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El 'hacker' más famoso anda suelto

Kevin Mitnick promueve nuevo libro y anuncia una película que cuenta su historia.

9 de junio de 2003

Cinco años en prisión no fueron la parte más dura de su condena. Lo peor fue la prohibición de acercarse a un computador durante tres años más, que impuso la implacable juez Mariana Pfaelzer al condenarle por acceso telefónico ilegal y fraude de computadores en 1995. Cuando Mitnick fue detenido cientos de sitios web proclamaron campañas en su defensa y Mitnick, el muchacho travieso que fracasaba en todo menos en el arte de penetrar ilegalmente sistemas informáticos, se convirtió en el ícono más reverenciado por la comunidad hacker internacional.

La historia de este hombre, que pasó en un santiamén de brillante hacker a peligroso delincuente y después a próspero consultor que vende libros y consejos de seguridad informática, será llevada al cine en breve porque reúne los ingredientes que fascinan a Hollywood: crimen, heroísmo, persecución, FBI y tecnología.

Tenía 16 años, por allá en 1980, cuando realizó su primera incursión: penetró la base de datos de calificaciones de su colegio y, no obstante que a la fecha se rajaba en dos asignaturas, decidió no alterar las notas para respetar el código ético de los hackers serios. Claro, el escrúpulo moral duraría poco y un año más tarde pagaba sus primeros tres meses de cárcel por ingresar físicamente a la sede de una compañía telefónica para hurtar información sobre los registros de llamadas.

Pero las jugadas maestras estaban por hacerse. En 1982 ingresó -ahora sí virtualmente y valiéndose de un módem- a un computador de la fuerza aérea norteamericana y dejó un rastro falso que condujo a la policía a arrestar a un par de ancianos inmigrantes que jamás habían tocado un computador. Después vendrían su famoso ataque a los computadores del Pentágono, por el que fue llevado a seis meses de prisión, y el robo del prototipo de un nuevo sistema de seguridad que construía la compañía Digital Equipment Corporation, por el que fue condenado a tan sólo un año en la cárcel gracias a una célebre defensa jurídica que argumentó una adicción incontrolable a las máquinas similar a la que algunos sienten por las drogas.

Kevin se divertía obteniendo licencias de conducción, develando la correspondencia privada de sus enemigos y burlándose de la policía, que lo buscaba afanosamente. Paseaba orondo por las redes de Novell, Nokia, Motorola, Sun Microsystems, el FBI y el Pentágono y podía crear cuentas fantasmas en los proveedores de Internet para conectarse a su antojo. Para evitar ser detectado decidió que operaría desde conexiones a través de teléfonos celulares, más difíciles de rastrear -al menos hace unos años- y precisamente, buscando el acceso a centrales telefónicas móviles, Kevin Mitnick cometió el mayor error de su vida: penetró la computadora de Tsutomu Shimomura, experto en seguridad del San Diego Computer Center, en California. Shimomura fue alumno del legendario físico Richard Feynman en Caltech y es además un avezado hacker, quien ofendido por la intrusión, decidió perseguirle hasta dar con él. Fue el asesor del FBI durante los dos años que tomó la persecución y sin su ayuda Mitnick probablemente no habría llegado a prisión.

En 2000 Mitnick terminó la parte de su condena relacionada con la cárcel, pero le quedaban todavía casi tres años más de una condena más dura para él: la restricción para acercarse a un computador, un teléfono celular y un televisor, que cumplió al pie de la letra hasta comienzos del presente año, cuando pudo de nuevo conectarse a Internet, un hecho transmitido en directo por un canal de televisión norteamericano.

Mitnick, que parece hoy un hombre nuevo y presta servicios de consultoría en seguridad informática, acaba de iniciar una serie de conferencias internacionales para promover su nuevo libro: El arte de la decepción: controlando los elementos humanos de seguridad y anunciar el rodaje de la película Takedown, que contará su historia.