RAÚL ÁVILA FORERO
Inteligencia artificial ¿para todos o para todo?
Durante 2017 se dio a conocer una promesa de Microsoft acerca de querer democratizar la Inteligencia Artificial (IA) para que fuera accesible para todas las personas. Si bien es una idea de la cual se pueden extraer cuantiosos beneficios, se debe reconocer la responsabilidad que esto significa y el posible impacto que tendría en las profesiones relacionadas. En sí, el poder de construir un sistema de inteligencia artificial está dejando de ser producto exclusivo de los humanos.
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Dentro de los cambios más emblemáticos que hemos visto en la sociedad durante la nueva era, la incorporación de la tecnología, en los temas más básicos de la rutina diaria hasta en los más especializados, es el determinante de la transformación en innovación de los procesos. Si bien muchos conciben la IA como increíbles saltos hacia el desarrollo e innovación, otros temen su incorporación por el desplazamiento de talento humano que provocan y, por ende, una desestabilización del mundo laboral, entre otros potenciales riesgos.
En este caso, particularmente, se hace referencia a la inteligencia artificial. Es decir, toda la inteligencia derivada del “pensamiento” computacional o exhibida por algún tipo de máquina. También se les conoce como agentes racionales flexibles que tienen la capacidad de reaccionar a su entorno, y llevar a cabo acciones con base en raciocinios previos para calcular las posibilidades de éxito al poner en práctica dicha acción. Durante este proceso no media ninguna intervención humana para dar lugar a este pensamiento.
Podría llegar a concebirse a la IA como una simulación de procesos de inteligencia humana con un menor grado de error, porque ese es el fin último de su creación: hacer lo mismo que hace un ser humano con menores probabilidades de caer en el error. Y aunque, sin duda alguna, es uno de los pilares de la evolución actual, está llegando poco a poco a ser una tendencia de consumo, más allá de la posesión de un Smartphone.
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Casas y automóviles inteligentes, sistemas interactivos informáticos, sistemas de producción a gran escala, creatividad digital, sistemas expertos en medicina, seguridad informática, hasta servicio al cliente. La automatización se está tomando una diversidad de campos, en donde debe reconocerse que ha traído mucha facilidad a nuestras vidas para ciertas cosas– en la comunicación, por ejemplo – pero nos ha perjudicado en otros ámbitos.
Y es que nos está corriendo hasta para su misma elaboración. Esto significa que hoy ya existe IA que hace IA, aspecto que implica que varios programadores ya no van a ser necesarios en un futuro para desarrollar tecnología basada en inteligencia artificial.
Luego de una variedad de discursos brindados en Silicon Valley y en China, Jeff Dean, uno de los más grandes ingenieros de Google, dio a conocer un proyecto denominado AutoML. Las últimas dos letras hacen referencia al aprendizaje automático (Machine Learning), lo que traduce la existencia y uso de muchos algoritmos computacionales que pueden aprender a hacer tareas específicas al ir analizando por sí solos los datos. Sin embargo, en la medida en que recoge esta información y la procesa, tiene la capacidad de aprender a crear otros algoritmos automáticos.
Así, Google encontró una manera de crear tecnología de IA que tiene la potencialidad de sacar a los humanos de la construcción de este tipo de sistemas, los cuáles muchos confían en que son el futuro de la industria tecnológica. Infortunadamente, y ya está demostrado, este fascinante invento tiene la capacidad de reproducir pares artificiales por sí mismo.
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Sin embargo, el proyecto hace parte de una iniciativa macro que busca llevar técnicas más actuales de IA a un grupo mucho más amplio de empresas y desarrolladores de software. No obstante, si se reconocen sus bondades, la automatización empezaría a tomar los cargos a los que pretendía ayudar al vincular a AutoML, y sus equivalentes, sólo como una herramienta.
En Seattle, Estados Unidos, también se conoce de Mighty Al, un startup que paga a varios expertos en muchos campos para que contesten una serie de preguntas o para que realicen una tarea muy específica. El fin es recolectar una enorme base de datos para configurar un software al que personas y empresarios puedan recurrir para consultarle temas desde preguntas de golf hasta la lectura de radiografías. IBM, Google e Intel son algunas de las reconocidas empresas que le han apostado a su inversión, en casi USD$ 14 millones, para sacar adelante esta idea.
Algunos cálculos han intentado defender la creación de las máquinas argumentando que sólo hay unas 10.000 personas en todo el mundo que tienen la educación, la experiencia y el talento suficiente para crear dichos complejos algoritmos matemáticos que están detrás de la inteligencia artificial. Lo que no reconocen es la capacidad de expansión que tienen para ocupar más de 10.000 cargos en todo el mundo, pues no sólo van a ocupar estos puestos: las tareas repetitivas en la industria es uno de los ejemplos a los que esta tecnología puede pegarle fuertemente.
Muchos sabios en la materia han asegurado que esto podría salirse de control dentro de poco tiempo. Indiscutiblemente, es un enorme avance el hecho de que un robot médico pueda deshacerse del cáncer, pero también es una desventaja que los servicios de atención al cliente estén siendo automatizados. Muchas veces las personas se ven desplazadas de sus cargos y esto es algo que debe manejarse con cuidado.
Las personas son las que consumen, son las que gastan y son las que mueven la economía. Si despreciamos sus capacidades y las excluimos del mundo laboral, se tendrán repercusiones en el mediano plazo con escenarios más precarios en materia socioeconómica. Debemos establecer el cómo sacar oportunidades al utilizar la tecnología como herramienta y ahorrarnos las amenazas que esta podría representar.
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