El cometa 3I/Atlas —un visitante proveniente de fuera del sistema solar— ha alimentado búsquedas y preguntas constantes. ¿Podría golpear la Tierra? La respuesta es no; no representa peligro. Las agencias espaciales calculan que su paso más cercano al Sol fue a fines de octubre y que su aproximación máxima a la Tierra será a gran distancia, por lo que no existe riesgo de colisión.
¿Cuál es ese cometa?
Detectado por el sistema Atlas el 1.º de julio de este año, 3I/Atlas se clasifica como objetivo interestelar por la forma hiperbólica de su órbita: llega desde fuera del Sistema Solar y no volverá a él. Esa trayectoria y su velocidad lo distinguen de los cometas habituales del cinturón de Kuiper o la nube de Oort.
El cometa alcanzó su punto más cercano al Sol a finales de octubre de este año, alrededor de 1,4 unidades astronómicas (unos 210 millones de km). Su mayor acercamiento a la Tierra está previsto para el próximo 19 de diciembre, cuando pasará a aproximadamente 1,8 unidades astronómicas (unos 270 millones de km), es decir, seguirá muy lejos y sin posibilidad de impacto.
¿Qué se sabe de su composición?
Según diversas investigaciones, a partir de observaciones con telescopios espaciales han mostrado rasgos inusuales. El James Webb (JWST) detectó que el coma —la nube de gas alrededor del núcleo— es muy rico en dióxido de carbono (CO₂) en comparación con cometas típicos, lo que sugiere una química diferente o condiciones de formación distintas a las de los cometas del sistema solar.
Además, estudios identificaron trazas de níquel en el gas que rodea al cometa, una observación que ha llamado la atención porque no es habitual en la misma proporción en la mayoría de los cometas.
¿Por qué 3I/Atlas se volvió más brillante?
Entre mediados de septiembre y finales de octubre, el cometa presentó un aumento de brillo muy pronunciado. Equipos liderados por Qicheng Zhang y Karl Battams midieron que el incremento fue mucho más rápido del habitual para cometas a esa distancia del Sol; el fenómeno se documentó mediante datos de sondas solares.
Los investigadores aún no tienen una explicación definitiva: dicen que podría relacionarse con la liberación súbita de gases volátiles o cambios estructurales en la superficie del núcleo.
Si hipotéticamente chocara con la Tierra, tendría consecuencias catastróficas. Dependiendo del tamaño y lugar del impacto, los efectos van desde destrucción local hasta tsunamis, incendios y hasta aerosoles que bloquearían la luz solar durante meses o años, con graves efectos climáticos y en la producción de alimentos.