El térmio ortorexia es un término acuñado por el doctor estadounidense Steven Bratman. | Foto: Tomada de Twitter

SALUD

Ortorexia: el trastorno por comer demasiado sano

La obsesión por comer saludable va más allá de una simple moda. Conozca los síntomas y los efectos de las personas que sufren este problema.

14 de agosto de 2015

Comer sano, hacer ejercicio, desintoxicarse. Hoy en día, la vida de muchas personas gira en torno al estilo de vida saludable y al tipo de comida que se ingiere. Hay toda clase de conductas para comer alimentos orgánicos, sin gluten y bajos en calorías. Esto no es necesariamente malo cuando se adopta como un estilo de vida balanceado.

El problema, como en todo, sucede cuando se lleva al extremo y se convierte en una obsesión. “A veces, el esfuerzo por comer sano y la obsesión por los alimentos está a solo un paso. Desde el punto de vista médico, hablamos de un tipo de trastorno obsesivo que lleva al extremo la idea de una alimentación sana".

Las personas que padecen ortorexia desarrollan un control exhaustivo y cada vez más estricto de los compontes de los alimentos. “Procuran ingerir sólo comida orgánica, vegetal, no tratada con fertilizantes, sin conservantes ni grasas saturadas”, señala Rubén Bravo, especialista en Nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Las personas con este trastorno desarrollan conductas muchas veces inconscientes como hacer cuentas de las calorías que ingieren, limitarse a comer una gran variedad de alimentos, hablar persistentemente de comida y desarrollar alergias a alimentos que no son catalogados como saludables.

La Organización Mundial de la Salud estima que la ortorexia afecta al 28% de la población de los países desarrollados y que su prevalencia podría aumentar en los próximos años.

Las alarmas se deben disparar cuando una persona dedica parte notable de su tiempo a organizar sus menús, a hablar de lo que ha ingerido, a sorprenderse por lo que los otros comen y a culpabilizarse permanentemente por haber comido algo que no clasifica en los estándares de ‘comida sana’.

La ortorexia afecta principalmente a mujeres, adolescentes y deportistas. “Estos pacientes suelen presentar un déficit de grasa, hipotensión y problemas cardiovasculares. Desde el punto de vista psicológico, alternan estados de euforia con otros de ansiedad. Y experimentan una falsa autoestima, basada en un sentimiento de superioridad fundamentado en la idea de que su modo de vida es mejor que el del resto”, anota Bravo. 

Alimentos malos

El siguiente paso es demonizar ciertos alimentos. Empieza la cruzada contra las carnes rojas, los azúcares simples, los lácteos con lactosa o las grasas saturadas. Y, más recientemente, el gluten. “Si no se es celíaco o intolerante no hay por que eliminarlo de la dieta. El gluten es una de las principales proteínas del trigo. Aporta vitaminas del grupo B y minerales como hierro, calcio y zinc, entre otros nutrientes, por lo que no hay motivo alguno para eliminarlo de una dieta equilibrada”, apunta la doctora Cristina Bouza, médica especialista en Nutrición en la Clínica Instimed.

Lo que es realmente importante anotar es que las personas que tienen un rechazo radical hacia cierto tipo de alimentos, o que presentan características de la ortorexia, desarrollan el trastorno debido a un problema psicológico. “Cuando detectas ideas radicales con respecto a la comida sabes que estás ante un paciente inestable psicológicamente”, puntualiza la doctora Mar Mira, codirectora de la Alicia Silverstone, toda una 'gurú' del vegeterianismo.

Ocurre que hay quienes llegan a la consulta del nutricionista con ganas de adelgazar o de someterse a una dieta detox, pero con una larga lista de alimentos que supuestamente son ‘veneno’ para ellas. Estas personas son expertas en alimentación: saben su composición, sus beneficios, las calorías, el horario en el que se deben consumir para traer más beneficios. Este es uno de los síntomas más notables de alguien que presenta el trastorno de la ortorexia.

Muchos de los problemas de peso o de salud vienen de somatizaciones de angustia, estrés y culpabilidad. Según Mira, “cuando nos autoconvencemos de que algo nos sienta mal, al final, acaba haciéndolo”. El cerebro interpreta esa angustia como que ciertamente se ha ingerido algo venenoso, fantasea con los posibles efectos adversos de esos contaminantes en el organismo y lo más probable es que la digestión se complique, se desarrollen alergias y el metabolismo se haga más lento.

La alcohorexia

La obsesión por sumar y restar calorías lleva a conductas peligrosas para la salud. Una ramificación de la ortorexia es la alcohorexia (o drunkorexia, en inglés). “Es compensar el exceso de calorías consumidas con el alcohol reduciendo la ingesta calórica del resto de comidas. Este desorden lo sufren, sobre todo, mujeres jóvenes, de entre 15 y 30 años”.

“Es un trastorno alimenticio grave que muchas veces termina en un doble deterioro del organismo provocado por la suma del alcoholismo y la desnutrición. Suele ir acompañado de bulimia y las consecuencias son pérdida de concentración, anemia, daño en órganos vitales y un alto riesgo de muerte”, advierte Bravo.

La moda de aguantar hambre para lanzarse directamente a la botella es común entre las personas que sufren este trastorno. Suele hacerse porque es una forma de compensar, de reducir la culpa.

Ante la mínima evidencia los expertos recomiendan un abordaje multidisciplinar. Es decir, no sólo se requiere ayuda nutricional, sino que se debe hacer un trabajo de fondo con el paciente que implique descifrar los vacíos emocionales y el estado psiquiátrico de la persona. Esto, dice Bravo, para “equilibrar el funcionamiento emocional y la pauta farmacológica con antidepresivos, ansiolíticos o anoréxicos”.

Entonces, en este mundo globalizado, donde la imagen prima ante muchas otras cosas, es relevante prestar atención a este tipo de nuevos trastornos para estar alerta y descifrar hasta qué punto se está viviendo de manera equilibrada o en la condena de una obsesión.