
Memoria
Rocío Pachón y su pasión por mantener viva la memoria para una sociedad más justa
Nacida en Pacho, Cundinamarca, una región marcada por la violencia de los años 80, esta experta en relaciones internacionales y cooperación ha dedicado casi dos décadas al servicio público. Desde el Centro Nacional de Memoria Histórica impulsa alianzas que transforman el dolor de las víctimas en desarrollo territorial.
Nació y se crió en Pacho, un municipio cundinamarqués marcado en los años 80 por el narcotráfico y el sicariato. Sus padres, ambos profesores, la educaron con una ética de responsabilidad, trabajo y compromiso. Desde entonces, supo que quería construir algo distinto para Colombia. Hoy, después de estudiar Relaciones Internacionales y especializarse en Oxford en asuntos latinoamericanos –entre otros estudios–, y con más de 19 años en el servicio público, es una de las voces más autorizadas en temas de seguridad, estabilidad territorial, construcción de paz y cooperación internacional.
Desde su papel como jefe de Cooperación Internacional y Alianzas Estratégicas del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), moviliza apoyos para rescatar, dignificar y proyectar las memorias de las víctimas del conflicto armado. “La memoria histórica es un factor de transformación social superimportante”, afirma. Pero no como un ejercicio del pasado, aclara, sino como una herramienta para construir futuro.
Por eso su trabajo no se limita al archivo o la conmemoración, sino que está orientado a la acción, al acompañamiento de las personas afectadas, de manera que puedan pasar del dolor a un horizonte lleno de oportunidades.
Entre las alianzas que ha liderado se destaca una con el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo para crear rutas turísticas de memoria y promover proyectos productivos de víctimas, como cultivos de cacao o café, y emprendimientos artesanales.
Como asesora de la Consejería para la Seguridad Nacional, ayudó a construir la estrategia Zonas Futuro, para intervenir de manera integral los territorios más perjudicados por la violencia. En la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional movilizó más de 1.000 millones de dólares para unos 500 proyectos.
En todos sus roles ha promovido una visión centrada en la vida, el desarrollo territorial y la garantía de derechos. “Mi mayor fortaleza es una pasión muy grande por trabajar por Colombia”, dice. Esa misma pasión, reconoce, puede ser también una debilidad: “Te exiges tanto que alcanzas niveles altos de cansancio. Pero si no fuera por esa pasión, se trataría solo cumplir metas, no de algo que te genera sentido”.
Convencida de que la violencia no se perpetúa solo con las armas, sino también con la indiferencia, la corrupción y la falta de compromiso social, a diario lucha por abrir rutas hacia una Colombia donde la memoria y la cooperación público-privada sean semillas de la transformación nacional. Su sueño es que el país recupere plenamente los principios y valores que la guerra erosionó.
