Gonzalo Ruiz y Carlos Rivera Esta pareja de empresarios se casó el 24 de julio después de 19 años de unión libre. Su boda fue la primera de parejas del mismo sexo en el país. | Foto: Diana Sánchez

GÉNERO

Homosexuales, ¡por fin casados!

En 2013 se celebraron por primera vez en Colombia matrimonios civiles entre parejas del mismo sexo. Aunque muchos lo ven como algo raro, los expertos dicen que estas uniones pueden ser ejemplares.

14 de diciembre de 2013

Carlos Rivera y Gonzalo Ruiz jamás olvidarán el miércoles 24 de julio de 2013, cuando lograron oficializar su relación afectiva ante la sociedad. La juez Carmen Lucía Rodríguez Díaz los declaró civilmente casados a las 12:57 de la tarde, y con la firma de ambos quedó registrado el primer matrimonio de personas del mismo sexo en Colombia.


“Fue una jornada extenuante porque la ceremonia tardó cuatro horas y durante ese lapso no sabíamos qué iba a suceder. La juez discutía permanentemente con el delegado de la Procuraduría”. Estaba en juego la validez del casamiento. “Creíamos que no lo íbamos a lograr, pero finalmente se pudo”, explica Rivera.

Fue una lucha larga. La Corte Constitucional había establecido el 20 de junio como el plazo límite para que el Congreso de la República tomara una decisión acerca de este tipo de uniones. Como este organismo no lo hizo, varias parejas solicitaron ante los jueces formalizar su relación mediante un contrato. 

Las primeras en hacerlo fueron Claudia Zea y Elizabeth Castillo, una pareja de lesbianas que desde hace dos años vivían en unión libre. Sin embargo, organizaciones que están en contra de esta iniciativa interpusieron varias tutelas para anular estos matrimonios. “Cada semana tuvimos que luchar contra varias demandas. Hubo una oposición sistemática de varios sectores de la sociedad,” dijo Castillo. En noviembre, la unión de ellas fue reconfirmada por el Tribunal de Cundinamarca.

El matrimonio entre personas del mismo sexo es una tendencia en crecimiento en el mundo. Desde 2001, cuando Holanda reconoció por primera vez este derecho, 15 países permiten que los gays y las lesbianas se casen. Hasta hace poco Colombia hacía parte de un grupo de naciones en las que la comunidad LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales) gozaba de casi todos los derechos, menos el de casarse y conformar una familia.

Pero el caso de Colombia es excepcional pues pese a que se han celebrado estas uniones falta que la Corte Constitucional ratifique el matrimonio igualitario. Aun así, el hecho de que en el país algunas parejas hayan podido hacerlo en 2013 es histórico dado que el matrimonio “es la figura legal que mayor protección y derechos le otorga a cualquier pareja. Y las del mismo sexo no pueden ser excluidas por su orientación”, según dice Marcela Sánchez, directora de Colombia Diversa, ONG que trabaja en favor del bienestar y reconocimiento legal y social de esta comunidad.

Lo mismo opina el abogado Germán Humberto Rincón Perfetti. Sin embargo, el camino aún está lleno de espinas porque la discriminación y persecución persisten y aún no tienen derecho para adoptar hijos. No obstante, para ellos haberse casado ya es un triunfo. “No solo salimos del clóset, sino del cliché. Fue un alivio poder gozar de nuestros derechos como ciudadanos”, señala Rivera.

Si bien durante la boda de Carlos y Gonzalo hubo mucha tensión, a la salida todo el mundo estaba contento. Los invitados los acompañaron a una cena en un restaurante. La pareja está junta desde hace 20 años, vive en un apartamento en el norte de Bogotá y trabaja en la misma empresa de asesoría de imagen, que fundaron hace 15 años.

Ellos creen que las relaciones de los gays son iguales a las de los heterosexuales, con los altibajos propios de la convivencia. Pero se atreven a afirmar que son más estables. “Desde que me fui a vivir con Gonzalo nunca nos hemos separado. Inclusive conozco casos de otras parejas que llevan más tiempo que nosotros”.

En efecto, varios estudios científicos han concluido que los heterosexuales tienen mucho que aprenderles a quienes sostienen una relación sentimental con personas del mismo sexo. Esto se debe a que son más maduras en la resolución de conflictos y más calmadas cuando discuten. Además, no se toman tan en serio estos altercados, como lo demostró una investigación publicada en 2011 por el Journal of Marriage and the Family.

Asimismo, en las parejas de homosexuales no hay evidencia de que uno asuma un papel femenino y otro masculino, por lo tanto, en su interacción diaria el peso del género no cobra tanta relevancia ni genera roces. “Tienden a no repartirse las tareas del hogar basándose en los estereotipos de género sino por su talento y preferencia. Son muy igualitarios”, dijo a SEMANA Pepper Schwartz, socióloga experta en el tema.

Esa ausencia de jerarquías hace que sus relaciones sean menos conflictivas. En el caso de Claudia y Elizabeth, hacen las tareas según el tiempo que cada una tenga. “A Claudia le da pereza lavar ropa, entonces yo lo hago y luego ella la dobla. El único acuerdo consensuado que tenemos es resolver los conflictos por medio del diálogo”, afirma Elizabeth.

Esa equidad también es evidente en el manejo de sus finanzas. “Si alguien aporta más dinero no significa que tenga más poder en el hogar porque las decisiones se toman de común acuerdo”, dice el sociólogo Manuel Antonio Velandia.

Hay situaciones que resultan más fáciles de solucionar porque ambos son del mismo sexo. En el caso de los hombres, que son más prácticos, se hacen acuerdos sobre una situación y se pasa a otro asunto sin problema. “Otra gran ventaja es que pueden compartir su ropa, además de los ‘gadgets’ y los libros”, dice Velandia.

Para Carlos otro ingrediente que ayuda a que estas relaciones tengan más solidez es que no tienen hijos y eso ayuda a planear mejor y a tener mayor seguridad económica. Pero ese no es el caso de todos, pues algunas parejas quisieran ser padres. 

Sin embargo, esa lucha aún está pendiente y para ganarla hay que batallar contra la idea de que el desarrollo psicosocial de los niños se afecta si los padres son homosexuales. La ciencia ha demostrado que ese argumento no tiene fundamento. “Lo que importa es qué tan bien se comporten como padres, y no su orientación sexual”, señaló a SEMANA Michael Lamb, experto en paternidad y profesor de la Universidad de Cambridge, Inglaterra. 

Para Velandia, el hecho de que estas parejas formen parte de una comunidad discriminada, las hace conscientes de la importancia de inculcar valores como la solidaridad, la tolerancia, la equidad y el respeto a la diferencia.

Si 2013 fue muy importante en materia de validación de derechos para las lesbianas y gays, los miembros de la comunidad LGBTI esperan que el año entrante la Corte Constitucional ratifique, de una vez por todas, el matrimonio igualitario. “La consolidación de estos logros legales no es suficiente. Es importante que haya un cambio en la realidad cotidiana de la gente. Que vean a estas parejas como personas comunes y corrientes”, dice Sánchez.

Carlos y Gonzalo señalan que en efecto ellos siguen siendo bichos raros. Cuentan que en su vecindario la gente los evita y los ve con ojos inquisidores. El día de su matrimonio un grupo de opositores estuvo en la ceremonia para abuchearlos. Por eso, aunque tienen en sus manos un papel que las declara esposo, y esposo, creen que todavía hace falta mucho para que sean reconocidos como ciudadanos con todos los derechos.

Los contradictores del matrimonio igualitario creen que estas relaciones son extrañas y hasta perversas. Pero la realidad es que son muy parecidas a las demás. “Se repiten las mismas satisfacciones, rutinas y problemas que en las de heterosexuales”, concluye Sánchez.