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22 de noviembre de 1993

EL DOCTOR PARDO KOPPEL SE HA NEGADO A explicar su participación en el caso Fonseca, y a justificar su increíble testimonio en las Cortes de Estados Unidos contra los intereses de Colombia".
"A los periodistas que le preguntaron sobre su conducta les respondió lacónicamente: no hablo sobre ese asunto".
"Si el señor Pardo Koppel no quiere responder, el Presidente de la República tiene la ineludible obligación de hacerlo".

Con estas palabras, el domingo 15 de diciembre de 1985 el columnista William Jaramillo Gómez tumbó desde El Espectador al entonces alcalde Diego Pardo Koppel, por el caso de la maleta de Fonseca. Hoy alguien podría escribirle a él estas mismas palabras, en relación con la aparición de unas fotografías que en principio arrojan una tímida conclusión: no son suficientemente incriminatorias como para precipitar la renuncia del actual Ministro de Comunicaciones, pero hay que admitirlo con fraqueza: el incidente es una jartera. No porque el Ministro sea narcotraficante. Tampoco porque pueda suponerse de manera alguna que Jaramillo haya sido amigo en algún momento de la vida, de Pablo Escobar. Quizás ni siquiera, como el Ministro lo afirma, se conocieron personalmente o se vieron algunas vez, o hablaron en alguna oportunidad. En eso categóricamente le creo al Ministro. Pero si nada de eso pasó, entonces, ¿qué es lo que produce sabor amargo en este incidente? Sencillamente el hecho de que hace 10 años el doctor Jaramillo viajó de Bogotá a Medellín en el avión de Pablo Escobar, y lo fotograriaron. Qué jartera.
El Ministro se ha defendido con sorprendentes imprecisiones. Que estaba en pleno la campaña presidencial de López, cuando en realidad era diciembre y Belisario estaba posesionado desde agosto. También acusó a Galán de haber fundado el movimiento de Pablo Escobar, a lo que ya ha respondido de manera tajante la familia Galán. Ante estas imprecisiones, solo puede decirse: qué jartera que nada de lo explicado haya resultado ser verdad.
También se ha argumentado a favor del Ministro que en esa época Escobar "no era malo". Quc era un "Hacedor de Leyes", como dijo cínicamente el ahora precandidato David Turbay. Que el Ministro no sabía que el avión era de Escobar. De eso hace 10 años. Sucede, sin embargo, que para ese momento Luis Carlos Galán ya había expulsado a Escobar de su movimiento, ante la certeza de que practicaba actividades no lícitas con las cuales, entre otras cosas, había sufragado el avión que le pegó la "arrimadita" al entonces político William Jaramillo Gómez.
A otro ex ministro, Rodrigo Lara Bonilla, "lo mató", literalmente hablando, haber recibido de gente de Escobar un cheque jugoso como financiación de su campaña. Lara lo recibió ingenuamente, pero que lo recibió, lo recibió. El Ministro pudo haberse montado ingenuamente al avión de Escobar. Pero que viajó, viajó. A Lara le sacaron la fotocopia del cheque. Al Ministro le han aparecido unas fotografías que, lamentablemente para él, son difíciles de explicar, no solo en Colombia sino en el resto del mundo, porque constituyen el típico símbolo de lo permeable que puede ser la política frente a la influencia del narcotráfico.
No es la primera vez que fotografías de Escobar hacen aparición en embestida para revolver el avispero nacional. Conocidos periodistas han pasado tragos amargos en estas épocas en que fotografías que los muestran al lado dc Escobar han sido desempolvadas. Su credibilidad periodística ha sufrido, como ahora sufre la representatividad del Estado que ostenta el ministro Jaramillo.
Estas fotografías constituyen, pues, casos trágicos de gente buena mal acompañada o "mal montada" en alguna fecha de su pasado.
Me parece difícil que el presidente Gaviria ignore la jartera que implica una fotografía de uno de sus ministros bajandose del avión personal de Pablo Escobar en cualquier momento de su vida, a los ojos de alguien en el exterior. Cómo pedirles a los norteamericanos, por ejemplo, que entiendan que Escobar le prestó el avión a Jaramillo cuando Escobar era un narcotraficante "bueno".
Pero si al presidente Gaviria le queda difícil excusar a su Ministro en el exterior, sí que le queda hacerlo en el interior. Al fin y al cabo, el Presidente esta ahí en representación del galanismo, precisamente porque el narcotráfico asesinó a Galán. El movimiento que había expulsado a Escobar, como lo dijimos atrás, cuando se produjo el préstamo del avión, ¿Cómo puede el Presidente, menos que nadie, hacer un paréntesis tan frágil entre el Escobar al que podían aceptársele aviones prestados y al que no? Tan delicadas son las implicaciones de las fotografías que a su respaldo existe una anotación que sugiere que alguien quiso extorsionar con ellas al doctor Jaramillo. Ignoro si lo hizo o no. Pero aparecen en poder de un procurador acusado de mantener conversaciones telefónicas con otro cartel de la droga.
Lamentablemente el caso del ministro Jaramillo es parecido al de Carlos Ossa. Que no era un drogadicto, pero que quedó atrapado entre un hecho poco grave -como el de ser descubierto con una dosis personal de marihuana- agravado por la representatividad de su cargo. Al ministro Jaramillo le pasa lo mismo. Que una fotografía desempolvada de un cajón no es grave, a no ser que uno sea Ministro de Comunicaciones y aparezca bajándose del avión privado del hombre más perseguido del mundo. Francamente, es una jartera.

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