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PSICOLOGÍA

El impacto emocional de tener un nombre raro

Batman, Carsito, Pantaleón, Élsida son ejemplos de la creatividad de los colombianos al escoger el nombre para sus hijos. Los expertos advierten del efecto que pueden tener esas excentricidades.

21 de julio de 2018

Durante el Mundial Rusia 2018, la Registraduría Nacional publicó un dato curioso: cada día, más de diez niños son registrados con el nombre de alguno de los jugadores de la Selección Colombia. Y no es un fenómeno nuevo. Desde 2014 van 239.880 bebés bautizados como estos ídolos.

Es así como en el país ya existen más de 700 James, 50 Radamel y 6 Pékerman. La nueva moda, advierten algunos, será Yerry, nombre con el que fue bautizado Mina, el defensa central estrella del equipo colombiano y del que ya se tienen registros de Yerry Esneiber, Yerry Jesús o Jerry Yonaiker. Incluso por estos días se volvió viral un meme que decía: si tengo un hijo, lo llamo Yerry y si es niña, Yerrymina. El caso más reciente fue el niño bautizado Luca Modric Gómez Arango.

Cada año más de 12.000 colombianos llegan a las notarías para cambiarse de nombre, y las cifras van en aumento.

Aunque este fenómeno corresponde a una forma de rendir tributo a la pasión del fútbol y sus figuras, pone en evidencia una simpática tendencia que se extiende más allá de la cancha: el ingenio de los colombianos a la hora de registrar a sus hijos con nombres poco comunes. No por nada, casos como los de Millos David, Mazda Altagracia o Nétflix de Jesús han sido la comidilla de las redes sociales en los últimos años. Bien decía el escritor y periodista Alberto Salcedo Ramos que “en Colombia solo hay que pedirle el registro civil al prójimo para saber si es de los que nacieron con estrella o de los que nacieron estrellados”.

Desde que Salcedo escribió aquel texto, poco o nada ha cambiado. Nombres como Batman, Carsito, Pantaleón, Anacleta, Chidopuma, Gokú, Pescado, Necidad o Topo, hoy son algunos de los ejemplos más excéntricos que aparecen registrados en la Superintendencia de Notariado y Registro (SNR) del país.

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El fenómeno es tal, que Jairo Alonso Mesa, director de la institución, asegura que cada año más de 12.000 colombianos llegan a las notarías para cambiarse de nombre, y las cifras van en aumento. Solo entre enero y mayo de 2018 se presentaron más de 5.100 cambios, cifra que podría superar las 12.400 personas que el año pasado decidieron ‘rebautizarse’ o los 12.181 en 2016. Bogotá, Cali y Medellín son las ciudades donde más se hace este tipo de actuaciones.

Si bien las razones varían entre errores ortográficos o casos en los que las personas desean ponerse el nombre de su película o actor favorito, como Jorge que decidió llamarse Robin Hood, el experto asegura que la razón principal es el disgusto con su nombre.

El psicólogo forense Belisario Valbuena asegura que este fenómeno tiene su origen en las modas, gustos o fanatismos de los padres, pero contrario a lo que parece, su intención es destacar en su hijo los rasgos específicos que lo definirán en un futuro. “Es común que en estratos inferiores bauticen a sus hijos con nombres extranjeros como Steven, Jeison o Brayan, pues piensan que esto les dará un mayor estatus dentro del grupo social”. Pero, dice el experto, ignoran que el nombre influye en gran medida en la construcción de la identidad futura, y algunos podrían generar más burlas y discriminación que beneficios.

Juan Camilo, un joven de 24 años que cambió su nombre en 2010, evidenció varios de estos conflictos. “Primero, tenía el mismo nombre que mi padre (Emeterio) y creo que esto inmediatamente irrespeta la individualidad del nuevo sujeto que llega al mundo”, asegura. Heredar el nombre de su progenitor significaba tener que cumplir ciertas aspiraciones con las que no se identificaba. Tiempo después, vinieron las presiones en el colegio, donde el matoneo era el pan de cada día. “A esa edad uno está buscando ser aceptado en cualquier grupo social y es complicado que de primerazo te rechacen por el nombre”. Finalmente, estaba la dificultad al interactuar con las mujeres. “Cuando le gustaba a una niña, averiguaba mi nombre y perdía el interés. O a veces simplemente todas sus amigas se burlaban de mí”, recuerda.

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Élsida tampoco soportó el nombre que le escogieron sus padres. Sus compañeros de colegio la atormentaban llamándola “el sida” y luego de tantas burlas, a los 18 años recién cumplidos, fue a la notaría más cercana e hizo el cambio. Otro caso fue el de Gokú, quien recibió ese nombre porque sus padres eran fanáticos de un personaje de la famosa serie Dragon Ball Z. Se cambió el nombre a Roberto. La razón fue la misma: las permanentes burlas de sus compañeros de colegio. En Sogamoso, Danniyair también siguió el mismo camino: ahora es Daniel Alejandro.

Muchos también hacen el cambio porque tienen nombres ambiguos que generan confusión sobre su género. Otros, simplemente porque no se sienten a gusto. María Piedad, por ejemplo, sin contarle a nadie, apenas cumplió 18 años fue a la notaría a quitarse el segundo nombre porque el sacerdote lo escribió mal en la partida de bautismo: María Pidad. “Lo peor era cuando llamaban a lista del colegio porque ninguna profesora sabía cómo pronunciar mi nombre y eso me hacía sentir ridícula”.

El impacto social y psicológico del nombre ha sido bastante estudiado por la ciencia. Algunas investigaciones sugieren que pueden influir en varios aspectos de la vida como la elección de la profesión, las calificaciones en el colegio, el lugar de residencia y hasta si conseguirá un trabajo. Según la escritora rusa Maria Konnikova, la influencia del nombre en el comportamiento responde al efecto conocido como egotismo implícito: inconscientemente las personas prefieren estar cerca de ambientes o cosas que tengan algo en común con ellos. Eso también aplica para el nombre. “Por ejemplo, si estoy eligiendo entre dos marcas de autos, en igualdad de condiciones, yo preferiría un Mazda o un Kia por mis iniciales”, explica la psicóloga.

Aunque parezca un tema superficial, el nombre tiene un gran peso en la vida de las personas y su elección no se puede tomar a la ligera. El nombre es el sello de una persona, y como lo afirmaba el reconocido autor Dale Carnegie, el sonido más dulce para esa persona.

Aunque para muchos sea una casualidad, el nombre, y hasta el apellido, podría determinar la profesión. Algunos casos son insólitos: Carlos Entrena, fisioterapeuta de la Selección Colombia o el general Manuel Guerrero Paz, exministro de Defensa del gobierno de Virgilio Barco.

Es por eso que los expertos advierten que un nombre raro, llevado al extremo, también puede llegar a tener impactos negativos en la construcción de la identidad. De hecho, uno de los primeros estudios al respecto, realizado por la Universidad de Harvard, encontró que los hombres con nombres inusuales eran más propensos a reprobar materias en el colegio o exhibir síntomas de neurosis psicológica que aquellos con nombres comunes. Otra investigación, adelantada en Estados Unidos en 2004, demostró que los nombres juegan un papel fundamental al aplicar a un trabajo. Aquellos que los autores identificaron como ‘nombres de blancos’ o más comunes, recibían 50 por ciento más llamadas que el resto. Es decir, tenían una ventaja equivalente a ocho años de experiencia laboral respecto al resto.

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En Suecia un experimento mostró algo similar. Al estudiar a un grupo de inmigrantes que habían cambiado sus nombres asiáticos o africanos por otros más suecos o neutrales, los científicos encontraron que estos recibían 26 por ciento más ingresos salariales en comparación con sus compatriotas que no lo cambiaron. Ambos estudios evidencian el poder intrínseco del nombre, pero sobre todo lo que dice sobre el pasado étnico, religioso, social y económico. ParaValbuena esto obedece a que, además de sonoridad, el nombre genera una imagen. “Permite construir características que si bien no son reales en sí mismas, influyen en la impresión que tendrá el mundo sobre alguien”.

Aunque parezca un tema superficial, el nombre tiene un gran peso en la vida de las personas y su elección no se puede tomar a la ligera. El nombre es el sello de una persona, y como lo afirmaba el reconocido autor Dale Carnegie, el sonido más dulce para esa persona. Eso significa que los padres deben tomarse el tiempo para escoger bien el de sus hijos sin dejarse llevar por las modas del momento, como hoy está sucediendo con la ‘Yerrimanía’.


Yo me llamo:

Estos son algunos de los nombres más curiosos registrados en el país.

• Waramayn
• Eisenhower
• Jesucristo Hitler
• Sinforoso
• Gunnaringumu
• Zubarr
• Gokú
• Pescado
• Chidopuma
• Ponopono
• Millos David
• Doney