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Aurelio Suárez Montoya. Columna Semana

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Petro, al servicio de EE. UU., no renegocia el TLC y falta a su promesa

Hay otras razones para afirmar que el TLC fue un muy mal negocio para Colombia y que, de seguir con él, ha de revisarse en su extensión, no solo en comercio.

Aurelio Suárez Montoya
25 de mayo de 2024

El 14 de mayo de 2022, el candidato de Colombia Humana, Gustavo Petro, en sesión con el Consejo de Empresas Americanas (CEA), anunció que renegociaría el TLC con Estados Unidos. Lo dijo en diferentes actos y debates de campaña y lo repitió como presidente el 16 de agosto de 2023.

De inmediato el ministro de Comercio, Germán Umaña, salió al quite: “No estamos pidiendo renegociación en este momento…estamos pidiendo equilibrio y negociación de esos equipos de la comisión administradora” (El Colombiano, 18/8/23) y con ese lineamiento acabó de irse del ministerio.

Obediente, Colombia sigue con el compromiso de construir la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas (Apep), esa iniciativa de Estados Unidos con ocho países con TLC, más Uruguay, Barbados y Ecuador, que crea una zona franca comercial, como en el fallido Alca, e introduce nuevas ventajas al capital financiero en áreas de acción climática, tecnología digital e infraestructura y más cláusulas que remozan y unifican los tratados. ¡Lo ancho para ellos, lo angosto para nosotros!

El balance negativo del TLC con Estados Unidos se desprende de diversos factores, fuera de la simple balanza comercial, que pasó de ser positiva en 8.253 millones de dólares en 2012 a ser negativa en 2023: -2.108 millones de dólares. O también que la sumatoria de saldos anuales de 2012 a 2023, arroje un comercio negativo acumulado de -10.700 millones.

Esos déficits comerciales repercuten en la macroeconomía, en la política fiscal, al ser apalancados en parte con inversión extranjera de cartera en títulos del tesoro (TES) en pesos; protegida además por el capítulo 10 del TLC. En 2024 dispone más de 110 billones de pesos (BanRep) prestados, entre varios, por fondos especulativos como Templeton, The Vanguard, BlackRock y T. Rowe Price (Corficolombiana, 7/2/24). El desequilibrio comercial creó una renta adicional para financiarlo, de ahí que la deuda pública alzara del 38 al 64 por ciento del PIB en los 12 años corridos del TLC, casi el doble.

Este comercio desequilibrado se funda en términos de intercambio contrarios a Colombia. Al dividir los dólares pagados por kilo importado por los recibidos por kilo exportado, la relación, aunque ha mejorado, ha sido siempre desfavorable al país. En volumen, las importaciones desde Estados Unidos subieron de 7,8 millones de toneladas a 15,2 (Dane).

La diversificación de la canasta exportadora no va ni en la mitad y el resultado sigue influido por el petróleo crudo, los petrolíferos derivados y sus precios. En 2012 fueron el 67 por ciento de todo lo exportado a Norteamérica y en 2023 pesaron el 45. Al iniciarse el TLC, en 2012, el barril valía 112 dólares, bajó a 55 en 2017, alcanzó 99 en 2022 y en 2023 y 2024 gira en torno a 85, lo que explica en buena medida la diferencia de 2.000 millones de dólares más recibidos por combustibles en 2013, comparado con 2023.

Estados Unidos es el país con más inversión extranjera directa en Colombia, con 55.767 millones dólares, y, en tanto, en 2009 era el 16 por ciento del total, entre 2012 y 2023 alcanzó el 20,3, porque 6 de cada 10 dólares invertidos por 650 empresas estadounidenses han venido amparados por el TLC.

¿Ha promovido dicha inversión el crecimiento de la economía? Entre 2000 y 2011, en los 12 primeros años del siglo –antes del TLC, que incluyó la época de la Gran Recesión–, el alza media de la economía nacional, la del PIB, fue de 4,1 por ciento, muy superior a 3,1, que es el incremento promedio anual entre 2012 y 2023.

Más inversión con menor crecimiento deja mal sabor, en particular porque la rentabilidad implícita de la inversión estadounidense directa, más relacionada con sectores extractivos, petróleo y carbón, de servicios, financiero y manufacturero, no se exime del “sesgo favorable a su país de origen”, a donde corren “el grueso de los beneficios” (Ha-Joon Chang, 2010). ¿Saqueo?

Hay otras razones para afirmar que el TLC fue un muy mal negocio para Colombia y que, de seguir con él, ha de revisarse en su extensión, no solo en comercio. Las pérdidas se amplían con los altos pagos en servicios como seguros, fletes y financieros; la renta derivada de las patentes en propiedad intelectual, no solo la inicua en medicamentos, sino las onerosas en software o aplicaciones tecnológicas, todas son cargas que endurecen la asimetría que rige el Tratado desde su misma negociación hace 12 años, tanto como los riesgos latentes con las difíciles controversias en los tribunales internacionales de arbitraje.

Incumplir la promesa de renegociar el TLC forma parte de la sumisión de Petro a Estados Unidos, que traerá mayor destrucción del aparato productivo nacional agropecuario e industrial, más endeudamiento, desempleo e informalidad y reforzará la condición neocolonial de Colombia. ¡Todo un faltón!

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