| Foto: Patricia Rincón

Hoja de vida

Carolina Wiesner: “Lo público es de todos y por eso es más valioso”

Por primera vez en 84 años el Instituto Nacional de Cancerología es dirigido por una mujer. Esta es la historia de su directora y de lo que implica ser mujer, madre y científica en una entidad de ese nivel.

3 de octubre de 2018

Carolina Wiesner fue seleccionada hace cuatro años por medio de una convocatoria para ocupar el cargo de directora encargada del Instituto Nacional de Cancerología (INC), pero solo fue nombrada en propiedad hace un año. Y es que todos los caminos parecían llevarla a este destino, no solo por su trayectoria de más de 20 años como investigadora de este Instituto, sino por su formación y visión de la vida, que en parte ha transcurrido en Japón.  

Una mirada rápida a su experiencia profesional muestra su interés científico por el control del cáncer a través de innumerables investigaciones. De hecho, durante su estadía en Japón trabajó en programas de prevención de cáncer. Pero salta también a la vista su gran interés por develar los aspectos sociales y humanos que condicionan a los pacientes de cáncer y su búsqueda de respuestas integrales para esta enfermedad, causa de muerte de 46.000 colombianos anualmente.

Carolina Wiesner es hija del médico ortopedista y fisiatra,  Jaime Emilio Wiesner Durán y Ligia Maria Ceballos, empresaria y joyera quien dirigió varios años el Museo de Artes y Tradiciones Populares de Bogotá. Sus antepasados alemanes se pueden entrever no solo en el color azul de sus ojos sino en su férrea disciplina y el empuje con el que se involucra en los temas que la apasionan, sin opacar con ello su capacidad de comprensión y sentido de justicia. En esto último, dice, aplica lo aprendido en Japón: “Primero escuchar y luego construir una postura fundamentada”. Ella combina estas cualidades con la creatividad y flexibilidad que exigen las múltiples situaciones extremas que debe enfrentar diariamente en el Instituto.  

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Como directora del INC, una entidad pública que recibe anualmente 7000 nuevos pacientes de cáncer, Wiesner tiene como objetivo no solo el control integral del cáncer, sino también la investigación y la generación de conocimiento enfocado a  definir los lineamientos de la política de salud alrededor de esta enfermedad. Para ello cuenta con un equipo de cerca de 1800 personas, la mitad de planta y la otra mitad vinculada con otro tipo de contrato.

Sobre lo que representa para ella ser la primera mujer que dirige el INC, ella respondió que “es el resultado del proceso histórico sucedido en Colombia en relación al acceso de la mujer a la educación. Represento a una generación en una sociedad que ha mostrado progresivamente un interés por que las mujeres tengan una buena educación. Pienso que en la generación de mi mamá se comenzaba a sentir la preocupación porque las mujeres fueran profesionales pero se hacía más énfasis en el matrimonio independientemente de que ellas también desearan su realización no solo como madres. Este interés fue más claro en nuestra generación en la que definitivamente las mujeres estudian igual que los hombres. Creo que yo represento esa cohorte de mujeres que estudia y logra consolidarse en una profesión como es la medicina. Para mí además supone el reconocimiento a mi trayectoria en el Instituto”.

¿Cómo conciliar su vida como Directora de una institución de la envergadura del Instituto que lidia con una  de las realidades más duras de la vida y su rol de madre?

A veces entra en conflicto porque la carga laboral es muy absorbente pero yo siempre he tenido claro que lo más importante es mi hijo, que es mi familia. Así que estoy atenta a los rituales y a los tiempos. Tengo horarios claramente definidos y procuro que los espacios dedicados a él se respeten y se mantengan.

¿El hecho de ser mujer ha representado un reto en su gestión?

El hecho de ser mujer hace una diferencia en la perspectiva pero también lo hace el haber vivido casi tres años en Japón, no tanto por el espíritu femenino sino por tener una mirada más hacia el trabajo corporativo. Por eso tengo mucho interés en el crecimiento institucional y no solo en el personal. Eso fue una impronta que me dejó Japón en donde siempre se piensa en lo colectivo, por eso me enfoco mucho en las necesidades institucionales.

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En realidad, han sido las otras personas las que me han hecho notar las diferencias de mi gestión por el hecho de ser mujer. Por ejemplo, conservando siempre el interés clínico y científico hago mucho énfasis en que la medicina sea más  social y humana. Esto ha coincidido con una reflexión mundial sobre las consecuencias del positivismo en medicina que busca que los centros de atención desarrollen herramientas para comprender las necesidades de las personas y no solo atender la enfermedad. Así que lo primero que hice fue separar las urgencias de los niños, de las de los adultos. Era terrible ver a las madres y sus hijos en medio de un montón de adultos con cáncer.

Además ahora intento encontrar una nueva naturaleza jurídica para el Instituto que nos permitirá en el futuro mejorar la remuneración. Por otra parte quiero seguir acondicionando la infraestructura de forma que todo esté bonito, limpio, pintado; si bien estas características fueron tenidas en cuenta previamente. Además de cuidar la estética y la limpieza me enfoco en lo humano, lo que supone tener en cuenta los procesos del personal que trabaja en el Instituto. Así que si alguien se retira luego de dar muchos años de trabajo a la institución se le hace el debido reconocimiento, como un ritual con todos sus detalles.

Quizás también el hecho de tratar que las decisiones se tomen de forma colegiada y no de forma impositiva. Primero escuchar, algo que es muy japonés y luego construir una postura fundamentada.

¿Cómo es trabajar en una empresa social del estado como el INC?

El hecho de tener una trayectoria en el Instituto, que es una entidad pública, me permitió entender la envergadura de lo público. En Japón y en los países europeos la definición de lo público es diferente.

En Colombia, lo público se mira como servicios para aquellos que no tienen capacidad de pago, se cree que lo público no es de nadie y que es sinónimo de corrupción, de mediocridad. Por mi trayectoria en el Instituto he comprendido el valor de lo público que es precisamente todo lo contrario: lo público es de todos y por ello es más valioso. Los recursos públicos son sagrados, son ganancias colectivas que deben generar valor público no sólo en términos de rendimientos financieros sino en los beneficios colectivos en búsqueda de la equidad.  

Esto se ha ido consolidando en el Instituto y para mi es el mayor orgullo defender a las instituciones públicas por el valor que pueden agregar al bienestar de la ciudadanía. El Instituto recibe toda la realidad del país y hay que responder a esta. Los pacientes que llegan allí son campesinos, personas del régimen subsidiado, trabajadoras, en fin, la expresión de todas las inequidades y, sin embargo, es gracias a esas personas que el país se mueve. Conocerlos muestra lo que en realidad es Colombia, esas personas necesitan contención frente a la vivencia de una experiencia con cáncer; son personas agradecidas y se emocionan con cosas vitales, valores sencillos pero fundamentales.

¿En qué nivel se encuentra el Instituto con relación a otras instituciones?

Por su trayectoria, el Instituto ofrece una alta calidad en la atención y está muy bien posicionado; se considera un legítimo orgullo de los colombianos. Es de los pocos hospitales públicos que no han tenido situaciones de corrupción o influencias políticas que hayan afectado su altísimo nivel científico. Creo que el proceso de construcción de 84 años la hacen una institución muy sólida, legítima en donde trabajan y se forman los médicos de primera y segunda especialidad y en donde hay posibilidad de compartir todos los  saberes, de realizar un trabajo multidisciplinario en el que los médicos sienten el soporte para efectuar labores complejas. El médico está apoyado por todos los servicios diagnósticos: patología, laboratorio, imagenología, medicina nuclear, genética, física, radiofarmacia y personal calificado. Hay una estructura muy sólida y todos esos incentivos hacen que las personas trabajen con gusto a pesar de que el régimen de remuneración es totalmente desproporcionado dada la naturaleza jurídica del instituto como empresa social del estado.

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El instituto está a la vanguardia de la tecnología incluso muy por encima de centros privados puesto que se ha podido invertir en la adquisición de nuevas tecnologías en un ejercicio muy juicioso de vigilancia y evaluación tecnológica enfocada en el valor que aporta en diagnóstico, tratamiento o cuidado paliativo, seguridad para los  pacientes con cáncer, así como para los funcionarios.

Los países europeos han mostrado que para el tratamiento del cáncer, los centros públicos ofrecen mejores herramientas tecnológicas y de calidad que los centros privados.

Tenemos una radio farmacia pública que produce los radio-fármacos para medicina nuclear y PET. Producimos estos fármacos para los pacientes a un precio que contribuye con la sostenibilidad del sistema de salud y permite modular el mercado. Y también tenemos cirugía  mínimamente invasiva asistida por robot que está siendo objeto de evaluación tecnológica.

¿Qué le diría a las mujeres científicas de hoy desde su experiencia?

Son muchas las mujeres colombianas que han sido y son médicas y científicas. Para todas ellas mi abrazo de empatía, reconocimiento y solidaridad. Entre las nuevas generaciones de mujeres veo a personas extraordinarias con una capacidad enorme de disciplina, productividad y creatividad. Procuro darles a las mujeres jóvenes que trabajan en investigación en cáncer todas las oportunidades e incentivos pues se lo difícil que es hacer investigación en Colombia y más aún en el sector público.

Yo siento que a veces no encontré las condiciones que esperaba tener y por eso, quiero impulsarlas a abrir caminos. También les diría a las mujeres científicas que no se olviden de tener y de disfrutar de sus hijos y de ser capaces de construir condiciones para poder hacer bien las dos cosas. No se trata de ser como los hombres. El siglo XX fue difícil para las mujeres profesionales y yo diría que en el siglo XXI se han abierto múltiples posibilidades para la creación de un mundo diferente y afortunadamente cada vez más femenino.