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Pelea de gallos

Claudia y Duque están cayendo en la trampa de quienes, movidos por sus mezquinos intereses políticos, aplauden o aúpan lo que ya simula una pelea de gallos entre los dos.

Vicky Dávila, Vicky Dávila
25 de abril de 2020

Los enfrentamientos entre la alcaldesa Claudia López y el presidente Iván Duque son nefastos de cara a la atención de la emergencia por covid-19 en el país. Ellos pierden, pero más aún los ciudadanos que necesitan que sus líderes inevitablemente estén unidos en esta lucha. Claudia y Duque están cayendo en la trampa de quienes, movidos por sus mezquinos intereses políticos, aplauden o aúpan lo que ya simula una pelea de gallos entre los dos. “Dale, dale”, “más duro”, “pícalo”, “acábala”. Esto también ocurre en los medios y hago un mea culpa. Aquí no se trata de demostrar quién es mejor o más fuerte. En esta guerra contra el coronavirus, el objetivo supremo debe ser preservar la vida y no hacer puntos personales o políticos. La pandemia nos tiene que unir. Es preciso llegar a acuerdos mínimos que nos permitan sobrevivir a esta amenaza global. 

El país sabe que ideológicamente la alcaldesa y el presidente son distintos. Claudia es más carismática y Duque es más sosegado. Los dos son jóvenes, vienen del Congreso y se destacaron por ser estudiosos y disciplinados. Y cuando desde sus cargos y obligaciones parecían convivir en paz, llegó la pandemia. Sus diferencias se acentuaron. Los dos se armaron con sus espuelas.

“Yo soy el presidente”, le respondió Duque a Claudia, cuando ella manifestó que Bogotá no está lista para que el 27 de abril salgan al mismo tiempo los sectores de la construcción y las manufacturas como lo ordenó el Gobierno. Esa frase suena redundante y dictatorial. No es necesario que Duque, con arrogancia, le recuerde esa obviedad a quien se atreve a hacerle una sugerencia en contravía de sus órdenes. El presidente no es infalible solo porque ostenta el cargo. Un primer mandatario también se equivoca. ¿No sería mejor escuchar?

Claudia y Duque están cayendo en la trampa de quienes, movidos por sus mezquinos intereses políticos, aplauden o aúpan lo que ya simula una pelea de gallos entre los dos.

“Sobre mi cadáver abren el aeropuerto”, una frase exagerada de la alcaldesa. Bastaría con su argumento de que Bogotá es el foco de la pandemia en Colombia y que el coronavirus efectivamente entró por El Dorado. Abrirlo antes de tiempo echaría a perder lo que se ha ganado en los días de aislamiento. ¿No será mejor negociar? 

Mirar la gestión de Claudia y Duque durante la pandemia nos obliga a reconocer que, tras equivocarse en el cierre tardío del aeropuerto en Bogotá, el presidente ha tomado las medidas adecuadas y no ha sucumbido ante las múltiples presiones de los más ricos y poderosos, que con razón sufren de temblores en sus bolsillos por estos días. En el caso de Claudia, imposible no reconocerla como una líder visionaria. Nos llevó al aislamiento de la mano del simulacro. La criticaron, pero tenía razón. Sus intervenciones son precisas y llenas de datos. Dan tranquilidad. A veces son tan crudas que asustan. Quizás lo que no juega a su favor es la forma apasionada como en ciertas oportunidades defiende sus posiciones. Algunos la ven agresiva y con la intención de hacerle zancadilla al presidente. Sus contradictores políticos se llenan la boca diciendo que está pavimentando su campaña presidencial. Es claro que mientras que a unos les gusta su liderazgo a otros los perturba. Lo mismo pasa con Duque. Sus críticos no pierden oportunidad para hacerlo quedar como un presidente opaco, sin iniciativa.  

La competencia entre alcaldesa y presidente es evidente: en los primeros días, Claudia copaba la atención con sus intervenciones. Poco después empezamos a ver a Duque haciendo su puesta en escena diariamente a las seis de la tarde. El presidente ya tiene programa. El episodio de la chaqueta francamente fue pueril. Claudia siempre está en traje de fatiga, como es ella. El presidente quiso hacer lo mismo con su chaqueta y su termo marcados. Eso le generó burlas y críticas. Es que son diferentes. Duque tiene otro estilo y no diré cuál es mejor o peor. 

La alcaldesa anunció el simulacro y el presidente jugó a  desautorizarlo. Al final se subió al bus. Pero a los pocos días le tumbó el anuncio de servicios públicos gratis. Un golpe que la alcaldesa acusó bajo. Duque anunció un aislamiento inteligente y Claudia insistió en una cuarentena total. En medio de la controversia se llegó a la primera prórroga. No podemos olvidar que más de uno se escandalizó cuando la alcaldesa habló de aislamiento hasta junio. Vamos en 11 de mayo. Lo que es indudable es que Claudia se pasó cuando aseguró que ese aislamiento sería hasta la aparición de la vacuna. Lo ideal no necesariamente es lo real.

El enfrentamiento sigue. En las últimas horas, Claudia aseguró que Duque no la recibe y decidió enviarle una carta. Cuando escribí esta columna, aún no había respuesta. Aunque el Gobierno puso a sus ministros a desactivar el incendio en las regiones, también llegó misiva de otros alcaldes y gobernadores que piden más autonomía. 

Me atrevo a decir que en el fondo hay sentimientos humanos entre los dos: celos, competencia y unas barras bravas que hacen juiciosamente su trabajo de lado y lado. No creo que ninguno quiera hacerlo mal. Ambos han acertado, se han equivocado y se han empeñado a fondo. Las encuestas de favorabilidad los están premiando. Finalmente, los dos han fallado al no encontrar la fórmula para hacer una distribución más efectiva de las ayudas. Los más pobres necesitan atención inmediata porque el hambre no da espera. Allá cada quien con su luz propia. Gracias por todas las vidas que han salvado y puedan seguir salvando. La economía tampoco la podemos dejar morir. Ese es el otro gran reto. Por favor, no peleen, a los dos los necesitamos.

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