Guillermo Valencia Columna Semana

OPINIÓN

Repensando el peso colombiano y el dólar: una perspectiva global

La atención se desplaza inevitablemente hacia la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos.

Guillermo Valencia
25 de junio de 2024

En la vasta maraña de relaciones económicas y fluctuaciones monetarias, los análisis convencionales sobre el peso colombiano frecuentemente simplifican una realidad que, en su esencia, es un tapiz intrincado de eventos globales y locales. En tales narrativas, la victoria de Claudia Sheinbaum en México se presenta como un episodio que desencadenó un efecto dominó sobre las monedas latinoamericanas, incluido el peso colombiano. Sin embargo, sería un error monumental reducir las complejidades de esta dinámica a meros eventos regionales.

La atención se desplaza inevitablemente hacia la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos. Sus movimientos, siempre vigilados con un escrutinio casi febril, han fortalecido al dólar cuando los recortes de tasas de interés no han cumplido con las expectativas del mercado. En Colombia, la incertidumbre derivada de las propuestas de Gustavo Petro y el incremento del déficit fiscal son factores señalados como responsables del fortalecimiento del dólar. Pero, al tomar un paso atrás y observar el panorama desde una perspectiva más amplia, emerge una verdad más profunda: los motores de esta danza económica residen en factores externos y macroeconómicos de envergadura global.

El índice del dólar (DXY), en que el euro juega un rol crucial, se revela como una fuerza determinante. Es, en efecto, un fenómeno paradójico que los movimientos del euro tengan una influencia más significativa sobre el peso colombiano que los riesgos locales asociados a México o las políticas de Petro. El precio del crudo, ese recurso vital que circula en las venas de la economía colombiana, también tiene un papel crucial. En tiempos en los que el DXY se fortalece y los precios del petróleo caen, el peso colombiano no solo se debilita, sino que sufre una reacción desproporcionada. Aunque los riesgos internos tienen un peso significativo a largo plazo, el timing de sus efectos está dictado por la dinámica del euro.

Europa, un continente en la encrucijada, se enfrenta a desafíos monumentales. El resurgimiento del nacionalismo, la imperiosa necesidad de incrementar el gasto en defensa, la dependencia energética y la carencia de liderazgo en inteligencia artificial son fuerzas que ejercen una presión considerable sobre el euro. El modelo de crecimiento alemán, ese prodigio económico que alguna vez se sustentó en el gas ruso barato, la importación de insumos de China a bajo costo, la mano de obra polaca asequible y la despreocupación por los gastos de defensa gracias a la tutela estadounidense, se encuentra ahora en ruinas. Alemania, ese baluarte de la industria automotriz, mira con recelo la competencia china y depende, en un 90 %, de las cadenas de valor chinas, lo que constituye un riesgo de seguridad nacional inmenso.

La proyección es sombría: Europa podría convertirse en un Disneyland distópico en los próximos tres años, a menos que se implementen cambios dramáticos. Aquí se presentan tres propuestas para evitar tal destino:

1️⃣ Liberalizar los mercados laborales: implementar cambios radicales hacia un modelo de “empleo a voluntad”, para dinamizar el mercado de trabajo.

2️⃣ Fomentar el emprendimiento: simplificar la creación de empresas y los procesos de quiebra, para estimular la toma de riesgos y el espíritu empresarial.

3️⃣ Incentivar la inversión: ofrecer descuentos significativos en las ganancias de capital a largo plazo, para atraer inversión ángel y capital de riesgo.

La conclusión es clara: el destino del euro no solo define el futuro del dólar, de las monedas locales en Latinoamérica, sino que eclipsa, en gran medida, el impacto de los riesgos idiosincráticos de cada país. La interconexión global y la dependencia mutua en los mercados modernos hacen que el comportamiento del euro tenga repercusiones profundas y extendidas, delineando un paisaje económico que va mucho más allá de lo regional y se inscribe en la narrativa global de nuestros tiempos.

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