El Estado cada día pone más y más restricciones a los ciudadanos. Quiere manejarnos y manipularnos. Este es el camino que trazó la Agenda 2030 con ayuda de George Soros y la ideología de género. El fin: que cada día pensemos menos y seamos menos autónomos.

Muchos dirigentes terminan abrazando esta agenda sin darse cuenta. Lo sucedido en Colombia con el veto a hacer encuestas políticas durante un plazo, y la salida de una normatividad más restrictiva sobre las encuestas, es un reflejo de cómo todo se normatiza y cómo también queda mal elaborado.

Pensaba que cuando se acabara la restricción habría una explosión de encuestas, pero no fue así. De hecho, solo ha salido una bajo la nueva normatividad. Los resultados, como siempre, fueron buenos para unos y malos para otros. Eso no es lo grave. Lo importante era que el resultado fuera relativamente consistente y veraz, y no lo fue.

Siempre se ha sabido que cualquier cambio en el manejo de una encuesta puede llevar a un resultado diferente, más aún cuando hay regiones, departamentos y municipios tan disímiles como los de Colombia. La muestra, que esta vez fue mayor (3.800 encuestas), terminó siendo peor debido a la cantidad de municipios incluidos: 148, de los cuales 26 eran capitales. Muchos municipios entraron forzados por la nueva ley. Solo dividir el número de encuestas entre el número de municipios da un promedio de 25 encuestas por municipio, un dato bastante irrelevante. Seguramente habrá municipios con muy pocas encuestas no representativas, y capitales con menos de las necesarias.

Adicionalmente, se sigue hablando de demasiados candidatos que no deberían tenerse en cuenta, aunque aparezcan en la misma pregunta, ya que no van a ser candidatos al final. El ejemplo más claro son los candidatos del mismo partido o los que se supone participarán en consultas interpartidistas. Esa dispersión hace que los resultados no sean claros y se pierdan. Por último, el espacio de tiempo fue amplio y el trabajo se hizo en hogares, seguramente en horas laborales donde quienes están presentes pueden no ser representativos.

Al final, el resultado de la receta muestra muchas inconsistencias. La primera y fundamental es que el dato de filiación política (izquierda, centro o derecha) no es coherente con los resultados de los candidatos de esas mismas afiliaciones. Segundo, tantos candidatos por debajo o cercanos al margen de error genera múltiples inconsistencias. Un candidato con un resultado del 0,4 % y un margen de error del 1,81 % da una posibilidad entre 2,21 % y menos 1,41 %, lo cual es absurdo.

Como vemos, esta nueva norma de encuestas termina siendo peor que la enfermedad. Mientras la población piensa que la norma nos llevará a una mayor realidad, no es tan cierto. De hecho, la normatividad puede llevar a una mayor manipulación de los resultados.

Lo que al final necesita la ciudadanía es mayores libertades, menos normatividad que socave la vida, tranquilidad e información para tomar sus propias decisiones.

El aumento de costos dada la nueva normatividad hace que haya menos encuestas y, por ende, menos información.

No quiero terminar esta columna sin expresar mi desconcierto por el bloqueo que hizo el Ministerio de las TIC a la página del diario sueco Expressen para evitar que los colombianos vieran la información publicada sobre Verónica Alcocer. Otra forma de restringir y bloquear las libertades de los colombianos.