
Opinión
La verdad: un principio ético
Manifiesto que el próximo 8 de marzo votaré por un candidato o candidata que, en mi criterio político, promueva principios y nortes éticos tanto a nivel nacional como regional.
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La verdad es un norte o principio ético de la democracia. Por diversas razones, está siendo constantemente vulnerada o deformada por personas, representantes de partidos políticos, organizaciones religiosas, medios de comunicación y distintos gobiernos. Al hacerlo, se olvida que, en la historia de los pueblos, la verdad expresa la concordancia entre lo que se dice y la realidad. Por esa razón elemental, es un principio ético que no se puede acomodar según los intereses políticos o institucionales de nadie.
Duele decirlo, pero esa es la dura realidad de lo que ha venido ocurriendo en Colombia, por ejemplo, con los promotores de la denominada política de combinación de diversas formas de lucha, tanto desde sectores guerrilleros como paramilitares, así como de aquellos vinculados al lucrativo negocio del narcotráfico y a la corrupción.
En toda democracia, considero que la gran responsabilidad constitucional y ética de los partidos políticos, movimientos sociales en Colombia, gobernantes, y toda la población —urbana y rural— es no “acomodar” la realidad para beneficio particular. No olvidemos que los comportamientos y principios éticos de la honradez y del cumplimiento, y responsable de las tareas sociales, gremiales y estatales, son un deber democrático y constitucional de las personas, sean de derecha, centro o de izquierda.
En este marco democrático, un tema clave es la rendición pública y escrita de cuentas, especialmente sobre el manejo de los recursos financieros, tanto por parte de los servidores públicos como de quienes ejercen responsabilidades de dirección en organizaciones sociales, académicas, culturales, deportivas, gremiales y políticas, entre muchas otras, pero sin perder de vista el principio pedagógico de que “el mejor maestro es el ejemplo”.
En ese camino de enseñar siempre con el ejemplo de vida, los servidores públicos —nombrados o elegidos por voto popular— deben recodar que a los cargos públicos no se llega para hacer y deshacer, ni para mirar al resto de las personas con soberbia, ni para aplicar arcaicas tesis de “ordeno y mando” o de que “el Estado soy yo”. Un servidor público, como su nombre lo indica, es para servir y no para ser servido.
En la tarea democrática de contar con servidores comprometidos con el bien común, es importante recalcar que, en la vida real, una cosa es tener militantes y activistas de los partidos políticos —que a su interior son ejemplo de abnegación— y otra muy diferente es tener servidores públicos que se caractericen por su relación respetuosa y responsable con la población, que no se crean portadores absolutos de la verdad y que lleguen al Estado para servir a la ciudadanía y no para servirse de él, ni para favorecer a sus amigos y partidarios.
Mi experiencia de vida en el Estado me ha enseñado que esos son nortes éticos y principios democráticos —incluido el derecho a la verdad— de obligatorio cumplimiento para todos los servidores públicos, ya sean nombrados o elegidos por voto popular.
En coherencia con estos principios, y reconociendo el derecho de la población a la verdad, manifiesto que el próximo 8 de marzo votaré por un candidato o candidata que, en mi criterio político, promueva principios y nortes éticos, tanto a nivel nacional como regional.
De igual manera, para las próximas elecciones presidenciales del 31 de mayo de 2026, solicito a todos los candidatos y candidatas que, por encima de sus egos o intereses particulares, procuren unirse para consolidar dos o tres candidaturas a la Presidencia de la República. En caso de que haya segunda vuelta, espero que sepamos unirnos en la diferencia, con el fin elegir como presidente o presidenta de Colombia a una persona con definidos nortes y principios éticos, como la defensa de la verdad y de los bienes públicos, la cero tolerancia con la corrupción, con el despilfarro, con la violencia, con las desigualdades sociales y las contaminaciones ambientales.
