, como demuestran los hechos, tengan licencia para delinquir impunemente hasta el final de sus días. ¡Que esa licencia la haya dado el Estado es imperdonable! El problema no son los magistrados de la JEP, no creo que sean la caterva de corruptos que algunos pregonan. El problema es lo pactado entre Santos y las Farc, ese pacto es la hoja de ruta; pedirles que se salgan de allí es como pretender que la justicia ordinaria no se ciña al Código Penal. Dijo el doctor Nilson Pinilla, expresidente de la Corte Constitucional, con buen juicio: “La JEP es un engendro creado por Santos, Montealegre, Bustos y las Farc”. ¡Qué se podía esperar!

Me rehúso a aceptar que Santrich lleve la institucionalidad al abismo y pase por encima del ordenamiento jurídico, con tal de no responder por los cargos de narcotráfico que hay en su contra en Estados Unidos porque a la extradición es a lo único que realmente le tienen miedo las Farc, como ‘buenos’ narcotraficantes que han sido.

Colombia no se puede dejar chantajear más por Timochenko y sus muchachos, con el cuento de que si extraditan a Santrich, se acaba el proceso de paz, ¡paja! Ya todos los excomandantes son oligarcas: no tienen que andar con el fusil terciado y malolientes, huyendo de las bombas del avión fantasma. Ahora, disfrutan de las comodidades del capitalismo, el Estado los cuida, les presta servicios de salud óptimos como a ningún colombiano de bien, lucen añosos, panzones y perfumados, y el whisky hace parte de su canasta familiar. Además, se sienten ‘doctores’, ahora todos tenemos que rendirles pleitesía. Me he encontrado con varios en el Andino en Bogotá vitrineando. ¡La buena vida!

¿Márquez, Romaña y el Paisa, para cuándo?

Pero no nos digamos mentiras, en Colombia hace tiempo están mandando las Farc. Aunque el desarme fue bueno, hay verdades de a puño: dirigieron a su favor las negociaciones del acuerdo de La Habana; lograron que el Gobierno Santos desconociera el resultado del plebiscito en el que ganó el No; llegaron al Congreso sin pagar un solo día de cárcel; ahora son unos HPS (honorables parlamentarios); no entregaron su fortuna, según la Fiscalía, de más de 20 billones de pesos; sus víctimas, mientras tanto, son reparadas del bolsillo de los colombianos; pusieron en jaque la extradición como en las peores épocas del narcotráfico con Pablo Escobar; tienen tambaleando la cooperación con Estados Unidos; nos echaron encima a Trump y sin una sola bala salieron del fiscal Néstor Humberto Martínez (villano, cobarde o héroe), a quien consideraban ‘enemigo’. Como si todo esto fuera poco, las Farc son hoy las dueñas de la moral nacional, son los buenos.

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Las Farc están mandando, se convirtieron en una piedra en el zapato para el presidente Iván Duque, que viene patinando sobre piso enjabonado, entre sus promesas de campaña y sus acciones de gobierno: ni las objeciones, ni la extradición, ni el glifosato, ni las modificaciones a la JEP, ¡nada le sale! De esa manera, vamos directo a un fracaso mayor en la lucha contra el narcotráfico, las 220.000 hectáreas de coca se multiplicarán y probablemente seremos un ‘próspero’ fallido narcoestado, y si a eso le sumamos supuestos nuevos ‘falsos positivos’, nos llevó el diablo. Mientras tanto, Santos de paseo en Europa, muerto de la risa y ganando miles de dólares por cada conferencia. ¡Nos salió caro ese Nobel!

¡Las Farc siguen siendo muy peligrosas! Ahora van por las instituciones, nos quieren sometidos bajo su imperio, sus bases están atomizadas y en gran parte desilusionadas; es cierto que las Farc no existen como existieron durante más de 50 años, pero mutaron en buitres políticos con privilegios superiores. Mientras tanto, en los territorios de conflicto se vive una guerra sin nombre, el Catatumbo y el Cauca lo demuestran. No estamos en paz. ¡NO! Y a Santrich no lo dejen volar, ¡extradítenlo!

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