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Escepticismo

Yo, por mi parte, haré el deber de ir a las urnas y votar por un candidato independiente.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
8 de marzo de 2014

Hace dos años, cuando se cayó la reforma a la Justicia y la clase política quedó expuesta en su mezquindad, pensé que el establecimiento político que nada lo inmuta, había sentido por lo menos un campanazo. Creí que la indignación que se había sentido en las redes sociales contra el orangután que se fraguó en el Congreso, venía con una fuerza tan inusitada que de seguro iba a ser leída por los jefes de los partidos y por los congresistas, con detenimiento. Y hace un año, cuando la indignación volvió a hacerse sentir en los paros agrarios y en las protestas solidarias de la Mane,  pensé que el establecimiento político iba a hacer un intento por replantear la política y por responderle a esa Colombia indignada  y que esos cambios se iban a ver reflejados en la audacia de sus propuestas y en las listas al Congreso de estas elecciones. Es más, creí que si este Congreso iba a ser el de la paz, como se había dicho, esta indignación que los había tocado, iba a empujar a los partidos a llevar nombres idóneos que oxigenaran la política y la sacaran de las castas de los carruseles de la corrupción.   

Obviamente me equivoqué de cabo a rabo. La  clase política y los jefes de partidos, con contadas excepciones, no se inmutaron, no se pellizcaron. Ni siquiera oyeron el campanazo. Y hoy, su autismo y su desconexión con un porcentaje considerable de la población los tiene minimizando el aumento del voto en blanco, de la misma forma que hace un año minimizaron los paros agrarios, las protestas de la Mane y la indignación en las redes por la reforma a la Justicia.

Como si nada hubiera pasado, los partidos de la Unidad Nacional, se concentraron como nunca en poner en sus listas a candidatos de voto amarrado. En lugar de renovar, fueron predecibles: pusieron a los Serpas, a los Gerleins y a los Yepes; los intentos por depurar las listas de personas de dudosa procedencia no fueron sinceros, como lo muestra la lista publicada por León Valencia y Ariel Ávila y por si fuera poco les abrieron las puertas a los cristianos, que en esta elección van a ser los grandes electores dentro del voto amarrado. Además del cuestionado Mira, el liberalismo tiene a Viviane Morales, La U a Jimmy Chamorro y el Centro Democrático tiene a la poderosa Misión Carismática Internacional. Y a pesar de que hay nombres que uno quisiera ver de nuevo en el Congreso, como David Barguil y Juan Mario Laserna en el conservatismo, o Guillermo Rivera en el liberalismo, o caras de perfil independiente como Carlos Fernando Galán y Rodrigo Lara, se les ve solos y atrapados en unos partidos que no le dicen nada a nadie.

Los únicos partidos que podían sintonizarse con esa indignación tampoco la capitalizaron. Al Polo se lo llevó de calle la corrupción de Samuel Moreno y lo que quedó, terminó explotando en mil pedazos por cuenta de un inusitado sectarismo. La Alianza Verde que hizo el trabajo de incluir en sus listas a movimientos como Marcha Patriótica y algunas dignidades, parece que no va a sobrevivir a estas elecciones por cuenta de la candidatura de Peñalosa. Tampoco Uribe se ha convertido en el aspirador de votos que muchos imaginaban. Ni siquiera su presencia le ha impreso a esta campaña tan insólita e inerte, la cuota de pasión que se esperaba. 

Por todas estas razones y otras más que se irán decantando, declaro estas elecciones como las más desapacibles y más alejadas del sentir nacional de los últimos años.  La única sorpresa ha corrido por cuenta de la arbitraria destitución de Gustavo Petro quien terminó metiéndose a última hora como un actor en estos comicios. Pero ni siquiera el anuncio de que Petro va a salir del Palacio Liévano a convertirse en el líder del  movimiento del voto en blanco para las elecciones presidenciales, le preocupa a la clase política tradicional que sigue menospreciándolo, incapaz de ver que entre más lo ningunea, Petro se les crece en las encuestas.        

Yo, por mi parte haré el deber de ir a las urnas y votar por un candidato independiente, que sea capaz de cantarle la tabla al gobierno y que esté dispuesto a apostarle a sacar adelante las reformas para el posconflicto que surgirían de una eventual desmovilización de las Farc. Votaré por Claudia López y por su fórmula a la Cámara por Bogotá, Angélica Lozano. Las dos representan mi indignación y mis sueños de poder vivir en un país distinto.

Confieso sin embargo  que voy a las urnas con desgano y con una gran dosis de escepticismo. Ese autismo, y esa incapacidad del establecimiento político por enderezar el rumbo de la política y sacarla de la corrupción y de la mermelada para volverla un agente de cambio, fue lo que llevó a Venezuela a los brazos de un populista de izquierda como Chávez.

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