En un hito que celebra la identidad afrocaribeña, el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural emitió un concepto favorable para declarar la champeta como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación. Este reconocimiento no se limita al sonido o al baile contagioso que hace vibrar las calles, sino que abarca un universo completo de 11 manifestaciones culturales interconectadas, desde la música y la danza hasta la cultura picotera y los icónicos picós, esos potentes sistemas de sonido que retumban en las periferias.
La champeta nace en las entrañas de los barrios populares de Cartagena de Indias, epicentro de la región Caribe colombiana, con raíces profundas en la herencia africana. Proveniente de influencias de Sudáfrica y Nigeria, se fusionó con tradiciones palenqueras del corregimiento de San Basilio de Palenque, extendiéndose desde zonas como Chambacú, El Pozón y San Francisco.
Este género surgió como acto de resistencia cultural contra el yugo colonial, evolucionando en los años 70 y 80 gracias a emprendedores que importaban discos africanos a puertos caribeños, mezclándolos con ritmos locales en picós gigantes que democratizaron la fiesta en las calles y verbenas.
El proceso para esta declaratoria, impulsado por la Fundación Roztro de Cartagena desde 2023, involucró un diálogo participativo con más de 7.300 personas: portadores, artistas, artesanos, constructores de picós, bailarines, lideresas, investigadores y comunidades del Caribe.
El Plan Especial de Salvaguardia (PES) presentado ante el Consejo, detalla la ruta técnica, comunitaria y cultural para preservar estas expresiones vivas. Entre las 11 manifestaciones figuran el género musical y la danza; el contexto social; el lenguaje y tradición oral; la cultura picotera; la iconografía vibrante con sus colores y símbolos; festivales y fiestas populares; espacios físicos como las plazas y barrios; personas portadoras clave; y la transmisión cotidiana del saber champetero.
Viviano Torres, destacado portador de la champeta, lo resumió con pasión ante el Consejo: “Esto es un logro para nuestras comunidades y el resultado de un proceso para que la gente no entienda solo la champeta como baile o música. Es un tema que trasciende y es identitario del Caribe”.
Este aval abre la puerta a la expedición formal de la declaratoria por el Ministerio de Cultura, un paso que blindará su vigencia simbólica y cotidiana, reconociendo su rol en la memoria colectiva, la resistencia, la creación comunitaria y el futuro de los territorios afrodescendientes.
Para el Caribe colombiano, este triunfo va más allá de un sello oficial: es el reconocimiento de un modo de vida que ha unido generaciones en la periferia, desafiando estigmas y exportando su energía a Colombia y el mundo.
La champeta, con su herencia palenquera y fusiones modernas, sigue latiendo en verbenas, carnavales y picós que iluminan la noche. Ahora, con este respaldo nacional, se fortalece como pilar de diversidad cultural, invitando a todos a bailar y preservar este legado vivo que grita orgullo afrocaribeño.