
OPINIÓN
La renuncia: un gesto con el “Bravo Pueblo”
Maduro, en un acto de dignidad y gallardía debía, en unión de sus más cercanos colaboradores, debería retirarse.
Mucho se ha hablado de las causas de la crisis sin precedentes por la que atraviesa Venezuela. Sin entrar a referirse a todas las razones de tan aplastante fracaso, ha sido fundamentalmente el manejo económico el que ha conducido al país más opulento de América Latina y uno de los más prósperos del mundo, a una situación peor que las afrontadas por algunos países africanos y de la que nosotros estamos resultando seriamente afectados.
No solo Maduro sino algunos otros, sostienen que el régimen debe mantenerse porque fue entronizado por el voto popular. Sin embargo, como todos los dictadores han convocado a elecciones manipuladas en las que obtienen resultados favorables, una victoria electoral no puede constituirse en un salvoconducto para acabar con un país.
Maduro simplemente debía renunciar, sin que medien caricaturescas reuniones de militares venezolanos desafectos con funcionarios norteamericanos, ni proyectos de supuestas invasiones. Existen ejemplos de mandatarios auténticamente democráticos que han renunciado cuando vieron que habían precipitado a su país a la carestía y a la angustia social.
Un ejemplo fue el de Raúl Alfonsín. En 1983, asumió la presidencia de la Argentina, cuando la dictadura de la Junta Militar cayó después del fallido intento de apoderarse de las Islas Malvinas. Alfonsín integró a su país al continente y al mundo. Con él trabajamos juntos en el proceso de pacificación de Centroamérica y mejoró las relaciones con Brasil y Chile, con los que los generales llevaron a la Argentina al borde de la guerra.
Sin embargo, cuando por el mal manejo económico, la próspera Argentina cayó en una aguda crisis derivada de un proceso hiperinflacionario sin precedentes -un juego de niños comparado con el de Venezuela- entregó el mando anticipadamente a Carlos Saúl Menen. Al anunciar su decisión a algunos de sus colegas latinoamericanos, afirmó que como la inflación, que siempre tiene un ingrediente psicológico, estaba afectando gravemente a su pueblo, una forma de contrarrestarla era retirarse del poder, a pesar de las negras expectativas que afrontaría.
Aunque Maduro y sus esbirros, con desfachatez afirman que la situación por la que atraviesa Venezuela es responsabilidad de “la oligarquía” apoyada por los Estados Unidos y Colombia, que la migración de sus compatriotas es un montaje y que los que salen lo han hecho con los bolsillos cargados de dólares, bien saben que son ellos los únicos responsables de tan compleja situación.
Como cotidianamente, Maduro envuelto en la bandera venezolana aparece invocando al Libertador, en un acto de dignidad y gallardía debía, en unión de sus más cercanos colaboradores, retirarse.
No se puede perder la ilusión de que de pronto “el pajarito” mensajero de Chávez desde la ultratumba, le aconseje que reconozca con entereza que el sistema que se intentó implantar con la ayuda de Cuba fracasó…como otros muchos han fracasado… y que piense en el “bravo pueblo”, el mismo de las victorias de Carabobo y del Lago de Maracaibo, que ahora en medio del hambre y de la enfermedad huye de su patria con la sola esperanza de sobrevivir.
Colocar a Maduro, como en la famosa película de Milos Forman del año 1975, Atrapado sin salida, podría ser peor…
(*) Profesor de la facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario