Andrés estaba ansioso. Sentía que las cosas no le salían como querían y cada vez tenía más problemas. Sentía que todo le pasaba solo a él. Era como si el mundo confabulara en su contra y no lograba salir de una para meterse en otra, usando sus palabras.
Tuve que hablar larga y pacientemente con él. Lo primero que traté de explicarle es que a veces la ansiedad nos hace ver todo oscuro y en una dimensión mayor de la que realmente es. Creemos que nada mejora y nos metemos en un espiral eterno que nos termina haciendo perder el control, incluso de lo que pensamos.
La ansiedad es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones percibidas como amenazantes o estresantes. Aunque puede ser útil en momentos puntuales para mantenernos alerta, cuando se vuelve persistente o desproporcionada, puede afectar seriamente nuestra salud física, emocional y laboral.
Desde el punto de vista biológico, la ansiedad activa el sistema nervioso simpático, que desencadena la llamada respuesta de lucha o huida. Esto implica que haya liberación de adrenalina y cortisol, aumento del ritmo cardíaco y la presión arterial, tensión muscular (especialmente en cuello y espalda), alteraciones del sueño y activación excesiva de la amígdala cerebral, que procesa el miedo y las amenazas.
Cuando esta respuesta se mantiene activa por largos periodos, puede generar síntomas como fatiga, dolores de cabeza, problemas de concentración y memoria, y una sensación constante de inquietud.
Debo confesar que el pobre Andrés llevaba ya tiempo normalizando sus síntomas. No pudo volver al gimnasio porque no dormía bien y se sentía cansado y su alimentación era un desastre. Su producción era más baja de lo habitual y se sentía con “presión en el pecho” usando sus palabras.
Y es que la ansiedad laboral es una forma específica de ansiedad que surge en el contexto profesional. Puede manifestarse antes, durante o después de la jornada laboral, y está relacionada con sobrecarga de trabajo, plazos de entrega ajustados, ambientes laborales tóxicos (con acoso, competencia malsana, presión excesiva), falta de reconocimiento y un desbalance entre la vida laboral y personal.
Según estudios recientes, más del 80 % de los trabajadores reportan sentirse emocionalmente agotados por su trabajo, y muchos experimentan síntomas como insomnio, irritabilidad, baja autoestima y dificultad para concentrarse. Cuando hablamos de esto con Andrés empezó a sentirse un poco mejor de no estar solo.
Controlar la ansiedad requiere un enfoque integral que combine cambios en el estilo de vida, apoyo profesional y técnicas de manejo emocional. Se debe iniciar por dar una mirada adentro, un proceso de entender bien cuál es nuestro propio estado emocional, para luego identificar los desencadenantes o fuentes que producen esta sensación de ansiedad que puede normalizarse.
Lo siguiente es gestionar entonces esas fuentes de ansiedad y reconocerlas. Organizar y planear mejor el tiempo puede ayudar también. Poner límites es algo que definitivamente ayuda a no sobrecargarse con asuntos que no son de nuestra competencia.
De otro lado, practicar técnicas de relajación, mindfulness, respirar pueden ayudar muchísimo en un proceso de entender que las cosas suceden, pero pasan y no podemos dejarnos meter en el tsunami de querer controlar el universo.
Algo que encuentro vital y que practico muy disciplinadamente es hacer ejercicio de manera regular. La actividad física libera neurotransmisores como la serotonina y endorfinas, que mejoran el estado de ánimo y reducen la tensión muscular.
Finalmente, me encanta pensar que siempre hay personas que pueden ayudarnos. La terapia psicológica, especialmente la cognitivo-conductual, es altamente efectiva para tratar la ansiedad laboral. Un proceso de coaching puede también aportar mucho para entender el contexto y ganar herramientas que posibiliten navegar los ambientes corporativos que a veces cuestan mucho.
La ansiedad es una experiencia humana común, pero cuando se convierte en una constante puede afectar profundamente nuestra vida. Reconocer sus síntomas, entender sus causas biológicas y aplicar estrategias prácticas puede marcar la diferencia entre el agotamiento y el bienestar.
No creas que es normal estar cansado, no creas que es normal que tengas presión en el pecho. Reflexiona y busca tu bienestar. Que la única ansiedad que tengas es la de un buen concierto, un buen libro, un vino inigualable, un café cómplice, un beso en la mañana o un abrazo de los que más amas. Recuerda siempre que la vida es un ratico, no permitas que nadie te quite tu paz.