La oficina de Sylvia Escovar es de puertas abiertas para resolver en cualquier momento algún asunto pendiente de sus empleados. La ejecutiva es una obsesiva con el orden. | Foto: Juan Carlos Sierra

PERFIL

Mujer de grandes faenas

Al frente de Terpel, la tercera mayor empresa del país, está la economista Sylvia Escovar. Esta es la historia de la ejecutiva que se arriesgó a trabajar en un sector considerado por muchos un feudo masculino.

21 de mayo de 2016

A comienzos de 2002, Sylvia Escovar llegó a trabajar a Terpel con la idea de quedarse unos meses, pues estaba convencida de que lo suyo era el sector público y los proyectos sociales. Pero el gigante de la distribución de combustibles la atrapó y esos meses ya van en casi tres lustros.

Ingresó como vicepresidenta financiera y poco a poco se fue involucrando en diversas áreas de la compañía: pasó por operaciones y por el departamento comercial, lo que la llevó como pocos a conocer la compañía por dentro y por fuera. Además, participó en varias juntas directivas de los siete Terpeles regionales que había antes de que se fusionaran.

Su capacidad de gestión y su buen desempeño en diversas áreas llevó a que la junta directiva la nombrara presidenta hace cuatro años, en reemplazo del cartagenero Amaury de la Espriella. Era la primera vez que, en más de 40 años de historia, una mujer pasaba a dirigir a Terpel, en un sector en el que muy pocas ejecutivas se arriesgan porque muchos lo consideran un feudo masculino.

Pero el amplio bagaje profesional de Escovar la hizo asumir este nuevo reto, no sin cierto temor, pero con grandes expectativas. Su largo recorrido por el sector público fue fundamental para conocer de cerca las necesidades del país. Economista de la Universidad de los Andes, empezó su carrera profesional en el Banco Mundial, entidad que le permitió ver que con buenas políticas y una adecuada inversión se puede hacer mucho por Colombia. De allí pasó a Planeación Nacional y posteriormente a la jefatura de investigaciones económicas del Banco de la República en Cartagena. En esta ciudad trabajó en la Alcaldía donde aprendió de gestión y de política regional.

Ese aprendizaje le permitió trabajar en la Secretaría de Educación de Bogotá, en el primer mandato de Enrique Peñalosa (a quien considera un gran líder). Desde ese despacho, encabezado en esa época por Cecilia María Vélez, lideró el tema de los colegios en concesión y la Red de Bibliotecas Públicas del Distrito. Luego pasó a Fedesarrollo como investigadora de algunos proyectos del presupuesto nacional, cuando Juan José Echavarría dirigía ese centro de pensamiento. “Sylvia tiene tres características que la convierten en la gran líder empresarial que es hoy: calidez, sencillez en cualquier posición profesional y una gran disciplina”, dice Echavarría.

Allí estaba cuando le ofrecieron trabajar en Terpel. Desde ese cargo emprendió un cambio encaminado a orientar todas las políticas hacia el servicio. “Había que cambiar la mentalidad de una empresa enfocada en las máquinas a una dedicada a atender a las personas”, sostiene Escovar, para quien el buen servicio al consumidor se le ha convertido en una verdadera obsesión y en la razón de ser de la compañía. “Este es mi gran reto. Todas las mañanas me levanto pensando con qué nueva forma de servicio podemos sorprender positivamente a las personas que entran a nuestras estaciones. Seguimos innovando en calidad para estar siempre a la vanguardia pero nuestro gran diferenciador está en entender que servimos personas y no vehículos”, afirma.

Esa obsesión la lleva a visitar personalmente gran parte de la red de distribuidores, a hablar con los empleados, a observar cómo atienden al público y a tratar de suplir sus necesidades. Se ha empeñado en que las estaciones no solo sean un lugar donde llegan las personas a llenar los tanques de sus carros sino donde pueden encontrar baños limpios, lavaderos de carros y restaurantes con platos típicos de cada región: ajiaco para los del interior, fríjoles para los paisas, sancocho para los de la costa.

Para hacer más amable la experiencia, impulsó una iniciativa para sembrar plantas y árboles en las estaciones pues la apasionan el cuidado del medioambiente y la naturaleza. Eso se observa desde la entrada al edificio de Terpel, al norte de Bogotá, rodeado por un espejo de agua en donde se aprecian peces ornamentales y plantas que nacen en los humedales. En estos detalles pone especial cuidado porque quiere que Terpel se distinga como una compañía preocupada por el medioambiente.

La ejecutiva, de voz dulce y modales suaves, es obsesiva con los detalles y el orden. Le incomoda ver un cuadro torcido, una libreta que no esté bien puesta, un papel no archivado. Su escritorio no está lleno de documentos como los de la mayoría de directivos colombianos. Apenas tiene lo indispensable: un computador, un teléfono y un portarretrato con la foto de sus hijos.

Aunque exige mucho a sus colaboradores, cree fundamental que la gente trabaje feliz y motivada, porque piensa que con angustia y miedo las personas son menos productivas. “Yo soy un director de orquesta que está aquí para sacar lo mejor de cada instrumento”, dice.

Su oficina refleja su personalidad austera y sencilla. La adornan pocas cosas, como una pequeña bandera de Colombia y una muñeca de papel que le regaló un niño de la Fundación Terpel. El trabajo de la fundación la llena de orgullo porque a través de diversos programas educativos ha impactado positivamente la vida de cerca de 540.000 personas entre estudiantes, padres de familia, docentes y rectores, en más de 120 municipios del país. La fundación trabaja en fortalecer las competencias en matemáticas y lenguaje de estudiantes en condiciones de vulnerabilidad, además de impulsar el liderazgo en estos y otros niños y jóvenes del país.

Su despacho tiene las puertas abiertas. No hay que hacerle antesala durante horas para que resuelva un asunto pendiente de un empleado a pesar de que tiene una agenda muy apretada. Confiesa que no le gusta madrugar mucho aunque sí aprovecha las mañanas para programar reuniones de trabajo. Por lo general está hasta las siete de la noche en la oficina ya que procura cenar con sus hijos. De ahí en adelante aprovecha para responder correos, algunas veces hasta altas horas de la noche.

Como le es imposible hablar con todos y cada uno de los más de 1.700 empleados, de los cuales el 40 por ciento son mujeres, acudió a la tecnología. A través de mensajes telefónicos y en las pantallas habla sobre la visión y la misión de la empresa y sobre su prioridad: atender bien a las personas. Manifiesta esta pasión suya de todas las maneras posibles porque quiere que quede marcada en la mente de sus colaboradores.

Ese seguimiento permanente a la gestión de los trabajadores y de cada área ha llevado a Terpel a mostrar números que envidiarían muchas compañías. Y más allá, a que en 2014 el diario Portafolio le haya otorgado el premio al mejor líder empresarial, galardón que destaca al empresario colombiano más sobresaliente en el sector público o privado por su aporte económico y social. El reconocimiento era mayúsculo si se tiene en cuenta que entre los finalistas de ese año estaban empresarios de la talla de Carlos Mario Giraldo, presidente del Grupo Éxito; Jorge Mario Velásquez, de Cementos Argos; Carlos Ignacio Gallego, de Nutresa, y Santiago Piedrahíta, de Orbis.

Y más meritorio si se tiene en cuenta que a Escovar no le ha quedado grande manejar la tercera compañía en ingresos del país, después de Ecopetrol -el año pasado registró ventas por 14 billones de pesos-. Terpel es la mayor distribuidora de combustible, con cerca de 2.200 estaciones de servicio que van desde Amazonas hasta La Guajira, y aproximadamente otras 200 entre Ecuador, Perú, México, Panamá y República Dominicana. También opera en otros renglones como la venta de combustible para aviones, donde es líder en el país; y en gas natural vehicular, del cual tiene el 46 por ciento de participación.

La innovación también se le ha convertido en una prioridad. La enorgullecen las islas exclusivas para motocicletas que cuentan con un diseño inspirado en las carreras de motos GrandPrix.

Cualquiera pensaría que al dirigir semejante potro, la ejecutiva dedica muy poco tiempo a su familia. Pero no es así. Ella ha logrado combinar bien trabajo y hogar, un verdadero reto para las ejecutivas colombianas que tienen que hacer grandes sacrificios si quieren escalar a nivel profesional. La presidenta de Terpel disfruta estar con sus tres hijos, Elena, Nicolás y Pablo, que ya tienen una carrera profesional definida, y le sobra amor para brindarles a sus dos ahijados, Mariana y Camilo, hijos de una de sus mejores amigas que falleció hace cuatro años. Sin invadir el espacio de su padre, cumple la promesa hecha a su amiga de estar siempre cerca y pendiente de estos ahijados que Dios le trajo y que son muy amigos de sus hijos porque crecieron juntos.

Con esta familia agrandada (que incluye un rhodesian ridgeback), cuando puede se escapa los fines de semana a su finca en Caldas para hacer una de las actividades que más le apasiona: montar a caballo. Y para que no queden dudas, tiene siete ejemplares. Heredó de su padre su amor por los equinos y también de él aprendió las mayores lecciones de su vida. “Mi papá tenía valores inquebrantables. Tenía muy claro el camino que había que seguir, siempre pensando en la honradez y en superar los obstáculos. Fue muy exigente conmigo y con mis hermanos y eso nos ayudó en nuestra formación personal y profesional”, dice Escovar, quien sostiene que Colombia necesita sobre todo empresarios con valores, capaces de forjar un mejor país, independientemente de los resultados económicos de las empresas.

Comparte esa visión con varios dirigentes para quienes la responsabilidad social está en su ADN. Uno de ellos es Carlos Raúl Yepes, expresidente de Bancolombia, con el que hizo clic desde el primer encuentro, cuando lo oyó hablar de la banca humana. Así lo reconoce el banquero, quien señala que Sylvia es una líder empresarial y social en todo el sentido de la palabra, con especial sensibilidad por su entorno, las personas y su equipo de trabajo. “Su visión de futuro, su dedicación y compromiso son fuente de inspiración”, dice.

También comparte ideas y aficiones con otros empresarios. Uno de ellos es José Alberto Vélez, expresidente del Grupo Argos, un apasionado por los caballos. Y con Carlos Enrique Cavelier, presidente de Alquería, conversa con frecuencia sobre la importancia de generar acciones desde el empresariado, para que la transparencia selle la actuación de las compañías y de las nuevas generaciones.

En un mundo empresarial dominado por hombres, Sylvia Escovar dice que nunca se ha sentido discriminada pero reconoce que este asunto sigue imperando en el país, en muchas esferas, empezando por el maltrato familiar y pasando por menores oportunidades y salarios en los trabajos. “No creo que el ser mujer o ser hombre ‘per se’ defina si se es o no un buen directivo. Creo que la combinación y la suma de sus potencialidades genera mayor valor en un grupo directivo y eso no se logra si hay discriminaciones. Es una lástima ver que en muchas empresas de este país se esté perdiendo la oportunidad de tener grandes mujeres en los equipos directivos”, dice.