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Después de caminar 1.000 kilómetros desde Nariño hasta Bogotá, el profesor Gustavo Moncayo viajó a Europa y habló con políticos y con el Papa Benedicto XVI. Les pidió ayuda para la libertad de los secuestrados colombianos. Foto: Juan Carlos Sierra / Semana

Paz

¿Qué significa el diálogo entre el profesor Moncayo y el Papa para las víctimas de la violencia en Colombia?

Gustavo Moncayo se reunió el 10 de octubre con el Papa Benedicto XVI en Roma para hablarle de su lucha por la libertad de su hijo. El tema del intercambio humanitario ya se volvió internacional. Análisis de Reporteros de Colombia.

Helda Martínez*
17 de octubre de 2007

El 18 de diciembre de 1997 el profesor Gustavo Moncayo inició un proceso de movilización social que no terminará hasta lograr su propósito: el acuerdo humanitario y la liberación de los secuestrados en Colombia.

En la fecha Moncayo tenía 46 años. Era docente de historia y geografía en un colegio del municipio de Sandoná, pequeña población del suroccidental departamento de Nariño.
Su naturaleza de hombre sencillo, pacífico, sensible en extremo y profundamente religioso, no incluía mayor interés por la política ni las razones del conflicto colombiano.

Pero sí un profundo amor por su familia, compuesta en su núcleo más cercano por su esposa, Stella Cabrera, dos hijas de 11 y 13 años y un hijo de 19, Pablo Emilio, soldado del Ejército Nacional.

El giro hacia el dolor

El 17 de diciembre Pablo Emilio estaba de servicio en el cerro Patascoy a unas 10 horas de su natal Sandoná, cuando insurgentes de las autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) atacaron y secuestraron al contingente de soldados.
Horas después, mientras las niñas Moncayo acompañadas de su mamá se divertían a carcajadas con el programa de televisión "locos videos" y el padre oraba en la iglesia, una llamada telefónica dio inicio al capítulo más triste de la familia.

"Un primo llamó desde Pasto (capital departamental) y nos preguntó por mi hermano. Al principio no sabíamos qué pasaba. Fue un golpe tan fuerte que toda mi memoria anterior quedó borrada. Es como si mi vida se iniciara en ese momento, que aún recuerdo como un sueño entre nubes, como una pesadilla", afirma hoy Yury Tatiana, la menor de las hermanas hasta hace tres años cuando nació Laura Valentina.

"Nos descontrolamos totalmente. Mis papás se fueron de inmediato para Pasto y estuvieron varios días sin comer, sin bañarse, esperando los cuerpos para reconocer los cadáveres porque no era claro si mi hermano estaba vivo o muerto. Y para nosotras, solas con mis abuelos, fue muy duro, porque éramos niñas y la navidad, los regalos, la alegría compartida en familia, todo eso era muy importante", dice hoy Yury con una mirada que conjuga la viveza de su juventud y la tristeza del recuerdo.

El inicio de la travesía

Con la certeza de que Pablo Emilio estaba vivo Gustavo Moncayo inició acciones de movilización intuitivas, solitarias, de las que fue aprendiendo lenta y pacientemente, con una fe que después de una década sigue inquebrantable. "Aplicando la taraxia", dice.
¿Qué es eso, profesor?, le pregunto. El responde con la sonrisa de hombre bueno y tono de maestro: "búsquelo en el diccionario".

En un inicio el "profe" Moncayo se iba solo los fines de semana para el parque central en Pasto, el Santander, y se encadenaba a un árbol durante horas. "La gente me miraba con recelo, como escondida. Yo los llamaba, los invitaba a que se acercaran y les contaba que era importante pronunciarnos de manera pacífica para lograr la liberación de los secuestrados", afirma hoy.

Más adelante hizo parte de un grupo de familiares de secuestrados de Popayán "con quienes trabajábamos muy duro. Éramos unas 15 personas, muy constantes, lo que dio como resultado la liberación de más de 300 soldados. Porque la zona de despeje en San Vicente del Caguán (gobierno de Andrés Pastrana 1998 - 2002), no se dio de un momento a otro. Fue resultado de un trabajo humilde pero persistente, del que muchas veces regresamos con las manos vacías", recuerda.

"Pero son contadas las personas que se mantienen. Por eso, después de 10 años de trabajo creo que el movimiento sigue en gestación. Porque las personas cambian. Algunos se elitizan, otros se vuelven contrarios al pensamiento inicial, en fin. Yo sigo firme. Porque sé que el interlocutor tiene a nuestros seres queridos", asegura.

En una firmeza que conjuga con lágrimas que brotan fácilmente, viajó durante 16 veces a la zona de distensión. En San Vicente del Caguán solicitó una entrevista al Comisionado de Paz, Víctor G. Ricardo, quien la negó argumentando dolor de cabeza. En otra ocasión intentó hablar con el presidente Álvaro Uribe, pero le impidieron el acceso porque no estaba en la lista de invitados al Consejo Comunitario que se realizaba en Pasto.

Perdió la cuenta de las veces que subió a un bus para llegar 20 horas después a una manifestación en Bogotá, gritar con ahínco, "vivos se los llevaron, vivos los esperamos", reunirse con miembros de Asfamipaz (Asociación colombiana de familiares de miembros de la fuerza pública retenidos y liberados por grupos guerrilleros) comentar estrategias, resultados y retornar al pueblo, otra vez en bus.

En 2006 se encadenó en protesta por la inoperancia en la búsqueda del intercambio por parte del gobierno como de las Farc. Y el 17 de junio pasado inició una acción audaz: salió de su casa en compañía de pocos amigos para recorrer más de mil kilómetros hasta la Plaza de Bolívar de Bogotá.

"Nos dijo sólo un día antes de salir. Mi mamá había preparado un almuerzo especial para celebrar el día del padre, cuando mi papá nos dijo que se iba a crucificar. Todas protestamos, le dijimos que estaba loco, que reaccionara. Entonces dijo que caminaría hasta Bogotá, y que ni llantos, ni malos genios ni nada lo detendría", cuenta Yury.

"Yo fui la que más insistí que no lo hiciera, pero al ver que seguía empecinado, y conociendo su terquedad, decidí acompañarlo", agrega.

Así iniciaron la travesía de más de mil kilómetros durante 46 días. Paso a paso cruzaron las tres cordilleras de la geografía nacional insistiendo en la necesidad de acuerdos que permitan la liberación de los secuestrados en Colombia.

"De todos los secuestrados", repitió en su travesía por seis departamentos, ante miles de voces que lo aclamaron como "el caminante de la paz".

El miércoles 1 de agosto llegó a Bogotá en donde fue recibido por diplomáticos de 17 países, representantes de agencias de cooperación y la iglesia católica.

El alcalde de Bogotá, Lucho Garzón le ofreció su casa, con respuesta negativa de Moncayo.

"Si mi hijo, y todos los secuestrados están en la selva durmiendo en condiciones muy difíciles, creo que es equitativo con el símbolo de mi mensaje dormir en el suelo de la Plaza de Bolívar", asegura.

Y allí permaneció hasta el 14 de septiembre cuando salió rumbo a Europa.

El caminante sigue su camino. Está visitando Francia, Suiza y España en donde se entrevista con parlamentarios y alcaldes, con la posibilidad abierta de aceptar invitaciones formuladas por países como Alemania, Gran Bretaña e Italia en donde buscaría un encuentro con el Papa Benedicto XVI.

La movilización ¿para qué?

"Si todos nos ponemos la camiseta y salimos a caminar como el profesor Moncayo, si continuamos perseverando como lo hemos hecho durante las dos últimas décadas, nos seguiremos aproximando a la paz aún estando, como hoy, en la boca del lobo".

La afirmación la hizo Camilo González, director del no gubernamental Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, Indepaz, al presentar hace pocos días, junto con cien organizaciones sociales del Movimiento Nacional de Paz, la opción de voto "por la libertad, la paz y los acuerdos humanitarios" el próximo 28 de octubre, paralela a la elección de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales.

"Hemos logrado durante los últimos años una movilización extraordinaria y una sensibilización muy grande, en medio de dificultades y con un gran dolor de patria. El que nos ocasionan los 35 mil muertos, los 22.600 secuestrados, los 15 mil desaparecidos, casi 4 millones de desplazados y 200 mil niños y niñas huérfanos por razones del conflicto, además del doloroso asesinato de los diputados del Valle", continúo González.
"Por lo tanto no podemos cruzarnos de brazos y esperar inermes la decisión del gobierno y la guerrilla. Debemos continuar con el levantamiento pacífico hasta lograr que se oiga la voz del pueblo", agregó.

Por su parte Monseñor Héctor Fabio Henao, conocido como el pacificador, asegura que "aún estando lejos de la paz, la movilización social nos permite allanar caminos en su búsqueda, hasta lograr esa paz duradera que tanto necesitamos".

El voto por la libertad, la paz y los acuerdos humanitarios del próximo 28 de octubre se suma a otros momentos de especial tensión y movilización social. Las más destacadas, la del voto para la Asamblea Nacional Constituyente de 1990, paralela a las elecciones presidenciales del 27 de mayo que alcanzó 5 millones de votos. Y el Voto por la Paz, la Vida y la Libertad de octubre de 1997, en la que diez millones de personas se pronunciaron a favor.

Voces de esperanza

El Senador Manuel Cepeda del partido Unión Patriótica (UP) fue asesinado en 1984. Su hijo Iván, es hoy un activista con reconocimiento internacional, quien considera que la movilización social da resultados, porque, "aún con la desventaja que mantienen las víctimas frente a sus victimarios, la presencia en la movilización constante les ha dado un protagonismo necesario y merecido, aún un poco tardío".

En igual sentido se expresa María Eugenia Cobaleda, presidenta de la Asociación de Madres de la Candelaria de Medellín, tras nueve años de insistencia y marchas para encontrar a dos hermanos, uno de ellos Personero del municipio de Dabeiba, al parecer desaparecidos por acción de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

"No he encontrado a mis hermanos para sepultarlos dignamente, pero la movilización nos ha permitido visibilizarnos como víctimas, lo que es una ganancia porque nuestro dolor tiene que ser reconocido. Nuestro esfuerzo es a la vez una lucha constante y una esperanza diaria", agregó.

Escepticismo y polarización

Por otro lado el asesinato de 176 líderes de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó y el magnicidio de casi cinco mil miembros de la Unión Patriótica en las dos últimas décadas producen escepticismo.

Las voces, las manifestaciones, las protestas ¿no evitan la muerte de sus líderes? El Padre Javier Giraldo S.J., fundador de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz y vinculado a la Comunidad de San José desde su conformación aseguró que "ellos son un testimonio de resistencia heroica. A pesar del ensañamiento en su contra, la comunidad sigue adelante, resistiendo".

"Pero si hay dos factores en contra del logro de resultados. La falta de claridad en los objetivos que motivan la movilización social, y la polarización a favor o en contra del gobierno Uribe", asegura Giraldo, quien ejemplifica su afirmación con la marcha del 5 de julio pasado, convocada por sectores empresariales y económicos, secundada por el gobierno y la iglesia, e impulsada por los medios masivos.

"En esa marcha la gente participaba de una sola movilización con fines diferentes".

En un futuro cercano

El investigador Fernando Sarmiento considera que la experiencia alcanzada permite "contar con suficientes aprendizajes para tejer y articular acciones en procura de la paz, dejando atrás la polarización. Pero es necesario acompañar la movilización con la reflexión".

Y el profesor Moncayo insiste en la persistencia. "El momento va a llegar. Con calma se colocan ladrillos de un lado, mientras se quitan los de la contraparte", dice seguro de continuar y del éxito que alcanzará en su travesía por Europa.

"Trabajamos por una causa grande y justa que mantendremos el tiempo necesario", asegura con la calma de los años, más la convicción cristiana, un enorme positivismo y la práctica de la taraxia, filosofía compleja que definida de manera superficial consiste en aplicar la sabiduría más elemental hasta lograr el natural desgaste del contrario.

Hitos de la movilización social en Colombia

"Se calcula que desde 1990 se ha movilizado una población acumulada de 30 millones de personas", asegura Fernando Sarmiento, coautor de la investigación "Movilización por la paz en Colombia 1978 - 2002", realizada por el Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep.

Antes de esa fecha, y como acciones relevantes se conoce que en 1947 Jorge Eliécer Gaitán promovió la Marcha de las Antorchas en protesta por el asesinato de miembros del partido liberal durante el gobierno del conservador Mariano Ospina. Según la historia, la población de Bogotá rodeaba las 800 mil personas, de las que 100 mil atendieron la convocatoria.

En febrero de 1948 el Caudillo del Pueblo hizo la Manifestación del Silencio, por la paz, sin arengas, con banderines negros frente a la sede presidencial. Dos meses después caería asesinado, dándose inicio a una cruenta época de violencia política en el país.

Y sólo hasta 1989 "la movilización masiva resurge, al entrar en vigencia el Estatuto de Seguridad durante el gobierno de Julio César Turbay", aseguró Sarmiento.

"Si hoy nos preguntamos si fue efectiva la movilización que se hizo hace 25 años, con la paloma como símbolo, expresiones artísticas y proyectos políticos, en medio de críticas y escepticismo, la respuesta es sí. Sobre la mesa se pusieron temas relevantes, lo que constituyó un comienzo fundamental", agregó.

Durante el periodo 1986 - 1992 sucedieron además hechos relevantes como la desmovilización de guerrillas del Movimiento 19 de Abril (M-19), el Ejército Popular de Liberación (EPL) el Quintín Lame, y el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

En 1991 se firmó la Constitución Nacional, recibida con entusiasmo por su corte democrático, abierto a la participación social.

"Es entre 1990 y 1994 cuando asistimos al real despegue de la movilización social por la paz. Además de las gestiones a favor de la negociación presentadas por la Comisión de Notables, y la mediación de la Iglesia en algunos procesos, el grueso de las movilizaciones colectivas se enfiló contra la violencia, por la paz y la defensa de la vida", afirma Sarmiento.

De forma paralela se produjeron eventos como el Pacto social para el desarrollo y la paz en Urabá, desde Bogotá. En la Costa Atlántica, se promovió una campaña contra el terrorismo y la demanda de una salida negociada del conflicto. En Antioquia se adelanta la campaña Medellín en Paz, y en Cali, la Marcha por la Vida.

Algunos momentos que han marcado la movilización social a partir de los 90 han sido:
La Semana por la Paz, que se realiza desde 1988.

En 1993, la creación del Comité de Búsqueda de la Paz y el surgimiento de la Red de iniciativas por la paz y contra la guerra, Redepaz.

En 1995 la Conferencia Episcopal crea la Comisión de Conciliación Nacional para buscar el acercamiento entre las partes.

En octubre de 1996 se realiza el Mandato de los niños por la paz, y en noviembre, coincidente con la celebración del Día mundial de la no violencia contra la mujer, se instala la Ruta pacífica de las mujeres por la paz, en solidaridad con las mujeres de Urabá, especialmente afectadas por la guerra.

En 1997 se lleva a cabo el Mandato Ciudadano por la Paz que dejó diez millones de votos a favor de la paz.

En 1998 se convocó la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, en la que convergen regiones, sectores sociales y organizaciones que trabajan por la paz y los derechos humanos.

En 1999, durante seis meses se realizaron 40 marchas masivas del No Más contra el secuestro que movilizaron dos millones 500 mil personas.
 
 
 
*Integrante de la organización Reporteros de Colombia.