Oskar y Vanesa junto a sus hijos. | Foto: archivo particular

¡LO LOGRÉ EN 2018!

La conmovedora carta de un hombre que pudo ser padre

Lectores de SEMANA cuentan lo mejor que les dejó el 2018. Oskar Gutiérrez y su pareja esperan bebés después de un duro camino en un proceso de fecundación in vitro. "Lloren, respiren y garantizo que todo estará bien. Luego vamos viendo", les dice a sus pequeños que están por nacer.

Oskar Gutiérrez*
1 de enero de 2019

Esta es una carta a los hijos que voy a tener. 

Hace un tiempo, desde que supe de su existencia, de su crecimiento en el vientre materno, la idea de la paternidad ha venido madurando. Como dicen, no hay nada que germine mejor que una idea una vez esta se ha implantado en la mente. Quiero asegurarles que su llegada al mundo no es producto de la casualidad sino de un plan riguroso, premeditado, en una edad tanto de su mamá como la mía, en la que este tipo de decisiones no se toman a la ligera. 

Su concepción no fue tradicional. Se hizo por una técnica moderna, por fecundación In vitro ICSI. La traducción sería como inyección Intracitoplasmática, una vaina que aún me es difícil comprender del todo. Me abrieron y me hurgaron dos veces tratando de arreglar lo que adentro estuviera dañado que impedía que surgieran de manera natural.

No se pudo, Entonces los sacaron directamente de la fuente. Perdón por ser tan explícito pero es para que se den cuenta de que no son producto de la casualidad sino de una decisión consiente y real. Verlos en video ha sido una de las cosas más increíbles que he podido presenciar en mi vida. Ciencia pura, y aunque con tal premeditación y precisión, la idea de ustedes y lo que comienzan a significar para su mamá y para mí, es algo que madura con demasiada complejidad, más que las técnicas de su concepción misma.

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Una vida se puede planificar, el amor no, por eso todas las aristas de este, todas las historias que viviremos, las dificultades que pasaremos, los retos y alegrías que vivamos harán un tejido indeterminado, imprevisible pero fascinante que superará con creces la maravilla de su concepción y próximo nacimiento.

Me llamo Oskar y seré su padre. Vanessa será su madre. Pueden decirnos como quieran, pero aclaramos, eso no es un permiso para que terminen haciendo lo que se les dé la gana. No habrá juete, lo prometo, y apelaremos a toda nuestra imaginación para enseñarles sin violencia el valor de las normas, el respeto por el otro, y sobre todo, el respeto por ustedes mismos. 

Es un mundo bastante pintoresco el que les tocará vivir. No quiero decir que es solo jodido porque no lo es. Tampoco es maravilloso, es un cúmulo de contradicciones y cosas fascinantes que uno encuentra en la inmundicia; también hay un poco de desazón y suciedad en la persecución de la felicidad. 

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He decidido escribirles hasta ahora porque pienso que si los concreto con un escrito, se desharán como una pompa que se toca con un dedo. Desde que supe de su existencia, he venido luchando contra mis inseguridades, miedos y neurosis. No ha sido fácil relajarme para dejar que surjan como idea, como proceso y como forma. 

Me voy soltando, y con alegría, veo que están creciendo con rapidez y firmeza. Todo hasta ahora está perfecto y he decidido preocuparme un poquito, solo un poquito no más de que esto no siga así. Un enorme cambio en mí, créanme. Espero ser un buen padre. Estoy convencido que no soy un buen ser humano pero lo intento. Me guía en ocasiones el deseo, en otras la obligación, pero bueno, tampoco creo ser un mal ser humano… a veces me doy muy duro.

El oficio de vivir les enseñará a soportarme y tolerarme cuando pierda la paciencia, cuando la embarre, cuando no sea lo suficientemente inteligente para responderles una pregunta. Ustedes aprenderán a vivir y yo aprenderé a convivir con ustedes. Nunca dejaremos de aprender. Presenciarán cosas grandes, cosas banales; un paroxismo que pliega y se repliega entre lo absurdo y lo sublime. Las reflexiones se esconden tras una historia minúscula ilógica donde una puerta que dice "entrada" lleva a la "salida". Perdón por el resumen burdo de lo que para mí es vivir. Pero siento desasosiego cuando no puedo profundizar ni concretar. Siento que estoy viviendo algo importante que resultaba muy necesario. Ese desasosiego lo sentí cuando escuché su corazón y me fue imposible poner eso en palabras. 

Una de las primeras cosas que trataremos de enseñarles es a combatir el ideal de éxito. Vendrá gente, y de la buena, a decirles que lo más importante es el dinero y lograr cosas. Vamos a tratar de alejarlos del discurso motivacional. La sociedad despliega técnicas sofisticadas y trasparentes que dominan y reproducen el sistema dominante por medio de una programación y control psicológicos. Es decir, no te terminan obligando supuestamente a nada, sino simplemente lo terminas “deseando”. Por eso estando en este sistema no vemos las posibilidades de uno mejor, sino que estamos tan metidos en él que lo vemos como única alternativa donde solo vale el dinero, la regalía, la ganancia, el mercadeo y el producto por encima de la humanidad misma.

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Por ello, les dirán locos si tratan de hacer algo distinto, si simplemente quieren ser ustedes sin tener la aprobación de los demás, incluida la nuestra. El oficio de vivir en ocasiones es cuesta arriba, y a veces estaremos atrás de ustedes para empujarlos o para evitar que se caigan, pero en muchas otras no. Por eso apóyense entre ustedes, son el recurso más valioso que tendrán. 

Hay tantas cosas que quiero escribirles, leerles, enseñarles, mostrarles para que ustedes aprendan por ustedes mismos… Pero también tengo que enseñarles sobre el silencio y la concreción, sobre nuestra propia ausencia en algún momento que los forzará a que sean más fuertes e independientes. Llevo años tratando de ser profesor y ustedes serán de lejos los estudiantes y los maestros más interesantes que podré tener. Hablaré de ustedes en clase, de lo que hacen, de lo que aún no hacen pero harán pronto, y así me vea como padre enamoradizo y tonto, no me importará. El amor se permite licencias como la ridiculez, la ternura y hasta un poco de insensatez que hará anteponerlos siempre a nosotros mismos como padres y personas.

Ansío verlos pronto, aunque ahí dentro de su mamá están muy bien. Quizá será el único momento en toda su vida donde estarán realmente protegidos y a salvo. 

Mi vida tal cual la conozco cambiará con su llegada. Siempre me he privilegiado y he aprendido que el trabajo debe estar entre las ultimas diez cosas de la vida. Por eso están en orden de prioridad a la obligación de partirse el lomo para ser “alguien en la vida”, el fútbol, la literatura, el sexo, la música, el cine, la comida, el sueño, y sobre todo la familia. Tendrán una familia numerosa que espera igual o quizá con más deseo que yo su llegada. Son muy anhelados, de verdad que sí, y eso garantiza algo pero nada es garantía de nada. Perdón si parezco crudo.

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Se sentirán confrontados, se sentirán cobijados por conocimientos que rabian con prejuicios. Sus certezas se volverán incertidumbres así como las mías por la paternidad y por la idea de estar de verdad al cuidado de alguien. Me sumergiré con esfuerzo y dedicación en la profundidad de su educación. Espero sientan deseos de cuidar del otro. Espero también se indignen si sienten que hacemos algo mal, o nos amen a rabiar porque sienten que somos importantes en su vida. Llámenme padre cuando ya sientan que nadie más puede pensar por ustedes y no van a dejar jamás que les metan los dedos a la boca. Prometo tratarlos con humanidad, ética y respeto, No soy un modelo a seguir, por eso mi mayor logro como padre será que ustedes sean simple y llanamente ustedes.

No quise para esta carta ponerles nombre ni sexo. Quiero primero que nada que vayan aprendiendo a que son personas antes de ser niño o niña. Pero no se preocupen, ya nos ocuparemos de sus nombres.

Yo sé que no depende de ustedes pero por favor, lleguen bien, nazcan bien y cuiden a su madre en el parto.

Estaré del otro lado de la luz con los brazos abiertos. Lloren, respiren y garantizo que todo estará bien. Luego vamos viendo. 

Con amor, 

su padre.

*Oskar Gutiérrez es uno de los lectores de SEMANA, quien se animó a contarnos cómo logró su meta en el 2018.