Columna de opinión Marc Eichmann

Opinión

¿Por qué Cepeda no?

No podemos permitirnos errar con Cepeda como lo hicimos con Petro.

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Marc Eichmann
9 de diciembre de 2025

Una parte significativa del electorado colombiano alberga un sentimiento de impaciencia, mezclado con aprensión y desconfianza, en relación con la candidatura del senador Iván Cepeda a la presidencia. Y no es para menos. La marcada inclinación política del candidato, su estrecho vínculo con grupos al margen de la ley, su cuestionable ética y su escasa experiencia en la gestión de un país suscitan la inquietud de que su eventual ascenso a la presidencia podría desviar a la nación colombiana de la senda del progreso. Esta senda, aunque ardua, sinuosa y compleja, ha permitido al pueblo adquirir mejores condiciones de vida desde la década de los noventa.

Uno de los aspectos más alarmantes de la propuesta de Cepeda es su inclinación política, abiertamente comunista. Al abordar este tema, no pretendo establecer comparaciones con Venezuela ni insinuar posibles intenciones autoritarias. Más bien, destaco el papel predominante que, en su ideología, otorga al Estado en la vida de los colombianos. Para Cepeda, la capacidad de autogestión de la sociedad se ve eclipsada por la idea de que el gobierno, bajo su mandato, asumiría el control de ámbitos fundamentales como la salud y la educación, relegando la iniciativa privada a una posición subordinada a sus decisiones como presidente.

Además, la ideología de Cepeda sugiere que el equipo que lo rodeará carecerá de la competencia necesaria para enfrentar los desafíos del país. Basta observar la rotación sorprendente de ministros y viceministros en el Gobierno de Gustavo Petro, y evaluar el nivel profesional de algunos funcionarios —que van desde actores de circunstancias hasta recién graduados de instituciones cuestionables— para vislumbrar la calidad del gabinete que podría configurar este candidato.

Esta misma visión ha contribuido a que el Gobierno Petro enfrente un déficit fiscal del 8 % del PIB. Dado que el gasto público representa aproximadamente el 30 % del PIB, esto implica que se está gastando casi un 30 % más de lo que se ingresa, evidenciando una irresponsabilidad monumental desde cualquier perspectiva.

Sin embargo, es crucial señalar que la orientación política, por sí sola, no es un obstáculo para la formación de gobiernos eficientes; esto ha ocurrido en todos los espectros políticos. Lo que resulta un verdadero impedimento es la cercanía de Cepeda a grupos al margen de la ley, especialmente a la guerrilla colombiana, una característica que comparte con Gustavo Petro. Bajo su liderazgo, continuaríamos viendo los esfuerzos clandestinos de Petro por debilitar las fuerzas armadas y brindar apoyo a los criminales, quienes, por su historial, son percibidos por él como “palomas de la libertad”. Este enfoque benevolente hacia el crimen solo restringe la libertad de las comunidades rurales, sometiéndolas a la extorsión, el secuestro y el reclutamiento forzado de menores.

Igualmente preocupantes son los estándares éticos de Cepeda. El espectáculo presenciado durante el juicio al expresidente Uribe, donde se expuso la manipulación orquestada con jueces y fiscales, revela que en su filosofía prevalece la idea de que “todo vale” para lograr sus objetivos, un rasgo inquietantemente similar al de Petro.

Finalmente, en un plano más objetivo, Cepeda carece de la experiencia necesaria para asumir la presidencia. Como senador, no ha administrado más que una Unidad de Trabajo Legislativo compuesta por legisladores afines. Gobernar, al igual que gestionar una empresa, exige habilidades y experiencia que él evidentemente no posee. Su ascenso a la presidencia podría desencadenar una serie de problemas que ya se evidenciaron en el gobierno de Duque, pero en una magnitud mucho más pronunciada. A este paso, Cepeda no llegaría a aprender desde un nivel universitario, sino desde la base, como un niño en preescolar.

La popularidad actual de Cepeda está intrínsecamente ligada al deseo de una porción de la población de castigar a las élites. En tiempos de dificultad personal, es más sencillo encontrar un chivo expiatorio en los demás, un aspecto que el progresismo ha sabido explotar hábilmente en el ámbito electoral. Pero no nos engañemos; con Cepeda solo cambiarían los protagonistas, sin que ello mejore la situación del pueblo, que ya ha visto cómo, tras el mandato de Petro, se dispararon los precios de la gasolina y los alimentos, se desplomó la salud y el pueblo colombiano perdió el control en casi la mitad del país.

No podemos permitirnos errar con Cepeda como lo hicimos con Petro.

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