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La manzana podrida

Que ahora no nos vengan con el cuento de que tenemos que esperar a 'Santrich' 'con los brazos cruzados hasta la fecha de su indagatoria. Su desaparición es apenas un eslabón más de la cadena de actos soberbios y polémicos que han rodeado su vida después de la guerra.

Lucas Pombo, Lucas Pombo
4 de julio de 2019

"Jesús Santrich" ha sido el peor enemigo del proceso de paz. La decisión del representante a la Cámara de abandonar su esquema de seguridad, sin informar a su partido o a las autoridades, es apenas un eslabón más de la cadena de actos soberbios y polémicos que han rodeado la actividad política de un hombre desconocido durante la guerra, que ha cobrado relevancia por las razones equivocadas.

 Los colombianos empezamos a oír el nombre de ‘Santrich‘ durante los diálogos de La Habana, donde jugó el papel de negociador implacable, de policía malo. El hecho de tener el oído de Iván Márquez, tal y como lo ha reconocido Humberto de la Calle, empoderó a Seuxis Pausias Hernández, quien, desde el famoso episodio del "quizás, quizás, quizás", que indignó a los colombianos, dejó entrever la intransigencia de quien no muestra señales de querer dar un paso hacia la paz.

 Por un momento dejemos de lado el debate sobre si ‘Santrich‘ es o no un narcotraficante, sobre si los televisores eran eso o kilos de cocaína que se negociaban con carteles mexicanos. Más allá de las explicaciones que el congresista tendrá que dar a las autoridades, el hecho de desaparecer sin dar explicaciones, días después de haber hecho un evento público con víctimas, en el que reiteró su compromiso con la verdad y la reparación, es una bofetada a quienes han defendido el acuerdo de paz y gasolina "premium" para los que han buscado minar los cimientos del proceso.

 La filigrana jurídica es lo de menos. Es cierto que "Santrich" no es un prófugo de la justicia y que no existe una orden de captura en su contra; sin embargo, el nivel de exegibilidad del excomandante guerrillero es mayor al de otros ciudadanos, por el compromiso que adquirió con la sociedad colombiana, a cambio de no pasar décadas en una celda; por eso, como colombianos tenemos el derecho de exigir, cuantas veces sean necesarias, muestras de paz de quienes dejaron las armas. Que ahora no nos vengan con el cuento de que tenemos que esperar con los brazos cruzados hasta la fecha de la indagatoria. Incluso si aparece, la conducta de ‘Santrich‘ sigue siendo inexplicable. Si el problema es de seguridad, ahí está el Estado para protegerlo, o cómo

 En medio del desasosiego que genera la desaparición del representante , siguen siendo más los excombatientes que están cumpliendo con su proceso de reincorporación. La permanencia de ‘Santrich‘ en el proceso no es indispensable ni refleja una conducta generalizada en la Farc. Como una de las pocas manzanas podridas del árbol del proceso paz, tanto el partido Farc como la sociedad colombiana deben tener la capacidad de aislar la excepción de la regla, para no echar por la borda años de negociación que derivaron en el fin de un conflicto de más de medio siglo.

 

 

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