Columna de opinión Marc Eichmann

OPINIÓN

¿Subir la gasolina?

El incremento de precios de la gasolina surtido por el gobierno Petro hasta hoy equivale a otra reforma tributaria de $ 16 billones pagada primordialmente por los más necesitados.

9 de mayo de 2023

En Colombia el precio de la gasolina tiene una connotación histórica. En los viejos tiempos, antes de la apertura económica iniciada por Cesar Gaviria en su gobierno de 1990 a 1994, su incremento era una señal inequívoca para que los empresarios ajustaran los precios de sus productos y servicios.

El que se utilizara este incremento como referencia no tiene mucho sentido, dado que, por ejemplo, hoy el consumo de gasolina en el país es de 60 billones de pesos al año, equivalente a solo el 4.3% del producto interno bruto colombiano.

Mucho más dicientes para la economía y los empresarios que el incremento de los precios de la gasolina son el incremento del salario mínimo y la inflación.

El salario mínimo aplica sobre alrededor de 18 millones de personas que devengan menos de dos salarios mínimos (también a los que devengan más pero seamos conservadores), lo cual puede sumar alrededor de 65 billones de pesos.

La inflación, por su lado, aplica a una canasta de servicios y productos más amplia que además de los salarios incorpora las materias primas y demás valores agregados.

Por esta razón, la discusión sobre los precios de la gasolina en Colombia debe darse en un contexto distinto al del contagio de su incremento en el resto de la economía.

La primera forma de abordar el incremento de precios de la gasolina es evaluar su impacto en la canasta familiar. Hoy en día, el ingreso promedio de un hogar colombiano es de 2.25 millones que corresponde a 700.000 pesos por habitante mes; el consumo de gasolina por habitante mes en Colombia es cercano a 100,000 pesos, es decir un valor cercano al 13% de su gasto.

Este porcentaje es superior para los hogares de menores ingresos, en donde puede subir al 20% del presupuesto.

En otras palabras, los precios de la gasolina si bien no golpean duramente a la economía, si golpean duramente a la población más vulnerable, por medio del componente combustible en el precio de los alimentos, transporte y otros bienes y servicios.

El problema de la gasolina también puede enfrentarse desde un punto de vista de política tributaria. Mantener el precio de la gasolina por debajo de estándares nacionales puede parecer heterodoxo, como si se estuviera subsidiando un producto fuera de su valor real, lo cual conlleva a pensar que subir los precios puede ser una medida para limitar su consumo y no alimentar el calentamiento global.

Sin embargo, la realidad es que el consumo de gasolina es en gran parte inelástico al precio, sobre todo en los estratos más bajos para quienes disminuir su consumo per cápita es una utopía.

Adentrarse dentro de la estructura de costos de la gasolina conlleva sorpresas. Más del 26% del precio de la gasolina en el país están constituido por impuestos locales y nacionales, hoy equivalentes a alrededor de COP 3,200 por galón.

Aparte de los costos por distribución mayorista y minorista, que corresponden a terceros y que en principio deben subir con inflación, el incremento de la gasolina de COP 2500 pesos por galón desde que se posesionó el presidente Petro corresponde a un incremento de ingresos de la nación de más de un 32%, ya sea por medio de impuestos o del dividendos de Ecopetrol.

En otras palabras, el incremento de precios de la gasolina surtido por el gobierno Petro hasta hoy equivale a otra reforma tributaria de COP 16 billones.

Dado que menos del 20% de la gasolina del país es importada, el impacto a nivel de costos en las finanzas de Ecopetrol y el gobierno central al no subir los precios de la gasolina había sido limitado.

Al no subir los precios al consumidor la administración Petro perdía la oportunidad de gravar más plata a los colombianos por medio del combustible.

En realidad no es que se estén generando pérdidas por no poner la gasolina a precios internacionales.

Se destila de lo expuesto anteriormente que el incremento del precio de la gasolina es en realidad un impuesto disfrazado absolutamente antitécnico, porque grava en un mayor porcentaje de sus ingresos a los menos favorecidos.

Como repetidamente hemos visto, el discurso del actual gobierno se separa de su actuar; al estilo del príncipe John de Nottingham (ver Robin Hood), debe ser más importante recaudar y crecer las monedas de oro del Estado que dejar el sustento diario en el bolsillo de los menos favorecidos.

Postdata: esta columna no fue escrita por medio de Inteligencia Artificial.

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