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Los compromisofóbicos

Cada vez hay más hombres y mujeres que no encuentran una relación estable porque le temen a cualquier clase de compromiso.

9 de septiembre de 2002

Si invita a una mujer mas de tres veces siente que a la cuarta ella saldrá con el vestido de novia puesto. Entonces, en ese momento, emprende la huida. Hubo una ocasión en que superó la cuarta cita. Pero fue una excepción muy rara.

Gustavo, de 38 años, llegó a pensar en ese momento que había encontrado a la mujer con la que siempre había soñado. Pasaba días enteros con ella y sentía que por fin lograba abrirle su corazón a otra persona. Ella era independiente, como él, y aunque compartían muchos momentos su rutina de vida se mantenía más o menos igual. A los tres meses le propuso que se casaran. Ella dijo que no estaba lista todavía y él respiró aliviado.

Pero la relación fue evolucionando. Su familia la conoció y la comenzó a apreciar. Entabló buena química con sus amigos y poco a poco se le fue metiendo al rancho. Cuando ya llevaban un año ella le propuso que vivieran juntos. Pero él ya no estaba listo. Su amor, que en un principio era infinito, para entonces ya estaba lleno de dudas. Era como si su verdadera naturaleza de hombre soltero comenzara a emerger después de ese año de idilio. Si llevaba 13 meses sin ni siquiera notar a las mujeres que lo rodeaban apenas ella habló de vivir juntos las comenzó a ver a todas y más bonitas.

Era el momento de partir y volver a comenzar. "Es que a mí me gusta levantarme por la mañana y decidir qué quiero hacer. Y no me gusta sentir que alguien tiene expectativas sobre un futuro conmigo", afirma Gustavo, con un récord extenso en romper corazones.

Gustavo es un típico compromisofóbico. Su miedo a la intimidad es una de las 'plagas' que más azota a las generaciones entre 25 y 40 años en todo el mundo. El fenómeno es tan preocupante que en Australia, por ejemplo, se convirtió en un problema de Estado y fue necesario hacer toda una campaña para promover que los hombres finalmente se dejen atrapar. El parlamentario Ross Cameron atribuye a esta fobia la crisis de fertilidad que azota a este país. Según él, la creencia de que algo mejor vendrá y que por ello deben mantener las opciones abiertas ha ocasionado un descenso peligroso en la natalidad. "Las mujeres se comprometen en relaciones que terminan sin realizarse y les hacen desperdiciar su ventana de fertilidad", dijo Cameron ante el Parlamento. Aunque en Colombia está lejos de ser un asunto público lo cierto es que cada vez más mujeres se quejan de que en cuanto a hombres, que los hay los hay, pero con ninguno se puede establecer una relación estable y duradera.

Los compromisofóbicos, que pueden ser hombres o mujeres, tienen rasgos comunes y fácilmente detectables para un ojo experto. Se enamoran a primera vista; quieren intimidad y tener relaciones sexuales rápidamente y huyen de cualquier conversación que tenga como tema el noviazgo. "Las mujeres después de los 24 se sienten inteligentísimas y quieren analizar la relación cada dos meses", dice Santiago, un politólogo de 25 años que a pesar de su corta edad tiene el perfil del compromisofóbico. "Ellas empiezan a hacer preguntas del tipo 'tú y yo qué venimos siendo' y cuando dicen eso ya no me las aguanto".

Tampoco quieren conocer a la familia del otro, y si es posible ni siquiera a los amigos ni mucho menos que su pareja se involucre con los suyos; tienden a mantener una distancia, un mundo interior al que el otro no tiene acceso, y jamás conjugan ningún verbo a futuro -ni en plural- con su pareja. Cada vez que encuentran algún escollo comienzan a pensar que algo va mal con la pareja porque imaginan que las relaciones son fáciles o que, en cualquier caso, no hay que hacer esfuerzos para mantenerlas.

En vez de forjar un vínculo cada vez más sólido se quedan en la superficie. Les gusta compartir su tiempo pero no a sí mismos. Y, sobre todo, siempre mantienen la fantasía de que alguien mejor, más lindo o ideal para ellos existe en otra parte. Eso le sucede a Juan Alberto, un arquitecto de 28 años que considera que todavía tiene mucho tiempo por delante, muchas mujeres por conocer y que no quiere renunciar a todas esas posibilidades que le brinda la soltería.

Los compromisofóbicos tienen la mente dividida. "Por un lado quieren comprometerse y por otro desean ser libres, en muchos casos con la misma intensidad", dice Steven Carter en su libro Del amor al compromiso, que trata sobre este tema.

Algunos atribuyen este problema a la experiencia que cada individuo ha tenido frente a las relaciones afectivas, no sólo las que observaron entre sus padres durante la infancia sino también las que han tenido como adultos. En ese sentido crecer en un hogar en el que los padres se han divorciado puede crear la falsa idea de que dedicarle tiempo y esfuerzo al amor no vale la pena.

Tener padres inaccesibles emocionalmente también está en la raíz de este problema. Cuando la persona tuvo un padre lejano y frío tiende a establecer relaciones poco íntimas porque así se siente como en casa. Lo mismo sucede cuando se ha tenido una mala experiencia que no se ha podido superar, como la muerte de un ser cercano o la pérdida de una persona a la que se estaba muy aferrado. En estos casos las personas no quieren comprometerse por miedo a ser rechazados y abandonados y "por eso intentan abreviar el proceso o esquivarlo", dice Carter. En otros se conectan pero de una manera muy distante, con lazos muy débiles que les permitan irse sin sufrir mayores traumatismos.

El hecho de que los niños de hoy estén creciendo en la soledad porque sus padres trabajan y tienen muy poco tiempo para ayudarles a desarrollar su capacidad de afecto agrava la situación. "Como no desarrollan esa capacidad viven en una constante angustia existencial, buscan experiencias nuevas aunque en el fondo no saben lo que quieren porque no tienen el concepto de un vínculo afectivo estable", dice el siquiatra Germán Aguirre.

Pero también hay razones culturales, como la liberación femenina, la revolución sexual y el cambio de roles. Todo esto ha disparado la fobia al compromiso en ambos sexos. Las mujeres quieren seguir los pasos de los hombres y los hombres tienen miedo de relacionarse con mujeres que no sigan los patrones tradicionales de la mujer sumisa y pasiva. Según la sicóloga Gloria Luz Correa, "aunque valoran que se eduquen y trabajen en altos cargos, los hombres tienen miedo de que su pareja sea demasiado independiente. Al mismo tiempo, las mujeres sienten temor de que los hombres quieran que ellas los mantengan".

La distribución de la población también tiene un papel importante según Audrey Chapman, terapista de familia y autora del libro Siete actitudes para encontrar a un hombre amoroso. Según explicó a SEMANA, en sociedades en las que hay más mujeres que hombres ellas tienden a hacer un esfuerzo mayor por mantener la pareja y este tipo de actitudes hace que los hombres se sientan acosados y, al percibir la ansiedad de su compañera, los asusta más la perspectiva de un compromiso formal. "Por eso yo prefiero salir con niñas más jóvenes porque las de más de 25 años tienen P.h.D pero en exigir", afirma Diego, quien dice que ninguna relación le dura más de dos semanas. Esta ausencia de compromiso es mayor si el acceso a la sexualidad entre la pareja es rápido y fácil.

Otro factor que puede explicar esta epidemia de compromisofóbicos es la pérdida de muchos valores que antes eran propios de las parejas y que el cine y los medios de comunicación se han encargado de trivializar e incluso subvalorar, tales como la tolerancia, la paciencia y la responsabilidad. "No hay tiempo ni interés para escuchar al otro o para acompañarlo en tareas cotidianas no tan emocionantes como irse de fiesta o hacer el amor", dice la doctora Correa.

Muchas personas también tienden a considerar que el matrimonio significa la pérdida de la libertad individual y por eso tratan de sacarle el cuerpo el mayor tiempo posible pero terminan en el altar más por presión social que por convencimiento. "A la gente no le enseñan a administrar la libertad, sostiene la experta. El compromiso más importante es con uno mismo. Si uno no sabe qué quiere de la vida es muy difícil que otra persona le resuelva ese interrogante".

En la mayoría de los casos la relación con un compromisofóbico termina porque el que sí quiere comprometerse se cansa de esperar un cambio en la otra persona. Pero en algunos casos las relaciones se mantienen mucho tiempo porque la contraparte tampoco está interesada en relaciones a largo plazo debido a que también le teme al compromiso. Estas personas se refugian en vínculos que no prosperan o que desde el comienzo no tienen ningún futuro por el simple miedo a verse involucradas en un noviazgo más estable (ver recuadro). Así, le ponen mucho empeño a relaciones que no les convienen y evitan las que podrían salir bien. "Si tiene un romance de lejos, o un affaire con un hombre casado, hay grandes posibilidades de que sea también compromisofóbico", dice Carter, aunque siempre le eche la culpa a los demás de sus desgracias afectivas.

La mayoría de compromisofóbicos puede repetir ese comportamiento a lo largo de su vida y llegar a terminar solo, quejándose de que nunca encontró alguien a quien amar de verdad. Pero el fin no tiene porque ser tan drástico pues, según los expertos, es posible alcanzar una relación estable si se toman ciertas medidas, como dejar de culpar a los demás, encontrarse a sí mismo, no vivir en fantasías sino aceptar la realidad, controlar la ansiedad y tener valor para tener intimidad con otro, lo cual implica dejarse conocer. Sólo entonces, dicen los sicólogos, cuando vaya por la cuarta cita no sentirá la paranoia de ver a la mujer vestida de novia. Al contrario, sentirá ganas de morder el anzuelo.