VIDA MODERNA

Siete formas para lograr que los hijos respeten los límites

La psicóloga Gloria Isaza Posse explica por qué no es bueno darles gusto en todo a los niños. Asegura que aunque es muy difícil decir no, es indispensable para que sean adultos autónomos.

24 de marzo de 2017

Poner límites no significa ejercer poder y someter a los niños con temor, sino asumir la autoridad que se tiene como padres para dirigirlos con respeto. No es herir ni desvalorizar, sino apoyar y formar amorosamente. Es actuar con la suficiente firmeza para que el niño acepte la dirección y con amor incondicional para no hacerle daño.

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Cada padre necesita conocer cómo es su hijo para encontrar la forma de comunicarse y conectarse afectivamente con él. Observarse y reconocer sus propios límites, los valores que lo guían y la forma como ejerce la autoridad.

Algunas claves que pueden ayudarle para que los niños aprendan, interioricen y respeten los límites:

  • Promover el diálogo. Poner límites no es dictar cátedra de lo que es correcto y lo que no. Es escuchar y especialmente cuestionar. La pregunta es una buena herramienta para desarrollar en los niños la capacidad de observarse, reconocer su comportamiento, aceptar las consecuencias y encontrar caminos para enfrentar la situación. Escuchar antes de regañar y preguntar para comprender construye la relación con los hijos, fortalece la confianza y les permite sentirse valorados. Preguntas abiertas como ¿qué pasó?, ¿qué se te ocurre que podrías hacer?, ¿quieres contarme cómo te sientes? abren la comunicación.
  • No controlar sino guiar. El límite no pretende controlar el comportamiento del niño para que siga el modelo ideal que tienen los padres; busca su protección y bienestar y enseñarle a cuidarse por sí mismo, permitiéndole desarrollar su propia forma de actuar. Imponer al niño todo lo que tiene que hacer y cómo hacerlo, lo lleva a someterse por miedo. Y se corre el riesgo de enseñarle a obedecer a los adultos, tengan o no la razón, dificultándole darse cuenta que pueden hacerle daño. Un padre controlador no permite al niño desarrollar su propio criterio.
  • Aceptar los errores. Los niños también cometen errores, toman decisiones equivocadas y traspasan los límites. Son oportunidades para enseñarles a reconocer sus fallas, a ser tolerantes y comprensivos con los demás y a aceptar las diferencias. Compartir estas situaciones en familia crea un espacio de confianza y de solidaridad. Los niños que enfrentan las pequeñas dificultades se preparan para las que vendrán más adelante. Solucionarlas por ellos los incapacita para enfrentar solos la vida.
  • Dejarles vivir las consecuencias. La mejor manera para que un niño interiorice los límites es permitirle vivir las consecuencias de sus actos. Estas deben estar relacionadas con lo que hizo, ser proporcionales a la falta y buscar su bienestar. El castigo, generalmente, solo funciona en el corto plazo. Si el niño no hizo la tarea y obtuvo una mala nota, es más efectivo hablar con él y acordar que necesita mas tiempo para completar sus deberes y decidir qué actividad suspenderá en la tarde, que castigarlo quitándole su juguete preferido.
  • Mantener la calma Los niños ponen a prueba todo el tiempo a los padres y puede resultar difícil estar tranquilos y controlar las reacciones. Para mantener la autoridad y el liderazgo es importante: no subir el tono de la voz, utilizar palabras amables y respetuosas, mantener el contacto visual con el niño, no permitir el irrespeto, evitar expresiones como “eres un desastre”, “no puedes hacer nada solo”, “me desilusionaste”, que  hieren su autoestima y  transmiten un mensaje de incapacidad. Es importante decir al niño en forma precisa y corta lo que se espera de él o la decisión que se ha tomado y dejarle claro que no se va a cambiar de opinión.
  • Reconocer los logros. Aprender e interiorizar límites requiere de tiempo y dedicación y es importante reconocer al niño todos sus esfuerzos y logros. Resaltar por ejemplo lo valiente que fué al contar su equivocación y enfrentar la dificultad, la solidaridad que tuvo con su hermano o el respeto con que habló a su profesor. Cuando se resaltan las características y fortalezas del niño se le transmite confianza en si mismo, en su capacidad para enfrentar las dificultades y en lo orgullosos que están sus padres de él.
  • Disculparse y reparar. Cuando el niño reconoce el impacto que tiene su comportamiento, comprende el sentido protector del límite, aprende a cuidarse y a respetar a los demás. Disculparse es reconocer lo que se hizo: “siento mucho haber cogido tu balón sin pedirlo prestado y haberlo perdido, sé que era importante para ti”; y encontrar una manera de repararlo: “con mis ahorros te compré uno igual”. 

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 ¿Cómo establecer los límites?

Los padres son los encargados de decidir qué límites y valores quieren enseñar a sus hijos. Para hacerlo se requiere:  

  • Establecer los límites fundamentales: Es conveniente que los padres hagan una lista de los valores y límites que son fundamentales y los ordenen de acuerdo a sus prioridades; definan las estrategias que van a utilizar y las consecuencias que se aplicarán si no se cumplen. Los padres deben respetar estos límites y cumplir con lo que se comprometen, para que también los niños aprendan a hacerlo.
  • Saber que unos límites son negociables y otros no. Las actividades que ponen en peligro la salud o la seguridad de los niños y los comportamientos que ponen en juego los valores fundamentales no son negociables. Cada familia determina qué límites se discuten con los hijos y cuáles no, pero la decisión final siempre debe ser de los padres.
  • No contradecirse ni desautorizarse. Cuando los padres se contradicen y desautorizan entre ellos crean inseguridad en los niños, les abren la puerta para que manejen las situaciones y logren lo que ellos quieren. Los conflictos deben resolverse en ausencia de los niños. Cuando un padre no tiene clara la decisión, puede decir al niño que va a consultarlo con el otro y que más tarde le contará lo que han decidido. Esto le muestra que aunque sus padres piensen diferente, están unidos, se respetan y definen juntos lo que consideran es mejor para él.
  • Asumirlos y respetarlos. En la familia existen límites comunes para todos y otros que dependen de la edad o la jerarquía. Si los padres no los cumplen los niños irán perdiendo respeto a su autoridad, sentirán que son injustos y les será más difícil grabarlos como una guía en su interior. 

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Enseñar límites es un proceso largo y los padres no pueden darse por vencidos. No se trata de ser amigos o populares con los hijos, sino de acompañarlos, guiarlos y protegerlos en el camino de ser adultos.