La certeza de Martha Rojas Urrego de que había nacido para dedicarse a la conservación se manifestó tarde en su vida, más o menos en 1985 cuando, curiosamente, ya llevaba algunos años recorriendo ese camino. Solo necesitaba visitar un par de paraísos naturales en Colombia para despejar dudas sobre su vocación.
La confusión se formó al elegir biología en la Universidad de los Andes, a pesar de que siempre había pensado en bellas artes o medicina como su papá. “Yo no tuve desde siempre esa pasión como la mayoría de gente de conservación. Entré a estudiar biología sin convicción. Fue casi por accidente”, explicó.
Al volver de estudiar una maestría en ecología en Francia, seguía sin saber a qué dedicarse. Pero encontró respuestas durante sus primeros trabajos en el Inderena (Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente) y en Parques Nacionales. “Ahí fue que sentí: ‘Esto es lo mío’. Así empezó mi pasión, el compromiso y la fascinación por la naturaleza de Colombia y el trabajo de conservación”, añadió Rojas Urrego.
La inspiraron viajes al Caguán, Cartagena del Chairá o los Parques Nacionales de Utría y Macuira; pero, sobre todo, al Chiribiquete, hoy el parque nacional más grande de Colombia y Patrimonio Mixto de la Humanidad por su biodiversidad y arte rupestre milenario. Hacer parte de las primeras expediciones a esta emblemática reserva del Amazonas con Carlos Castaño Uribe y Thomas van der Hammen consolidó su idea de que siempre había estado caminando por el camino correcto.
Uno de los descubrimientos que más atesora fue un mural de 80 metros de largo por tres de alto, repleto de pinturas rupestres. Según estudios recientes, tendrían más de 19.000 años de antigüedad. “Me sigue dando una profunda emoción recordar lo que vi. Fue un momento mágico que marcó mi vida”, dijo la colombiana que también tiene nacionalidad francesa.
Ese día de finales de 1992, frente al mural, tomó una foto de un hombre jaguar rodeado de muchas manos rojas. La imagen, luego impresa y enmarcada, ha acompañado cada una de sus mudanzas desde entonces. Siempre termina colgada frente al escritorio de su casa, sin importar en qué país viva. Es mucho más que un recuerdo: es una brújula íntima que le recuerda por qué eligió este camino y una señal de que, donde esté, su hogar también es la causa que defiende.
Después de convertirse en la primera directora general mujer de Parques Nacionales en 1993, emigró a Suiza, donde trabajó 13 años como directora de política internacional en la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), siete en la organización humanitaria Care International liderando el trabajo de incidencia global, y seis más como secretaria general de la Convención sobre los Humedales (Ramsar).
“Ramsar fue volver al medioambiente, volver a mi casa, para trabajar con los 172 países miembros de la convención y unir la conservación con la agenda de desarrollo, donde entran los humedales. Algo muy valioso que logramos fue que la Asamblea General de Naciones Unidas declarara el 2 de febrero como el Día Mundial de los Humedales”, apuntó.
Durante su gestión (2016-2022), también se aceleraron los inventarios nacionales de humedales y se ampliaron los sitios Ramsar: ecosistemas reconocidos por su importancia ecológica, lo que facilita la obtención de recursos financieros para su conservación. “Esto ayudó a que su importancia fuera reconocida no solamente por expertos en esta materia, sino que se elevara su visibilidad y relevancia en la agenda multilateral mundial”.
En ese periodo, Colombia, considerado un ‘país anfibio’ por las más de 30.000 áreas húmedas que posee, duplicó su número de sitios designados: pasó de seis a 12. “Llevo mucho por fuera, pero Colombia sigue estando muy fuerte en mi corazón”, expresó Rojas Urrego al compartir este logro.
Entre agua dulce y salada
Desde octubre de 2023, la foto de hombre jaguar del Chiribiquete la acompaña en su casa de Cambridge, Inglaterra, donde se desempeña como secretaria ejecutiva de la Comisión Ballenera Internacional (CBI). Allí lidera programas que apoyan a los 88 países miembros con acciones concretas para la protección de ballenas y delfines, desde entrenamientos para su desenmallamiento hasta el impulso del turismo de avistamiento sostenible, que conecta la conservación con el bienestar comunitario.
La comisión se creó en 1946 para regular la caza, pero hoy las amenazas a los cetáceos son otras: la pesca incidental y el enmallamiento son las principales causas de su muerte, junto con las colisiones con embarcaciones, la contaminación, el plástico y el cambio climático.
La CBI ha visibilizado recientemente estas problemáticas en Colombia, a través de varios talleres organizados por el Ministerio de Ambiente. Uno de ellos tuvo lugar en Tumaco en agosto de 2024 y fue sobre desenmallamiento de ballenas. Acudieron personas de Parques Nacionales, pescadores, miembros de escuadras de buceo, corporaciones regionales y ONG, y fue financiado con recursos de Alemania. “Un dato interesante es que después del taller hubo un caso de enmallamiento en Bahía Solano, y los participantes pudieron aplicar lo aprendido”, recalcó Martha.
Otros dos talleres se realizaron en 2024 en Bogotá gracias a recursos de Estados Unidos, y contaron con paneles de expertos de la CBI. Ambos se centraron en la pesca incidental: uno dedicado a delfines amazónicos y otro enfocado en cetáceos marinos.
Colombia ha sido importante en la agenda de la CBI, y no solo por el simple hecho de contar con 33 especies de ballenas y delfines que se encuentran en las costas Pacífica y Caribe, y en los sistemas de los ríos Amazonas y Orinoco. También por las propuestas que desde el país han salido en su defensa. En 2023, impulsó la firma de una declaración global en favor de los delfines de río para que se les reconozca como especies esenciales en el proceso de conservación y en el uso sostenible de sus hábitats. Varios países de Suramérica y Asia se sumaron.
El 30 de julio pasado, el proyecto de resolución fue aprobado durante la COP15 de Ramsar, celebrada en Zimbabue con la participación de los 172 países miembros de la convención. La medida busca fortalecer la inversión y ampliar los esfuerzos y compromisos, tanto locales como internacionales, para conservar los delfines de río y los ecosistemas de las 14 naciones donde habitan. “Colombia ha tenido un importante liderazgo para los delfines de agua dulce a nivel global, para que se les dé más atención, se reconozca su papel importante dentro del funcionamiento ecosistémico, y se tomen medidas más activas para su conservación”, dijo Martha. Aunque ahora vive en otro país, no ha dejado de actuar por la causa. Su vínculo con los ecosistemas que la formaron sigue tan firme como su convicción de evitar que estas especies desaparezcan.
Desde la Comisión Global para la Economía del Agua se impulsa una visión más integrada del territorio y del papel esencial de la naturaleza en la sostenibilidad del planeta. “He visto que en el sector que se ocupa del agua no se tiene en cuenta que la regulación de las sequías e inundaciones depende de los humedales, que estos pueden contribuir a nuestra resiliencia ante el cambio climático, y que son los ecosistemas más eficaces para capturar carbono. Si hacemos esa conexión es más factible que no se destruyan y que invertir en su conservación tenga sentido”, concluyó.
Y pensar que, hace más de cuatro décadas, la biología no figuraba entre sus primeras opciones. Hoy, Martha Rojas Urrego es una autoridad global en biodiversidad, agua y sostenibilidad: una voz indispensable para conectar la ciencia de los ecosistemas con las decisiones que marcarán el futuro del planeta.