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Gobierno Duque: acaba la ficción de los “tres huevitos”

Con artimañas fiscales, Carrasquilla y Duque intentan mitigar el pánico de perder el grado de inversión en la calificación del crédito. Colombia, al borde del abismo.

Aurelio Suárez Montoya
13 de marzo de 2021

Los problemas judiciales de Álvaro Uribe no cesarán, ya que, a la preclusión de su proceso, propuesta por el fiscal Jaimes, seguirán demandas y apelaciones, sin descartar todavía un juicio. Asimismo, el testimonio de Mancuso en la Comisión de la Verdad, a instancias de Rodrigo Londoño, podría presentar versiones comprometedoras sobre la masacre de El Aro de octubre de 1997 y sobre el crimen del abogado Jesús María Valle, declarado de lesa humanidad e investigado por el Tribunal Superior de Medellín desde febrero de 2019.

Sin embargo, Uribe tiene mayores apuros políticos que dichos eventuales encartes penales: ha caído el telón del relato de los “tres huevitos” porque de sus componentes, seguridad democrática, entendida como que “se puede volver a la finca”, cohesión social y confianza inversionista, no queda ya casi nada en el gobierno de Duque. ¡No creyó que se harían tortilla en el mandato del “que él dijo”!

Según Cerac, “Las muertes por violencia política aumentaron” al pasar de 139 en 2019 a 189 en 2020, 328 en los dos años. Y también en 2020 hubo un alza significativa “en las muertes de civiles no combatientes, 21, que se cuadruplican frente a 2019, por parte del ELN”, con “alrededor de 4 mil combatientes, un número desconocido de milicianos” y siete frentes de guerra (InSight Crime, 2020). El Tiempo informó que el Clan del Golfo actúa en 124 municipios con 3.260 elementos, e Indepaz notificó (agosto/2020) que en 2019 había 261 con actividad de intensidad alta de grupos narcoparamilitares y 91 de las disidencias y grupos pos-Farc con 3.400 miembros. Verdad Abierta, que acoge los criterios de la ONU, contabiliza 167 masacres entre agosto/2018 y marzo/2021, con 644 víctimas. Y la muerte violenta de 188 firmantes de la paz, 70 por ciento de todos los desmovilizados asesinados.

En los dos primeros años de Duque, la ONG Somos Defensores contó 317 líderes y lideresas ultimados; el alcalde de Cartagena del Chairá, como otrora, despacha afuera, y en 2021 van 11.150 desplazados en Colombia (SEMANA, marzo 8). Duque puso en entredicho el acuerdo de paz y como paradoja hizo trizas la leyenda de seguridad democrática. Tanto es así que 90 por ciento de la población en las primeras capitales percibe que Colombia empeora en inseguridad, algo que se ha pretendido endilgar a las alcaldías (Invamer, febrero 2021). Un caos.

Ni hablar de la cohesión social. La Encuesta de Pulso Social (Dane-2021) es un sopapo para Duque y Carrasquilla, que, con un indolente gasto público, postraron al menos 3 millones de personas más en la pandemia del covid. De 89 por ciento de los hogares que consumían tres comidas al día, ahora solo dos de cada tres lo hace; apenas 10 por ciento de las familias consiguen ahorrar, mientras que la quinta parte dice no tener ingresos; escasamente, una de cada diez expresa disponibilidad para comprar bienes duraderos, y un ínfimo 4,3 por ciento planea adquirir vivienda. Aunque 25 por ciento de las personas recibieron ayudas, la cobertura fue insuficiente, y los montos, mínimos. Una catástrofe.

Los resultados económicos trascienden el del PIB en 2020 de -6,8 por ciento en recesión. La caída en picada de la construcción, la manufactura y la minería, además la de inversión productiva en -17 por ciento y del repunte del desempleo al 17,3 por ciento, arrojan un cuadro desolador. La inversión extranjera directa, la variable de cierre, disminuyó 35 por ciento, y las exportaciones bajaron 15 por ciento, una afectación de las cuentas externas que impelió moderar el altísimo déficit en la balanza de pagos con el préstamo del FMI por 5.300 millones de dólares. Con artimañas fiscales, Carrasquilla y Duque intentan mitigar el pánico de perder el grado de inversión en la calificación del crédito. Colombia, al borde del abismo.

Agréguese el dramático sendero de la vacunación no solo por la tardanza en iniciar, sino por el paquidérmico ritmo diario que implicaría cinco años para alcanzar con un par de aplicaciones la inmunidad de rebaño hasta 35 millones de personas. Uribe sabe de la debacle y del cobro político que le espera. Abatido invoca ayuda para el agro cuando fue él quien negoció el TLC que lo arruina; pide apoyo al trabajo, pero hizo la Ley 789 de 2002 que menoscabó los ingresos laborales; solicita gratuidad en la educación superior, pero fomentó la privatización de universidades públicas y les cercenó el presupuesto; habla a nombre del empresariado, pero lo ha engañado por décadas con falsas promesas, como a textileros y confeccionistas, paneleros y productores de etanol y agrodiésel.

El final del cuento de “los tres huevitos”, el trillado espantapájaros del castrochavismo, el número 6.402 de falsos positivos y la antidemocracia en el ejercicio del poder envían señales en contra del que diga Uribe. De ahí su nervioso ¡Ojo con 2022!

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