Home

Opinión

Artículo

Racismo al derecho y al revés

Con el afán de exaltar a una Urrutia negra, les he quitado méritos a los Urrutia blancos. ¿Qué culpa tienen de que sus antepasados hayan sido negreros?

Semana
29 de agosto de 2004

La semana pasada metí la pata. Cuando uno opina cada ocho días, y por mucho que se muerda 10 veces la lengua antes de decir cualquier cosa, irremediablemente, tarde o temprano, cae en afirmaciones inexactas, se resbala en prejuicios, escribe tonterías que no tienen vuelta de hoja, deja salir alguna frase que enardezca a la tribuna sin ser el paradigma de la ecua-

nimidad. No metí la pata al decir que el bimonopolio de la televisión nacional es una porquería; eso estoy dispuesto a declararlo ante notario, bajo juramento. Tampoco metí la pata al decir que las transmisiones de los Olímpicos daban grima (aunque a última hora Señal Colombia corrigió en parte el error).

En lo que sí metí la pata fue al decir que sólo los negros ganaban medallas para Colombia. Ya me lo había señalado una tal Amaranta Buendía -lectora macondiana-, que me acusó con razón de practicar una especie de racismo al revés, discriminando a los blancos para el deporte. Pero el peor mentís me lo dio la realidad, y vino en las piernas de una rubia, María Luisa Calle, que acaba de colgarse una medalla de bronce en Atenas (y felicitaciones).

En un tema tan delicado e impreciso como el de la raza, uno debería ir siempre con pies de plomo. Yo, en una especie de 'acción afirmativa' periodística, tengo la tendencia a practicar una improbable justicia histórica, es decir que, en igualdad de condiciones, intento favorecer a quienes tradicionalmente han resultado más desfavorecidos, los negros o los indios, y consecuentemente a echarles el agua sucia a los blancos, con ánimo revanchista. Por ejemplo, en más de una ocasión, con el fin de exaltar a una Urrutia negra, he intentado quitarles todos los méritos a los Urrutias blancos, olvidándome, en este caso, de lo bueno que ha hecho (al menos en el campo cultural: museos y bibliotecas) el director saliente del Banco de la República. ¿Qué culpa tiene él, o cualquier blanco actual de apellido Urrutia, de que sus antepasados hayan sido negreros? Supongo que a las culpas de los tatarabuelos habría que ponerles alguna fecha de caducidad.

En este asunto de razas, género y deporte, uno siempre está a punto de caer en una tentación luciferina. Como los hombres corren más que las mujeres, saltan más alto y más largo, tiran la bala más lejos, etc., es fácil caer en alguna afirmación categórica de superioridad física de género. Los varones, en promedio, tienen más masa muscular y, también en promedio, son más altos. Podría pasar que la persona más alta de la Tierra sea una mujer, eso no se descarta, pero en promedio las mujeres son más bajitas y tienen menos fuerza. Teniendo en cuenta esa disparidad, en los Olímpicos corren y juegan hombres con hombres y mujeres con mujeres.

Eso me recuerda que precisamente María Luisa Calle, al no encontrar rivales entre las ciclistas de Colombia, se puso a competir con los hombres en la Vuelta al Valle. No les ganó, pero por unos días consiguió competir con ellos de igual a igual. Eso también me recuerda que los atletas colombianos varones, en 100 metros planos, no podrían competir en Atenas, con alguna remota esperanza de triunfo, ni siquiera con las mujeres; la bielorrusa blanca (que les ganó a siete negras) corrió los 100 metros en 10,93, mejor tiempo del que vienen haciendo últimamente los velocistas colombianos.

No faltará la feminista que me diga que las mujeres corren menos, no por una diferencia biológica, sino por un atavismo cultural. Que cuando pasen uno o dos siglos y las mujeres hayan dejado de parir todo el tiempo, empezarán a ganarles a los machos. Un argumento a favor de esto es que sus tiempos se han venido acercando a los de los hombres. Por ejemplo, Mizuki Noguchi, la japonesa que ganó el maratón en Atenas (en 2h 26m) le habría ganado en esa competencia al coreano Sohn, que ganó esa carrera en Berlín, en 1936, con un tiempo de 2h 29m. Aunque si nos fijamos otra vez en los 100 metros planos, el récord mundial femenino a la fecha (10,49 por la negra Florence Griffith), si bien supera a todos los atletas alemanes de la época, todavía no alcanza para ganarle a los 10,3 de Jesse Owens, la estrella negra que destronó a los arios y desató la ira de Hitler en el 36.

Yo no sé bien por qué hay algunos deportes blancos (y no hablo del tenis) y otros predominantemente negros. En general, la natación es blanca; el béisbol, negro; el ciclismo, blanco; la atlética ligera, negra; el tenis de mesa y el judo, asiáticos; el maratón, africano (kenianos, casi siempre). Algunos aducirán motivos culturales, de tradición deportiva; otros, motivos económicos (acceso a tal o cual deporte); pero yo creo que, sin pecar de racista, se pueden encontrar también razones fisiológicas que hacen que algunos ancestros étnicos estén favorecidos en cierto tipo de competencias. Según datos científicos, lo importante en el deporte es la juventud; luego viene, según cada disciplina, el porcentaje de fibras musculares lentas o rápidas. Y finalmente están las diferencias étnicas y de género, sobre las que mejor me muerdo la lengua, para no meter las patas otra vez.

Noticias Destacadas