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16 y 70 años: las dos edades a las que la gente es más feliz

Un estudio identificó que hay dos momentos en la vida en que un individuo experimenta la mayor satisfacción con la vida. Estas son las razones.

13 de febrero de 2019

¿Qué tienen en común Mackenzie Foy, la actriz de la película Interstellar, y el aclamado actor Robert de Niro? Aparentemente que ambos son celebridades, pero en realidad lo que más los une es que ambos se encuentran en las edades en que el ser humano es más feliz. De acuerdo con un estudio hecho por Resolution Foundation, un tanque de pensamiento del Reino Unido, los niveles de felicidad alcanzan un máximo a estas edades. Por lo tanto, tener 17 como Foy y 70 como De Niro, los convierte en individuos satisfechos con la vida.

El estudio fue hecho con datos de la Oficina Nacional de Estadística de ese país durante siete años en los cuales los británicos calificaron de 1 a 10 su satisfacción con la vida, su felicidad y nivel de ansiedad.  El análisis mostró que la felicidad tiene forma de U, y va declinando de los 17 hasta los 50. La mala noticia, entonces, es que a partir de los 17 años es una cuesta abajo en términos de felicidad, pero la buena es que a partir de los 50 las cosas empiezan a mejorar hasta los 70 cuando  llega a su máximo. Entre los 17 y los 50, sin embargo, las cosas no son color de rosa.

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No es la primera vez que este tipo de hallazgo sale a flote en una investigación. Un estudio hecho en 2014 por Hannes Schwandt, entonces un economista vinculado a la Universidad de Princeton que hacía una pasantía en el London School of Economics, encontró que la felicidad tenía forma de U y en términos generales los mejores momentos de la vida eran los 16 y los 70 años. La explicación de su hallazgo es sencilla: a la edad de Foy la gente sobreestima la satisfacción futura debido a que tiene expectativas muy altas y poco realistas de la vida. Pero a medida que pasan los años, los jóvenes se dan cuenta de que muchos de sus sueños son inalcanzables –o simplemente de que la vida no es el lecho de rosas que se imaginaban– y ese optimismo decae lentamente hasta llegar a un punto muy bajo. De hecho, Schwandt encontró que la edad donde se alcanza la mayor insatisfacción es entre los 40 y los 50 años, “porque estos adultos llevan el peso de las aspiraciones no realizadas y soñadas en sus años jóvenes”, dijo el experto a SEMANA.

Sin embargo, en la medida en que la gente se acerca a la tercera edad, empieza a liberarse del peso de sus frustraciones y acepta la vida tal y como la vivió. Por ello cuando llegan a los 69 años están tan satisfechos como a los 23. Según el estudio de Schwandt, los jóvenes de 20 años sobrestiman la satisfacción en un 10 por ciento y los adultos de 69, en un 4,5 por ciento. El aumento de satisfacción al final de la vida, según explica el experto, se da porque la gente cree que la vejez va a ser peor de lo que realmente es.

El mismo patrón de la U se ha visto incluso en estudios en los que se analiza la edad con diferentes factores como el riesgo de suicidio, el uso de antidepresivos o la satisfacción con la carrera. En estos casos también el punto más bajo se presenta entre los 45 y los 50 años. Pero después de este momento, las cosas mejoran tal vez  porque luego de tantos fracasos, humillaciones y frustraciones la gente aprende a no esperar mucho de la vida. Para sorpresa de todos, el bienestar aumenta, lo que deja a la gente a los 69 años otra vez muy satisfecha porque las cosas resultaron mejor de lo presupuestado.

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Alexander Weiss, un psicólogo de la Universidad de Edimburgo, sostiene que este patrón podría tener un origen biológico y por consiguiente ocurriría en todo el mundo, e incluso en otras especies animales. Para probarlo diseñó un estudio con orangutanes y encontró que ellos son más felices al final de la vida y que, al igual que los humanos, entran en una crisis entre los 28 y 30 años, el equivalente a la edad mediana en ellos. 

Es posible que el cerebro de las personas esté diseñado para sentir mucho optimismo en la juventud y para no sentir tanto remordimiento durante la vejez. Un estudio hecho por Stefanie Brassen, de la Universidad de Hamburgo, así lo confirmó. La experta analizó un grupo de 20 jóvenes y los comparó con otro compuesto por igual número de viejos. 

Encontró diferencias abismales en los escáneres de cerebro de cada grupo de edad, que llevan a pensar que los jóvenes tienden a mirar las oportunidades fallidas y las pérdidas con arrepentimiento y dolor, mientras que los viejos no. Brassen concluyó que el control de esos sentimientos de culpa en la tercera edad sería un mecanismo de defensa para mantener cierto nivel de felicidad en dicha etapa de la vida. 

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A pesar de lo anterior, Schwandt considera que el fenómeno de la U debe ser multicausal y el factor biológico es importante pero no lo explica todo. En efecto, Weiss cree que estos resultados pueden deberse a que la gente deprimida y triste tiende a morir más joven, de modo que la población de la tercera edad estaría integrada solo por viejos saludables y felices. 

También es posible que la vida sea un aprendizaje y que a los 69 años la gente ya sepa reconocer qué cosas están bajo su control y cuáles no. En ese sentido, desconectarse del remordimiento es una estrategia protectora en los viejos, quienes tienen menos tiempo y oportunidades para cambiar el curso de su existencia. Esta realidad evitaría que se frustren y depriman por situaciones que ya no pueden modificar. En contraste, los jóvenes tienen la vida por delante y suficiente margen de maniobra para tomar otro rumbo las suyas.

En ese sentido, este patrón vital en forma de U es beneficioso. “Es bueno que los jóvenes sean optimistas y que los viejos no tengan altas expectativas”, dice Schwandt. Sin embargo, este tipo de trabajos sí podría ayudar a cambiar la situación de los que están en el medio, es decir los cuarentones y cincuentones que cargan con el peso de la frustración de todo el ciclo vital. “Tienen que entender que la vida que les espera no es tan mala”, dice Schwandt.