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Pedir perdón y rectificar

En la política, como en muchos otros aspectos de la vida, reconocer los errores y pedir perdón es una gran virtud. Antes que debilidad, es una demostración de fortaleza y de humildad que ayuda a sanar las heridas y permite reconstruir puentes. Desgraciadamente pocos gobernantes lo entienden así.

Camilo Granada, Camilo Granada
23 de octubre de 2019

El martes pasado el presidente Piñera pidió perdón a sus conciudadanos por no haber reconocido la magnitud de los problemas que aquejan a los más pobres y por la falta de visión de los gobiernos para solucionarlos. Este giro de 180 grados se dio luego de seis días de protestas masivas y violencia que sacudieron a Chile y dejaron un saldo, por ahora, de 15 muertos. 

Sebastián Piñera hizo no solo un acto de contrición sino también de rectificación. Echó para atrás la medida del incremento del pasaje de metro que fue el elemento detonador de las protestas populares. Adicionalmente presentó una serie de medidas destinadas a mejorar la calidad de vida y la cobertura social de millones de chilenos. 

Algunos podrán criticar la decisión, y la calificarán de muy limitada y tardía. Otros dirán que es una rectificación arrancada con sangre por la determinación de los manifestantes. Y es posible que tengan una parte de razón. Pero la verdad es que, aún con esas acotaciones, el gesto del presidente chileno debe saludarse y reconocerse. 

Los políticos tienen tendencia a no reconocer sus errores y a persistir en sus decisiones, por equivocadas o miopes que puedan ser. Esa actitud nace en buena medida del ego alimentado por su convicción profunda de que son los llamados a cambiar el mundo y que su visión es la única que realmente puede transformar la sociedad. Y entre más ideológica es esa visión, más tozuda y menos tolerante es. 

Contrario a lo que muchos políticos creen, pedir perdón y rectificar tiene beneficios importantes en materia de gobernabilidad y de legitimidad. Hacerlo permite construir un puente hacia la ciudadanía. Legitima y reconoce el punto de vista del ciudadano de a pie y demuestra empatía. Los estudios de psicología colectiva lo demuestran. La humildad de quien reconoce haberse equivocado desarma los espíritus y abre la puerta a un diálogo. 

Eso no significa automáticamente que el error se borre o que no tenga consecuencias políticas o electorales. Pero con seguridad es más productivo que mantenerse en la intransigencia y la arrogancia de la infalibilidad. 

En Colombia, Antanas Mockus pidió perdón a los bogotanos por haber abandonado su cargo de alcalde en 1997 por la ambición de ser candidato a la vicepresidencia. El gesto, simbólico como muchos de los que caracterizan a Mockus, funcionó. Fue reelegido alcalde en 2001 y logró así recuperar su carrera política. 

Incluso en situaciones inconmensurablemente más difíciles, como por ejemplo el conflicto armado en Colombia, el pedir perdón es el primer paso hacia la reconciliación. Así lo manifiestan muchas de las víctimas para quienes ese acto es el más importante, incluso más que el castigo o la reparación.

El arrepentimiento genuino y sincero es la cuota inicial para recuperar la credibilidad y la confianza ciudadana perdidas. Por eso se equivocan de palmo a palmo los políticos que creen que expresar remordimiento y rectificar es una señal de debilidad o que puede perjudicar su liderazgo. Es todo lo contrario. Es de valientes reconocer los errores y enmendarlos. Y además es –a menudo—una decisión políticamente rentable en el mediano plazo. 

No sé si el gesto de Sebastián Piñera en Chile sea suficiente para desarmar el descontento popular que se ha expresado en las calles de Santiago. Pero es claro que es el mejor camino, el que mayor potencial tiene para solucionar la crisis. Haber persistido en desoír el clamor de cientos de miles de manifestantes no habría desembocado sino en más violencia y más tensión. 

Ojalá este acto de contrición sea seguido de acciones reales para restablecer el diálogo con la ciudadanía y hacer los ajustes necesarios para que los grandes logros alcanzados por la sociedad chilena se consoliden y beneficien a todos los ciudadanos. 

Mientras termino esta columna, leo que los sindicatos y los estudiantes mantienen su llamado al paro de dos días hasta hoy jueves 24. Es de esperar que el diálogo prevalezca. Los costos de la fractura institucional serían incalculables.

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