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GABINETOLOGIA

Semana
14 de julio de 1986


Ni son todos los que están, ni están todos los que son. Esta parecía ser la conclusión que arrojaban los nombres de los "comités de evaluación", integrados la semana pasada por el Presidente entrante con la misión de recibirle el gobierno al Presidente saliente.

A pesar de lo increíblemente poco que se sabe sobre la carpintería política que pueda estar adelantando a estas mismas horas el Presidente electo, ya hay una lista de nombres "impajaritables". Se sabe que formarán parte del próximo gobierno, y se sabe por qué. Pero no se sabe dónde.

La lista de los "impajaritables" la encabezan, como no, los dos asesores principales del Presidente electo: Eduardo Mestre y Gustavo Vasco.

Se rumora que ambos aspiran al Ministerio de Gobierno, pero es probable que el asunto se resuelva en favor del primero. Mestre fue, con el contralor Rodolfo González (uno de los que se quedan), el autor intelectual de las estrategias políticas de la campaña Barco. Considerado un estudioso de los temas nacionales, sobresale por su excelente manejo parlamentario.

A Gustavo Vasco podría estar esperándolo, más bien, la Secretaría General de la Presidencia. Un gran abogado ("inteligentísimo", dicen los que lo conocen de cerca), se le considera el verdadero "dueño" de Barco. Tiene sobre el Presidente entrante una influencia semejante a la que B. Ramirez ejerció sobre el Presidente saliente. La Secretaría General de la Presidencia cumpliría, pues la función de mantener a Vasco muy cerca de Barco.

Otro de los fijos es Ernesto Samper. Se especula mucho sobre su nombramiento como ministro de Desarrollo, aunque si Barco quisiera ayudarlo a convertirse en la alternativa liberal para 1990, lo rotaría durante los próximos cuatro años por dos o tres ministerios.

En el nuevo gabinete también tiene asegurado un puesto Rafael Rivas Posada. Las cábalas le dan el Ministerio de Relaciones Eteriores por sus brillantes desempeños diplomáticos del pasado, pero su nombre permite pensar en una interesante modalidad para el próximo gabinete: la del ministro de Defensa Civil.

Rivas cumplió un papel clave en el actual proceso de paz. Conoce la guerrilla y formó parte de la Comision de Paz, de la que se retiró hace meses, quizás disipando una eventual incompatibilidad. A eso se le suma una interesante personalidad: es un liberal de izquierda, caracterizado por una gran amabilidad y estilo personal. No despierta reservas políticas, y podría resolver el problema de la aparente falta de sucesor de Vega Uribe dentro del Ejército
Otra modalidad interesante del próximo gabinete sería la de la Cancillería, que podría quedar en manos del hombre menos pensado: un Rodrigo Botero, por ejemplo. Así gestaría Barco una Cancillería económica, como neutralizante de la Cancillería política que durante el actual gobierno comprometió al país con Contadora y los No Alineados. Botero, un hombre tímido, con la fama de ser un buen economista, fue ministro de Hacienda de López, cuando se caracterizó por una escasa influencia sobre el Parlamento.

Para el Ministerio de Hacienda se barajan con insistencia tres nombres y una carta sorpresa. El de Luis Fernando Jaramillo, a quien Barco hizo renunciar al cargo que desempeñaba en el Banco Mundial para vincularlo a su campaña presidencial, y una de las mejores "fichas" del equipo económico del nuevo Presidente. El del vallecaucano José Fernando Botero, gran conocedor del problema fiscal del país, aunque con escasa capacidad de expresión y pobres relaciones con el Congreso. O el de Morris Harf, que podría convertirse en la cuota llerista del gabinete. Joven, inteligente, en la actualidad se desempeña como asesor financiero de mucho éxito.

Pero en Hacienda también podría jugarse una carta sorpresa. La del actual subdirector de El Tiempo, Juan Manuel Santos. A pesar de los riesgos que Barco corre con este posible reconocimiento a la casa Santos, el joven subdirector ha logrado un doble "posisionamiento" que lo convierte en un atractivo candidato para el puesto: la opinión lo considera ministeriable, y se le sabe profesionalmente cercano al nuevo Presidente. Amanecerá y veremos.

Si las objeciones de El Espectador no calan en el nuevo Presidente -y no parece natural que lo hagan- el casi seguro ministro de Justicia será Federico Estrada Vélez, a quien se le reconocen fama y mérito para serlo. Aunque se menciona, con menos opción, a José Manuel Arias Carrizosa, tampoco escaso de cualidades para ocupar el puesto, con lo que resolvería el nuevo Presidente la cuota turbayista del gabinete.

Nada de raro tendría, por otro lado, que el próximo ministro de Comunicaciones fuera José Name Terán. Eso, desde luego, no le gustaría a El Espectador, pero en ello priman las condiciones del aspirante: Name no sólo sería, con Samper, la cuota política del gabinete, y la cuota costeña, sino que además es hábil y aspira. La última carta "sorpresa" que podría jugar Virgilio Barco sería la de Luis Carlos Galán en la Alcaldía de Bogotá. Este la necesita para reencaucharse políticamente, y aquel podría querer ofrecérsela para mantener a raya la división liberal.

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Aunque no sobra anotar que todo lo dicho anteriormente puede resultar un conjunto de mentiras, un riesgo que se corre siempre que se especula con los nombres de los futuros posibles ministros, yo prefiero ampararme bajo la ley de probabilidades de un principio que ha hecho carrera en Colombia:

"Gabinetizad, gabinetizad, que de la gabinetología, alguien queda ".

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