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El Partido Liberal tiene más de 150 años de historia.

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Del Olimpo Radical al limbo liberal

El liberalismo que inspiró las grandes reformas sociales del siglo XX, y que perdió el rumbo y el poder, ahora tiene la oportunidad de reivindicarse.

César Paredes y María Teresa Ronderos
18 de febrero de 2009

El Partido Liberal es, junto al Conservador, el más longevo en la historia política del país. Se fundó en 1848, con la creación del primer programa del partido, hecho por el ideólogo Ezequiel Rojas. En sus orígenes el ideario liberal estaba sostenido en la creación de un Estado laico, en el progreso, la educación pública, la descentralización de la política y las tierras, la consagración de las libertades, entre otros pilares heredados de la Revolución Francesa.

El liberalismo y sus ideas de reivindicación social se arraigaron tanto en el pueblo colombiano que llegaron a convertirse en una causa para irse a la guerra con los conservadores. La Guerra de los Mil Días en la vuelta del siglo XX y la llamada de La Violencia en los años 40 y 50 y que incluyó el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948., fueron confrontaciones sangrientas entre los partidos tradicionales colombianos.

Buscando ponerle fin al último conflicto armado instigado desde los líderes que se había salido de madre y había dejado 300 mil campesinos muertos y había terminado en golpe militar en 1953, los jefes liberales y conservadores firmaron un acuerdo de alternación en el poder. Este se llamó el Frente Nacional que se extendió prácticamente hasta 1978.

El Frente Nacional sí consiguió apagar la violencia partidista, pero la repartición milimétrica de la burocracia que trajo consigo, clientelizó a los partidos, borroneó sus ideologías y cerró el sistema político a la competencia de otros.

Sólo hasta los ochenta volvió a ver el liberalismo un líder que le trajera ideas de reforma y recuperación ética de las costumbres políticas. Luis Carlos Galán adquirió tanta fuerza que en 1982 su candidatura disidente del oficialismo liberal, terminó llevando al poder a una coalición de origen conservador.

Pero en 1989, siendo candidato del liberalismo, Galán fue asesinado por el narcotráfico (quizás con la complicidad de algunos de sus copartidarios, pero esto aún es incierto). El liberalismo reaccionó liderando uno de los procesos más interesantes de la historia reciente del país: una Asamblea Constituyente. Esta escribió la Carta del 91, que materializó a la vez que un reconocimiento amplio a los derechos ciudadanos, un pacto de inclusión política a los guerrilleros que recientemente habían firmado la paz.

No obstante, el narcotráfico siguió al acecho de la política y logró infiltrar con sus dineros calientes varias campañas liberales en 1994, incluida la del candidato Ernesto Samper. El asunto desembocó en el escándalo del llamado Proceso 8.000 por el que decenas de congresistas, gobernadores, contralores, procuradores y hasta ministros fueron a dar a la cárcel por haberle recibido plata a los narcos. La mayoría de ellos era liberal.

El 8.000 le costó al liberalismo muy caro. No volvió a ganar la Presidencia y dejó de tener las holgadas mayorías en el Legislativo. Un liberal disidente, Álvaro Uribe Vélez, llegó al gobierno en 2002, pero apoyado en una amalgama de fuerzas conservadoras. Muchos grandes caciques liberales, que paradójicamente habían contribuido a la fuerza electorera del partido, pero también a su debilitamiento ético, abandonaron sus filas y se unieron a diversas facciones uribistas.

Ser liberal se volvió tan poco prestigioso que incluso políticos con aspiraciones presidenciables, como Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras, descendientes de las figuras que habían hecho grande al Liberalismo como Eduardo Santos y Carlos Lleras Restrepo, se sumaron al popular uribismo, con sus ideas de orden y progreso que antes habían caracterizado al conservatismo.

Hoy, aún con una popularidad sin antecedentes, el largo período presidencial de Uribe lo ha desgastado bastante. Sus mayores debilidades quizás han sido la excesiva politiquería y el clientelismo contra el que supuestamente iba a luchar, y el lastre ético que le ha representado el respaldo de los paracongresistas y el acceso de figuras oscuras hasta los mismos sótanos de la Casa de Nariño.

El liberalismo tuvo la claridad política de reservarse para la era posuribista, que algún día llegará, y de convocar a una de sus figuras más notables, César Gaviria, para que pusiera en orden la casa. Sobre todo era importante poner una vara más alta en materia de ética política que la que pusieron varios partidos de corte uribista.

Pero el Liberalismo carga un fardo pesado porque la voracidad clientelista que lo llevó al poder tantas veces, terminó siendo su ruina. Con tal de ganar elecciones los congresistas se prestaron para el 8.000 y más recientemente también para la parapolítica.
 
A 32 asciende la suma de integrantes del liberalismo que están salpicados por el escándalo de la parapolítica: Seis alcaldes y cinco gobernadores y 21 congresistas.

De los congresistas elegidos en 2006: cinco senadores están involucrados en el escándalo, entre los cuales hay uno condenado, uno llamado a juicio, uno en etapa de instrucción, uno en etapa de investigación previa y uno fallecido; siete representantes, de los cuales dos fueron absueltos, dos fueron llamados a juicio, uno fue condenado, uno en etapa de instrucción y uno en etapa de investigación previa.

El otro problema que enfrentan los liberales es el del norte ideológico. Siempre ha sido un partido de ancho espectro, múltiples clases e intereses, pero sus ideas libertarias de defensa de la educación laica y pública, de reformas sociales, de redistribución de la riqueza eran la guía de todos. Ahora en cambio, sus líderes son de unas ideologías tan diversas que es difícil para la gente entender cómo pueden estar en una misma colectividad política, la izquierda contestataria de Piedad Córdoba y la derecha doctrinaria de Rodrigo Rivera.

La campaña de 2009-2010 le dará al liberalismo una oportunidad de construir, sólo o aliado, una alternativa de poder. Tiene un abanico de figuras de dónde escoger, Ellos y ellas tienen suficiente experiencia para llegar a la Casa de Nariño pues han sido ministros, fiscales y senadores, y además su prestigio ha sobrevivido en medio de las turbulentas aguas de la política colombiana reciente.
 
Le falta sí reencontrarse de manera más clara con las ideas que los motivan a ser partido y convencer a los ciudadanos de que, a pesar que no ha escapado la desvalorización que ha sufrido en general la política colombiana, es capaz de proponer y llevar a la práctica una política realmente renovadora.