| Foto: Javier de la Torre

PSICOLOGÍA

Los hijos mayores son más inteligentes que los menores

Un estudio reciente de la Universidad de Leipzig, Alemania, sostiene que el orden de nacimiento influye decisivamente en el coeficiente intelectual.

7 de noviembre de 2015

La gente siem- pre ha querido saber qué tanto impacto tiene en la personalidad haber sido el mayor, el del medio o el cuba de la familia. La creencia popular sostiene que los primeros se destacan en lo académico y son líderes innatos, mientras que los menores son consentidos y rebeldes. Los del medio, atrapados entre estos dos, resultan indescifrables: a veces diplomáticos, a veces independientes.

Hasta ahora los estudios científicos no habían logrado resultados concluyentes al respecto. Sin embargo, según una reciente investigación el orden no altera el resultado, como sucede a veces en las matemáticas. Para el trabajo, publicado en la revista Pnas, el hijo mayor no es más neurótico ni extrovertido ni meticuloso que el benjamín. Pero sorprendentemente, descubrió que el orden de nacimiento sí impacta en cuanto a quién es el más inteligente. El resultado coincide con evidencia anterior según la cual los primogénitos tienen una ventaja cognitiva solo por el hecho de llegar de primeros. Así, cada nuevo hermano tendría menos puntos de coeficiente intelectual (C.I.).

El científico Francis Galton notó este fenómeno por primera vez hace más de 100 años, al observar que la mayoría de sus colegas eran primogénitos. Desde entonces, los estudios han encontrado evidencia de que estos individuos son los más cautelosos y aplicados. Pero solo ahora la ciencia ha logrado detectar una relación más clara.

En 2007, por ejemplo, un grupo de científicos noruegos encontró que la diferencia entre el primer hijo y el segundo era de casi 3 puntos del C.I., una cifra que puede parecer insignificante pero que, según los investigadores, podría marcar la distancia entre un 4 y un 3,5 en el promedio académico, o el factor que determine ser o no admitido a una universidad de elite.

El estudio noruego analizó datos de salud y C.I. de alrededor de 240.000 hombres de 18 y 19 años. Luego de controlar variables como la educación de los padres, la edad de la madre y el tamaño de la familia, los investigadores encontraron que los mayores tenían en promedio un total de 102,2 puntos de C.I., 3 por ciento más que el segundo y 4 por ciento más que los terceros.

Las teorías para explicar el fenómeno son variadas. Según Julie M. Rohrer, quien dirigió la investigación de Leipzig, los hijos que van llegando diluyen los recursos de los padres, idea que coincide con lo que pensaba Galton. De esta forma, la diferencia se debería a causas no tanto biológicas como ambientales, pues el primogénito goza por unos años de la atención exclusiva de los padres. “Pero cuando llega otro, deben dividir la atención y los recursos financieros entre ambos. El segundo nunca va a disfrutar de esa atención completa de los padres y el tercero mucho menos”, dice Rohrer a SEMANA.

La hipótesis del tutor, según la cual el mayor de los hermanos actúa como profesor de los menores también ayuda a entender es- ta relación. “Enseñar tiene una demanda cognitiva muy grande pues el niño debe evocar su propio conocimiento, estructurarlo y pensar en una manera efectiva de comunicarlo a su hermano”. Todo ese trabajo intelectual le aportaría puntos a su intelecto.

Una tercera teoría, conocida como profecía autocumplida, sugiere que los hijos mayores imitan a sus padres y cuando se encuentran frente a sus hermanos menores, asumen desde su nicho el papel de los adultos: los guían, educan y sirven de ejemplo.

El efecto de la inteligencia en el orden de nacimiento se replica muy bien en muestras grandes, pero, según explica Rohrer, son promedios, lo cual significa que si bien el resultado se aplica en la mayoría de familias, no todas cumplen el patrón. “En nuestra muestra encontramos que en las familias de dos hijos, el primero era más inteligente 60 por ciento de las veces, pero el segundo lo era en el 40 por ciento”, dice.

En efecto, el psicólogo Frank Sulloway, autor del libro Born to Rebel, ha visto que los hijos que nacen después a veces superan a los mayores en las pruebas de inteligencia. Esto sucede porque los menores se benefician de la madurez no solo de los padres sino de sus hermanos mayores, una dinámica que podría cancelar la ventaja que el mayor recibe de sus padres.

Según Sulloway, la diferencia en C.I. entre el primero y el segundo puede ser mayor si las madres tienen un nivel educativo más alto, ya que tienden a tener menos hijos y a mayor edad, variables que ejercen un impacto sobre el C.I. de los hijos. Sulloway también ha notado que las diferencias en C.I. son más pequeñas en familias grandes. En una de cuatro hijos, por ejemplo, el tercero y el cuarto tienen una brecha de apenas 0,2 de C.I. “La mayor variación se vería entre los mayores y los segundos hijos”, dice el experto.

Algunos critican estos estudios porque consideran que poner los ojos sobre el C.I. es irrelevante hoy, cuando se sabe que operan muchos factores como la creatividad y la inteligencia emocional, que pueden ser mucho más contundentes en el intelecto. Sulloway admite que el C.I. solo no significa nada y que muchos de los factores que inciden en el éxito de una persona tienen que ver más con la forma como la gente usa la inteligencia que con esta en sí. “Si tuviera que elegir entre 2,3 puntos extra de C.I. y tener la curiosidad enorme de Charles Darwin, sin duda me quedo con la segunda”, dijo el experto al diario The New York Times.

Además, hay evidencia de que los hijos que nacen más tarde utilizan su inteligencia de manera diferente a la de los primogénitos. Estos últimos no tienen ese pensamiento poco convencional, muy difícil de medir que sí esbozan sus hermanos menores y que les permite salirse de sus libretos y ser más creativos. Abundan los ejemplos: Nicolás Copérnico, el astrónomo que desafió a la Iglesia al aseverar que la Tierra no era el centro del universo, era el más joven de cuatro; René Descartes, el menor de tres, es considerado el padre de la geometría analítica y de la filosofía moderna, y Charles Darwin, el quinto de seis hermanos, escribió El origen de las especies, uno de los libros más revolucionarios de la historia.

Curiosamente eso explicaría, dice Sulloway, por qué más primogénitos han ganado Premios Nobel. La razón es que estos galardones se han otorgado más por avances en la comprensión de un tema que por una innovación radical.

Otros critican las metodologías usadas en este campo, pero el estudio de Leipzig parece haber acallado a estos críticos. No solo usó una muestra amplia, bases de datos de más de 5.000 estadounidenses, 4.500 británicos y 10.000 alemanes, sino que empleó una metodología novedosa. De hecho, es el primero en analizar los efectos del orden de nacimiento en muestras dentro de las mismas familias, además de comparar resultados entre grupos de familias.

Eso no quiere decir, como dice Rohrer, que los hermanos no sean importantes en el proceso de esculpir la personalidad de cada cual. Simplemente estos efectos no se pueden reducir a categorías tan simplistas como que el primero es el más aplicado, el segundo el más sociable y el tercero rebelde. “Tal vez no hay que preguntarse quién nació primero sino si son amigos, si compiten entre sí, si se ayudan, etcétera”.

Pero en cuanto a la relación entre orden de nacimiento e inteligencia, el trabajo aumenta aún más el interés, pues confirma resultados de estudios previos a pesar de que la diferencia entre uno y otro sea pequeña. Esta evidencia podría resultar importante para establecer pautas de crianza que permitan a todos los hijos obtener los recursos necesarios para desarrollar sus capacidades plenamente. Rohrer da en todo caso un parte de tranquilidad para quienes llegaron a este mundo después de sus hermanos: su C.I. será en promedio más parecido al de los mayores que al de una persona extraña a la familia.