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Un problema real y preocupante

La continua inmigración venezolana está generando un sentimiento de aprehensión en muchos sectores en nuestro país.

Juliana Londoño, Juliana Londoño
28 de noviembre de 2019

En medio de los paros y protestas, ha empezado a surgir con mayor fuerza cierta aprehensión hacia la indiscriminada inmigración venezolana, que no incluye a los venezolanos que de tiempo atrás se han trasladado a Colombia huyendo de la persecución del régimen y que contribuyen con su trabajo al desarrollo del país.  

El rechazo que se presentó con ocasión de la deportación de los sesenta venezolanos que participaron en los desmanes en Bogotá, es una demostración de un sentimiento que se ha ido incrementando. 

Los habitantes de Puerto Inírida bloquearon la pista del aeropuerto cuando un avión de la fuerza aérea se disponía a aterrizar para dejar allá a los deportados. Seguramente el propósito era que el grupo fuera expulsado por San Fernando de Atabapo. Ante esa circunstancia el avión se dirigió a Puerto Carreño, para que la deportación se hiciera hacia la vecina población de Puerto Páez. 

En la capital del Vichada igualmente la población impidió durante varias horas que el grupo desembarcara, aduciendo que temían que los deportados en cualquier momento pudieran regresar y tomar represalias contra ellos, perturbando además la tranquilidad y el orden en la ciudad. 

Independientemente de las razones que hubiera podido haber para disponer que la deportación si hiciera por esas dos localidades fronterizas, resulta extraño por decir lo menos, que aquellas estuvieran en los antiguos “territorios nacionales”, que nunca merecieron atención del gobierno central. Con razón o sin ella, se dejó la impresión que se estaba tratando de “barrer el polvo debajo del tapete de la sala”. Ya los deportados, desde Venezuela públicamente y patrocinados por Diosdado Cabello, afirmaron que eran humildes trabajadores que habían sido injustamente detenidos. 

No deja de ser preocupante que la creciente prevención hacia los migrantes del vecino país se haya incrementado. Tanto más cuanto que, en diferentes lugares se da cuenta con frecuencia que en delitos comunes están implicados inmigrantes venezolanos. Eso sin mencionar el reclutamiento de que son objeto por los grupos armados que están azolando al país. 

A eso se agrega que en Venezuela el gobierno está protegiendo a delincuentes y grupos armados llegados de Colombia, que entre otras cosas, tienen la misión de “defender la revolución bolivariana”. Mientras que Cabello nos había amenazado con que en breve nos llegaría “el huracán bolivariano”. 

La activa posición del gobierno contra Maduro y la antipatía generalizada que existe contra su régimen, les ha dado también pie para que nos sindiquen de ser “la cabeza de puente” para una eventual invasión dirigida desde los Estados Unidos. 

Ante ese panorama y sin adjudicarles necesariamente la autoría, es difícil pensar que Maduro y su camarilla, sean totalmente ajenos a los hechos que han sucedido últimamente en nuestro país.  

El complejo problema de la migración venezolana, seguramente seguirá vigente y puede afectar las crisis en la salud y la educación, así como el desempleo.  

(*) Profesor de la facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario. 

 

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