Este libro del científico Lewis Wolpert fue publicado el martes pasado en el Reino Unido y la versión digital está a la venta en internet. | Foto: Fotomontaje: Javier de la Torre Galvis - Semana

CIENCIA

Los hombres sí son de Marte y las mujeres de Venus

Un nuevo libro demuestra con base científica que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. Además señala que estas diferencias de género han sido esenciales para la evolución de la humanidad.

20 de septiembre de 2014

Cuando el psicólogo John Gray publicó el libro Los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, hace más de 20 años, su teoría causó revuelo porque resalta las diferencias de género y para muchos reafirma los estereotipos que para algunos solo contribuyen a promover una cultura sexista. Desde entonces la discusión sobre esa tesis ha sido interminable y varios autores han dicho que no es más que un mito. Inclusive, los más críticos la han tildado de “pseudociencia neurosexista”. Pese a esto, quienes apoyan a Gray creen que hay suficiente evidencia científica para corroborar su obra. 

Uno de ellos es Lewis Wolpert, científico británico de la Universidad de Oxford especializado en la biología del desarrollo, ciencia que estudia los procesos mediante los cuales los organismos crecen y se desarrollan. La semana pasada salió a la venta su libro Why Can’t a Woman Be More Like A Man? - The Evolution of Sex and Gender (¿Por qué una mujer no puede ser más como un hombre? – La evolución del sexo y el género). El autor concuerda con Gray no solo por las diferencias físicas entre los sexos, bastante notorias, sino porque piensan, sienten, dicen y actúan de manera distinta. “Este tema es muy delicado y puede herir susceptibilidades. Lamentablemente en los últimos años se ha ignorado buena evidencia biológica que ofrece claves sobre la conducta humana, pues se hace mayor énfasis en los factores sociales”, dijo Wolpert a SEMANA. 

Las diferencias entre hombres y mujeres, según Wolpert, se manifiestan desde antes del nacimiento, pues los genes que controlan el desarrollo del embrión en el óvulo fecundado determinan el sexo del feto. Todo depende de si el espermatozoide tiene un cromosoma X o Y. Cuando nace el bebé ciertos comportamientos pueden revelar reacciones tempranas distintas según el género. Por ejemplo, ellas pueden observar un rostro detenidamente 40 horas después del parto, mientras que a ellos les cuesta más y se distraen con cualquier objeto que se mueva. Entre el primero y el segundo año de vida ya es evidente que los varones prefieren jugar con carros y las niñas con muñecas. “Es difícil atribuirle estas diferencias básicas que aparecen a tan corta edad al entorno social únicamente”, señala el autor en un artículo en The Daily Telegraph.   

Es claro entonces que el material genético afecta los roles de género desde el embarazo hasta la niñez temprana. Esto se debe en gran parte a las diferencias estructurales entre el cerebro masculino y el femenino. Algunos estudios han señalado que son evidentes en cada uno de los lóbulos cerebrales, aunque hay un grupo de células en el hipotálamo que está relacionado con la conducta sexual y es dos veces más grande en los varones. Por eso ellos tienen la libido mucho más alta y son más propensos a ser promiscuos. De hecho, una investigación de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos, reveló que los hombres tienen diariamente en promedio 19 pensamientos relacionados con sexo, contra diez de las mujeres. 

Wolpert señala en su libro que otra diferencia notoria es el criterio para elegir pareja, pues al hombre todo le entra por los ojos y se fija en una mujer según su atractivo físico, mientras que ellas valoran más el estatus y la riqueza para conseguir marido. Lo mismo ocurre con la estimulación sexual pues la mayoría de las mujeres necesitan crear un lazo emocional fuerte con un hombre para acostarse con él. Además, en materia de sexo, requieren de caricias y de un juego previo antes de llegar a la penetración, porque de lo contrario difícilmente sienten placer. En cambio los hombres no deben esforzarse mucho porque les basta con el coito o la masturbación para tener un orgasmo.   

La testosterona juega un papel determinante al diferenciar a los hombres de las mujeres porque esta hormona los hace más agresivos, arriesgados y fuertes físicamente. Ellas, por su parte, son mucho más emocionales y tienen mejores habilidades para manifestar sus estados de ánimo, compartir sus sentimientos y decodificar el lenguaje no verbal de los demás. Esto coincide con la teoría de Simon Baron-Cohen, profesor de Psicopatología del Desarrollo en la Universidad de Cambridge, Reino Unido, y autor del libro La diferencia esencial. Baron-Cohen afirma que el cerebro femenino está cableado para sentir empatía mientras que  el masculino para sistematizar, es decir, para planear u organizar cosas. Por eso no es raro que el 80 por ciento de los ingenieros en el mundo sean hombres y que haya más trabajadoras sociales y comunicadoras. 

Lo anterior no significa que las mujeres sean menos inteligentes, pero sí muestra que no son tan afines con ciertas áreas del conocimiento. Wolpert afirma que varios estudios de neurociencia han demostrado que las zonas del cerebro relacionadas con la inteligencia son muy diferentes a las de los hombres. Por ejemplo a ellos se les facilita más diferenciar dos objetos tridimensionales, mientras que a ellas les va mejor en tareas manuales que requieren de mucha precisión y motricidad fina. También son más hábiles para memorizar historias familiares o recordar dónde dejaron las llaves del carro.  
Gray en su momento señaló que una de las mayores diferencias reside en la forma en que hombres y mujeres se comunican, según él una de las principales causas por las que las parejas tiene tantos malentendidos. Eso se explicaría en que el lenguaje y la comunicación son más importantes para las mujeres y en que ellas hablan más. En efecto, un estudio reciente de la Universidad de Pensilvania demostró que estas diferencias de género se notan no solo en la expresión oral sino incluso en los textos escritos. Wolpert afirma en su libro que ya se ha desarrollado un algoritmo que puede detectar con precisión el género de un escritor según la forma como escribe. “Los factores psicolingüísticos permiten detectarlo. Las mujeres usan más palabras relacionadas con temas psicológicos y sociales, mientras que los hombres se refieren con mayor frecuencia a temas impersonales y a las propiedades de los objetos”, dice el autor. 

La propensión a ciertas enfermedades también denota una diferencia de género importante, pues algunas están genéticamente ligadas más a las mujeres, como por ejemplo las enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple, la artritis reumatoide, la osteoporosis y el síndrome de fatiga crónica. Los hombres sufren más trastornos físicos, ataques cardiacos y accidentes cerebrovasculares, o desórdenes neurológicos como la enfermedad de Párkinson, autismo, dislexia, síndrome de déficit de atención y adicción a las drogas y el alcohol. 
 
Para Wolpert las personas son homosexuales por “factores biológicos y genéticos, así como algunas influencias sociales, que determinan su orientación”, dijo Wolpert a esta revista. Hay niños que nacen con resistencia a la testosterona y niñas con niveles altos de la misma hormona. Por eso en dichos casos los roles pueden invertirse.  

Aunque la brecha de género ha disminuido con el paso de los años y las mujeres tienen mayores oportunidades que hace medio siglo, hay diferencias biológicas significativas que determinan las relaciones tan complejas entre ambos sexos. Wolpert dice que la idea de resaltar estas características no es aumentar la desigualdad, sino entender las razones que han permitido la evolución de la especie y también por qué los polos opuestos se atraen.