La escritora argentina Leila Guerriero, recién recompensada en Francia por su libro “La llamada”, defiende un periodismo de terreno, poliédrico, que presente un “panorama completo”. Eso implica hablar con todo el mundo, y “mirar hasta lo que no te gusta”.
Guerriero, una de las voces más importantes del periodismo narrativo latinoamericano, saborea el éxito de su último libro, un retrato en profundidad de Silvia Labayru, una sobreviviente de las torturas bajo la dictadura militar en Argentina (1976-1983).
En Francia, la obra recibió el premio al mejor libro extranjero de no ficción, una prestigiosa recompensa que, en sus más de siete décadas de historia, cuenta entre los ilustres ganadores en otras categorías con “Cien años de soledad” o “La tía Julia y el escribidor”.
En un café cerca del Panteón, en París, horas antes de recibir el galardón el jueves, la periodista y escritora explica a AFP lo “irreal” que todavía le parece haberlo ganado.
Casi dos años de reporteo
“La llamada”, publicado en español el año pasado, cuenta la historia de Labayru, una militante del grupo armado Montoneros que fue secuestrada en 1976 en Buenos Aires, embarazada, y detenida en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde fue torturada.
Dio a luz en ese siniestro lugar. Tras un año y medio retenida en ese centro clandestino, fue liberada y se exilió en España, donde sufrió el repudio de sus excompañeros de activismo por sospechas de colaboración con los militares.
Para hacer este retrato de más de 400 páginas, Guerriero estuvo casi dos años reporteando y entrevistó a un centenar de personas. Y es que esta es la base de su procedimiento: un trabajo de campo exhaustivo, con innumerables entrevistas y una observación minuciosa del entorno.
“Cuando escucho el relato de quien estoy entrevistando, estoy muy atenta a los nombres que van apareciendo, las circunstancias que aparecen”, explica la periodista de 58 años. “Si es una circunstancia muy, muy sensible, necesito tener otro testimonio, además de un testimonio de la persona que me lo está contando”.
“Los testimonios laterales sirven muchísimo para iluminar ese testimonio central, para dar otras visiones, a veces incluso para dar otras versiones, o por lo menos para tener un punto de vista distinto acerca de lo que pasó”, agrega.
Esta manera de trabajar es también necesaria en el contexto político actual, con el republicano Donald Trump al frente de Estados Unidos, y el ultraliberal Javier Milei dirigiendo Argentina, dos líderes que no dejan de denigrar el periodismo.
“Hablar con todo el mundo, hablar con gente que muy posiblemente no piense como vos y no desestimar esos testimonios, no entronizarlos tampoco, pero pintar el panorama completo”, asegura. “Me parece que ese es el periodismo que hay que hacer: mirar hasta lo que no te gusta”.
“Tortuoso”
La autora de “Plano americano” y “Los suicidas del fin del mundo”, colaboradora de varios medios como el diario español El País, practica un periodismo de largo recorrido, que parece difícilmente compatible con la rapidez y la inmediatez del clic y del “me gusta” de las redes sociales.
Cuando empieza a trabajar en una historia que le interesa, busca una cierta “continuidad”, a pesar de los múltiples viajes que encadena. Intenta encontrarse con la gente a la que entrevista, semana a semana.
También, explica Guerriero, toma notas muy exhaustivas, día por día, de detalles del momento de la entrevista: el tiempo que hacía, la ropa, los gestos, la decoración... Esto le permite luego plasmar en el libro, casi de forma fotográfica, aquel momento.
“Después, cuando ya sé que estoy terminando el reporteo, planifico la escritura y voy preparando un escenario de unos dos o tres meses, en los cuales suspendo un poco todo” para poderse dedicar de lleno al texto.
“Al principio, todo es un poco tortuoso”, asegura, hablando del inicio del trabajo de escritura. “Montar una historia, aunque sea una historia que conoces mucho, siempre es como contártela a vos misma por primera vez”.
*Reportaje de AFP.