Para el psicólogo, la escuela está enferma y entre los síntomas más visibles está que irrita y produce bullying y lleva a la violencia. | Foto: Pixabay

Hablan los expertos

Guillermo Carvajal: “La escuela murió y hay que cerrarla”

Este psiquiatra y educador señala que esta institución está hecha para otro ser humano pero no para los niños de hoy y por eso es fuente de muchas de las problemáticas sociales, desde el matoneo hasta la falta de creatividad. “La escuela no es democrática sino que sigue siendo la misma institución vertical, jerárquica y represiva que planteó la revolución industrial”.

24 de mayo de 2019

Guillermo Carvajal ha trabajado más de 50 años como médico psiquiatra y psicoanalista. Ese trabajo de escuchar las quejas de jóvenes lo llevó a la educación a la que se ha dedicado en estos últimos 30 años. El experto acaba de publicar el libro ‘Creando Talentos: respuesta a una escuela inoperante‘, en el que hace una dura crítica a esta institución. Su diagnóstico es aterrador: hay que acabarla porque como está planteada está generando más mal que bien.La que tenemos en Occidente murió. Es una escuela perteneciente a otro ser humano, al de la modernidad, que tenía una palabra clave en su mundo, un mandato absoluto y era o-b-e-d-e- c-e-r”, dice a SEMANA.

Los jóvenes de hoy, gracias a la puesta en práctica de los derechos humanos donde priman la inclusión, el respeto y la igualdad, y a la llegada de la tecnología y el internet, no tienen esa palabra en su mente, por lo tanto, no saben obedecer. La palabra de hoy, de la posmodernidad, dice Carvajal es respeto. Ellos dicen respéteme y lo respeto. Eso ha llevado a que los jóvenes de hoy no quieran el modelo del sufrimiento y prefieran el del disfrute, pero eso hoy está prohibido porque la escuela vive en el pasado, replicando ese sistema jerárquico y vertical, dice. “Además la escuela hoy es absolutamente aburrida porque está empeñada en enseñar una cantidad de tonterías que no sirven para nada”. Sigue predominando la obediencia y con ella la imposición, con su eslogan: la letra con sangre entra.

La dedicatoria del libro de Carvajal es a todos los niños que le han susurrado al oído todo lo que él ya sabía. Entre las cosas que le han dicho en la privacidad de su consulta psiquiátrica está “su dolor, su molestia, su sometimiento, sus ganas de no vivir y sus intentos suicidas”. Todo esto sucede, según él, porque no se sienten comprendidos y porque les imponen cosas inútiles. Ante esto sintió la responsabilidad de hablar de esos susurros y tratar de darles respuesta con su libro.

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El drama más grande que tenemos en la consulta psicología son los muchachos que terminan bachillerato y no saben para dónde coger. Van a una facultad y a otra y terminan aburridos fumando marihuana, sintiendo que el mundo se les derrumbó porque la escuela les prohibió durante seis años que tuviesen identidad y oficio, que es lo que debía haberles dado a sus muchachos”.

La escuela está enferma y entre los síntomas más visibles está que irrita y produce bullying y lleva a la violencia. “La escuela hace que los niños se aburran, enfrenta a los maestros con los estudiantes, lo que es una enorme tragedia y enfrenta a la familia con los maestros. La deserción escolar es brutal. Antes nadie se salía del colegio (y por otro lado quién podía entrar) pero hoy las aulas están semidesocupadas porque los unos salen de un lado para otro buscando el colegio ideal, que no existe. La escuela no se da cuenta de eso y le echa la culpa de todo a los niños.

Hay muchas cosas que la escuela de Occidente está haciendo mal, según el experto, pero destaca tres: El currículo único, inventado hace 200 años, que tenía sentido en otra época cuando se necesitaba que la gente supiera de todo un poco y mostrara una ilustración particular, pero según Carvajal, hoy no tiene utilidad práctica. No sirve para nada y todos los sabemos”. La segunda es la imposición de obediencia donde el maestro cree saberlo todo y quiere enseñar, cuando debería ir a la clase a aprender junto con el niño. La tercera es la uniformidad que lleva a que la gente sea medida y castigada porque no tiene esa uniformidad. Es según él, un castigo que tiene muchos niveles y que termina con la pérdida de año y expulsiones.

Para él las universidades también van a desaparecer y se van a reemplazar por el modelo de maestro-aprendiz, como se hacía en la edad media en donde el joven ingresaba a un taller a recibir conocimiento de un experto. “Ya lo estamos viendo. Las grandes empresas ya no aceptan ingenieros formados en una universidad. Los reciben, pero los forman ellos para lo que los necesitan. Eso es lo práctico”.

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El mejor modelo, según él, es disfrutar la escuela y da el ejemplo de los videojuegos. Dice que es increíble verlos subir un nivel con las enormes dificultades que eso significa. Siempre están apasionados, gozando, sufriendo, frustrándose, porque jugar también es frustrante y requiere de habilidades. Ese para él debería ser el modelo: uno que permita sufrir gozando, que ponga dificultades pero en donde existe el goce de aprender, de saber lo que cada cual quiera. “Queremos que la letra con disfrute entre”.

Las escuelas deben individualizar al niño para poder saber cuáles son sus potencias. En la primaria se les debe enseñar todo lo básico para poderse comunicar con el mundo, pero el profesor debe estar dedicado a ver sus potencialidades y a que las desarrolle. Las potencialidades, aclara, son un concepto similar al de las inteligencias múltiples como las llamó Howard Gardner. Todos las tienen. Entre esas están las matemáticas, los conceptos y la memoria.

Esto implicaría que en el bachillerato los estudiantes se reunieron en grupos y desarrollaran un proyecto en esos seis años, en el área que quieran. Ellos escogerían su propio currículum. “Los veríamos apasionados y creativos. No habría necesidad de notas, ni exámenes ni pérdida de años que es otra cosa absurda. Ni hablar de esa cosa loca que son las tareas escolares. Las tareas son esas cosas que hacen los padres mientras los niños duermen”. Agrega que serían niños creativos, que gozarían y disfrutarían la escuela y lo más importante, tendrían identidad de oficio y “ya no tendrían que ir a mi consulta llenos de angustia sin saber dónde están parados”.