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Mujeres hasta en la sopa

Si se trata de oportunidades, las mujeres seguimos muy lejos de conseguirlas si aún dependemos de que nos tengan que elegir o nombrar por ser mujeres

Semana
25 de marzo de 2006

No tengo nada personal contra la profesora Florence Thomas. Sencillamente me ofuscan y me agotan sus arengas feministas, y me da como pena con los hombres cada vez que la escucho haciendo la defensa de género como si la condición de mujer fuera una debilidad tan grande, que la hiciera merecedora de toda clase de ventajas, así sean gratis y no ganadas a pulso.

Hace una semana, en su columna de El Tiempo, nos intentó convencernos de que la rectoría de la Universidad Nacional debe ser ocupada por una mujer porque nunca antes ha habido una en ese cargo y "es bueno pagar las deudas con la historia".

Dizque estamos mejor capacitadas que los hombres para momentos de crisis que parecen no tener salida. ¿Dónde existe ese metro?

Seguramente su candidata a la rectoría de la Nacional es muy buena, pero no por el hecho de ser mujer. No creo, como ella sostiene, que resolvemos los conflictos con más sensatez que los hombres. Esa capacidad resulta más acorde con la condición propia de cada ser humano individualmente considerado.

Pero esta manera de mendigar cuotas para las mujeres partiendo de su supuesta inferioridad nos tiene infestados en Colombia de una moda bastante dañina: que ahora para todo tiene que haber una mujer, pero no necesariamente porque se lo merezca.

La primera semilla de esta capitis diminutio la sembró la ley de cuotas de mujeres en los cargos públicos, que curiosamente exige una participación femenina de 30 por ciento y no de 50 por ciento, o de 60 por ciento. Somos tan débiles, que nos tienen que reconocer un mínimo de participación porque no somos capaces de ganar en franca lid, sino que nuestra gran conquista es la posibilidad de aparecer ejerciendo un papel, protegidas por el artificio de esta garantía legal de eficacia intelectual y capacidad moral.

Por estos días se considera un retroceso del género femenino porque al nuevo Congreso lo integrará solamente 12 por ciento de mujeres. Con los mismos argumentos con los que se pudiera decir que eso es malo, se podría decir que es bueno. Pero no es ni lo uno ni lo otro: es la realidad de la oferta femenina y de la decisión de los electores, que no deben inspirarse en razones de género sino de calidad del candidato. (Claro que esto último tampoco se cumple).

Afanosamente se buscaron mujeres cabeza de lista para el Congreso. Carlos Gaviria y Antanas Mockus recogieron a sus fórmulas vicepresidenciales en ese sexo, y se supone que Serpa anda afanosamente buscando la suya, para llenar una especie de sudoku en el que coincidan en el mismo renglón las condiciones de mujer, costeña y sindicalista.

Simplemente ahora todos se sienten obligados a pagar ese peaje de escoger a una mujer para no parecer retrógrados sino más bien de avanzada, y porque da un cierto halo de protector de minorías que a nadie le sobra.

Atrapado en una onda semejante se encuentra el alcalde de Medellín, Sergio Fajardo, quien desde su campaña anunció que no patrocinaría reinados de belleza, pero no simplemente por razones económicas, totalmente respetables, sino porque quiere ver a las mujeres jugando un rol distinto al de símbolos sexuales. Antioqueñas para reinas no. Pero si se trata de 'Colombiamoda', el exitoso evento empresarial antioqueño, algo parece que cambia cuando la reina se convierte en una modelo que desfila en la pasarela no en bikini sino en ropa interior, generando toda clase de fantasías sexuales entre los admiradores de la moda.

Al pobre Pacho Santos le han llovido toda clase de improperios porque se le ocurrió trastearse el concurso de Miss Universo del lobazo de Donald Trump para Colombia, porque eso le da taquilla al país. (Nadie pretende que no sea un negocio y que sólo le sirva a Trump para aumentar su fortuna). Pero hasta Serpa ya lo ha acusado de haber cambiado su causa como defensor de los derechos humanos por el de abogado de las reinas de belleza. O sea, un tipo light.

Lo anterior para indicar que si de lo que se trata es de igualdad de oportunidades, las mujeres seguimos muy lejos de conseguirla si todavía dependemos de que nos tengan que elegir por ser mujeres, nombrar por ser mujeres, y garantizar la dignidad de la mujer evitando que vaya a los reinados de belleza.

Ni el Congreso será peor porque no habrá sino 26 mujeres. Ni la Corte Constitucional sería más eficaz si tuviera más de una. Ni el Fiscal fallaría mejor si tuviera faldas. Ni la próxima presidencia del Senado debe ser para Marta Lucía Ramírez y no para Luis Guillermo Vélez por una prioridad de sexos.

Y por favor. No se les ocurra leer esta columna por el hecho de estar escrita por una mujer.

ENTRETANTO… ¿Cómo se desencartaría el presidente Uribe del Bolívar hecho de hojas de coca que le regaló Evo Morales?.

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