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Miguel Ángel Herrera

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Que no cunda el pánico. Petro no ha ganado nada

La portada efectista de la última edición impresa de Semana dividió la opinión política del país. Petro, un gigante.

21 de octubre de 2021

La portada efectista de la última edición impresa de Semana dividió la opinión política del país. Petro, un gigante. Los demás candidatos presidenciales, enanitos. La reacción no se hizo esperar. Unos piensan que Petro se creció en intención de voto y es prácticamente imposible de alcanzar. Y otros atribuyen la escapada del líder de la Colombia Humana en las encuestas a la atomización de candidatos de centro y centro derecha. Y no faltan, en el país de la desconfianza, quienes consideran que la derecha está usando sus medios de comunicación para agrandar a Petro y profundizar el miedo y el rechazo a la posibilidad de que la izquierda dogmática llegue al poder.

Si bien defiendo las encuestas como instrumento de construcción de una sociedad informada, que es requisito imprescindible de una democracia participativa, también creo que poco sirven cuando hay decenas de precandidatos variopintos que, en general, son desconocidos. En este escenario, los resultados -no las encuestas- podrían estar confundiendo más que orientando. Y Petro, particularmente, podría estar perdiendo más que ganando, con cada encuesta que sale, mientras no haya candidatos definitivos.

Petro podría repetir la historia de varios grandes candidatos del pasado que nunca ganaron pese a parecer prácticamente imbatibles faltando seis meses para las elecciones. Un caso reciente es Fajardo quien llegó a tener nueve puntos de ventaja por encima del segundo contendor, Germán Vargas, hace cuatro años antes de la primera vuelta. Luego, a dos meses del sufragio se desplomó cuando la derecha definió su candidato único. Y otro ejemplo representativo es Serpa, quien en el 2001, a siete meses de la primera vuelta le sacaba casi 20 puntos de ventaja a quien lo derrotaría, Álvaro Uribe Vélez.

Muchos dirán que el contexto que Petro enfrenta hoy es diferente a los casos del pasado y que por ello su posibilidad de triunfar es inminente. Es una figura de cambio consolidada y altamente visible. Tiene un discurso pro-derechos que es bien recibido en las clases populares, en un país con grandes problemas estructurales, gobernado históricamente por élites de la derecha. Le habla a un público desgastado que ve en él la posibilidad de reivindicación social, en un contexto de gran desgaste del partido de gobierno y del gobierno mismo. Y tras la pandemia, el estallido social se ha convertido en terreno fértil para su política nacionalista y asistencialista, que es la especialidad del líder de la Colombia Humana.

Pero, así como las encuestas muestran una sólida ventaja de Petro frente al pelotón de precandidatos, también revelan que es un líder con gran desfavorabilidad de imagen. Su conocido radicalismo ideológico lo proyecta como una figura que podría llevar al país hacia un escenario de mayor conflicto, desinversión, aislamiento internacional y corrupción. Adicionalmente, sus resultados en la administración pública, como alcalde de Bogotá, son polémicos, por decir lo menos. Sus nuevos amigos (Bennedeti y Barreras) lo anclan a las viejas prácticas electorales y sus posiciones frente a los temas críticos de la agenda nacional, como lo son el acuerdo de paz, el manejo del conflicto con el ELN, la política antidrogas y la relación con Estados Unidos y Venezuela, dejan más dudas que certezas en una gran parte de la población.

Pero ni los que lo ven como una opción redentora ni los que lo aborrecen tendrán razón hasta tanto Petro tenga que competir de verdad en las encuestas. Por ahora vive en un mundo irreal en donde él es candidato único. Faltan además hechos políticos relevantes que determinarán el futuro del líder indiscutible de la izquierda colombiana. Las consultas intra e interpartidistas que se darán hasta marzo del próximo año; las coaliciones que podrían concretarse entre noviembre y febrero; las elecciones legislativas de marzo y las sorpresas electorales que nunca faltan: candidatos de último momento y escándalos con impacto electoral.

Petro reconoce que está en riesgo y que todo está por suceder. Por ello ha decidido apostarle a la unión de los candidatos, grupos y partidos de izquierda y de centro izquierda para buscar ganar en la primera vuelta y evitarse la polarización y el consecuente descalabro en la segunda. Mientras la derecha apuesta por llevarlo a la segunda vuelta, exacerbar la polarización y ganar con la disciplina electoral que despierta Petro en los sectores de centro derecha y derecha. Ante este escenario, Petro ha decidido buscar pactos con los empresarios de centro derecha, moderar su discurso radical para sellar acuerdos con los candidatos de centro y acercar a sus principales críticos de izquierda, como es el caso de Jorge Enrique Robledo.

Pero sinceramente no creo en el poder de Petro para unir facciones y candidatos. Por el contrario, su liderazgo estadístico está generando ánimo intrapartidista, tanto en la derecha como en la izquierda, para llevarlo a segunda vuelta. Su vocación conflictiva que todos conocemos le pasará factura impidiéndole concretar acuerdos para catapultarse en la primera vuelta. Su visible ventaja es el principal incentivo para unir el centro y buscar una salida a las evidentes diferencias entre los candidatos de derecha. Veremos pronto a un centro fuerte, definido y competitivo. Y tendremos a una derecha jugando a ganar en el último tramo de la carrera, esperando el desgaste del líder. Mi sensación, en suma, es que los resultados de las encuestas, por ahora no han dicho nada. Y lo poco que han dicho, podría jugar en contra de Petro.

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