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Bienvenido el conejo

Como era de esperarse de un gobierno que llegó a la Casa de Nariño arropado por el respaldo de una votación histórica y del apoyo de la clase política en su totalidad, la administración de Duque empezó a coordinar sus primeras jugadas con cierto asomo de triunfalismo y arrogancia.

Federico Gómez Lara, Federico Gómez Lara
4 de septiembre de 2018

En los primeros días del gobierno el panorama no parecía muy prometedor. Teníamos a un presidente que intentaba transmitir un mensaje de unidad y de consenso, pero que al mismo tiempo parecía estar preso en el discurso radical y divisorio de la bancada de su partido. 

Teníamos también a una nueva fuerza de gobierno que estaba convencida de que contaría con una aplanadora en el Parlamento, la cual le daría vía libre, sin mayor discusión, a todas sus iniciativas. Y había una cantidad de viejos dirigentes de oposición que, estando recién llegados al poder, seguían convencidos de que arreglar los problemas de Colombia era una cuestión de soplar y hacer botellas.

 Al iniciar este cuatrienio, quedaba la sensación de que ese deseo y ese llamado a la unidad, hechos por el presidente, eran más un mensaje de "unámonos todos en torno a lo que yo quiera". Eso se hizo evidente en cosas como la ausencia de un acercamiento con las fuerzas lideradas por Petro, el discurso radical frente a los temas del acuerdo de paz, o la falta de representación de los partidos tradicionales en los cargos de peso. 

Sin embargo, a unos pocos días de cumplirse el primer mes de Iván Duque en el poder, hay ciertos indicios que muestran que el nuevo mandatario podría estar empezando a darse cuenta de la inmensa diferencia que existe entre ser candidato y ser presidente. Eso no puede dejar de verse como un hecho positivo. Aun cuando ciertos sectores sientan que Duque está dedicado a incumplir sus promesas de campaña, lo cual es bastante cierto, es necesario decir que ese camino de incoherencia y de falta de palabra que empieza a recorrer el presidente es, a fin de cuentas, lo que el país necesita. Colombia no aguanta a Duque dedicado a cumplir varias de sus promesas. Tampoco va a ser él ni el primero ni el último mandatario que llegue al poder haciendo conejo. 

Debe ser para todos un motivo de tranquilidad el hecho de que luego de haber ganado las elecciones con la promesa de modificar la columna vertebral de los acuerdos de paz, el nuevo gobierno parece haber entendido que eso es tan imposible como inconveniente. Con el mayor disimulo, el presidente se ha ido olvidando de toda la carreta que se vendió en campaña sobre lo que supuestamente iban a hacer con la paz. Una muestra del cambio de tercio en la retórica fue la invitación que recibieron Timochenko y Lozada para ir al palacio presidencial a discutir la agenda de la lucha contra la corrupción. 

Si el presidente quiere, como seguramente quiere, que a Colombia le vaya bien en estos cuatro años, deberá armarse de valor y de mano firme, como reza el eslogan de su partido, así como valerse de la ventaja que implica no tener que ser reelegido, para vencer a los dos grandes adversarios que le minarán el camino: el sector más radical del Centro Democrático, y los cientos de horas de video de sus actos de campaña en los que sale prometiendo cosas que no van a pasar. 

Con las pequeñas pero importantes muestras de independencia que ha logrado Iván Duque, uno podría pensar que tal vez esté dispuesto a darse esa pela. Por supuesto son muchos los temas en los que el gobierno está cojo y se nota que hasta ahora están aprendiendo cómo es  eso de manejar un país. Pero si Duque logra divorciarse de sus aliados más radicales y le pierde el miedo a que lo traten de traidor o de mentiroso, un gobierno que ha empezado mal, podría tener una tenue luz de esperanza.

ADENDA: Al recibir cuestionamientos por algunas de sus declaraciones sobre la reforma tributaria, el ministro de Hacienda ha dicho que estas se trataron de opiniones personales y que no estaban ligadas a su cargo. Es importante que Carrasquilla entienda que tal vez en su casa puede hablar como papá o como esposo o como primo o como lo que quiera. Pero el resto del día, al cruzar esa puerta, cada vez que abra la boca, hablará como ministro.

 En Twitter: @federicogomezla



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