La nueva embajadora estadounidense en Grecia, Kimberly Guilfoyle, quedó en el centro de la controversia tras asistir a una celebración de Acción de Gracias con un vestido negro transparente que algunos consideraron inapropiado para un acto oficial.
La difusión de imágenes en medios y redes sociales impulsó un debate que trasciende la moda y toca la diplomacia misma: ¿hasta dónde puede llegar la expresión personal cuando se representa a un país?
¿Qué paso con la embajadora en la celebración del Día de Acción de Gracias?
La llegada de Kimberly Guilfoyle al puesto de embajadora de Estados Unidos en Grecia marcó un hito, al ser la primera mujer en ocupar ese cargo, como lo registra el medio San Francisco Chronicle.
Pero su debut diplomático ha ido acompañado de polémica, y no por su agenda, sino por su participación en una cena de Acción de Gracias organizada por la American‑Hellenic Chamber of Commerce.
La embajadora desencadenó críticas al difundirse imágenes de su vestido, una prenda de encaje negra, larga, translúcida y ajustada, considerada por muchos como inapropiada para un evento formal.
Aunque el vestido incluía una capa interior del color de la piel, lo que le confería cierta discreción, los flashes de las cámaras revelaron que la tela translúcida dejaba visible la silueta de sus piernas, algo que generó fuertes cuestionamientos, como lo registraron varios medios.
El vestido de la polémica
A partir de eso surgió un debate sobre si esa elección respondía a un deseo de destacar su imagen personal, incompatible con la sobriedad que suele esperar un rol diplomático, o si la crítica respondía a normas conservadoras de protocolo que podrían estar desactualizadas, de acuerdo a lo que se registra en The Time de la India.
El episodio abrió interrogantes sobre la línea entre diplomacia, moda y espectáculo.
Para algunos, la embajadora rompió con el estilo tradicional de representación de Estados Unidos, mientras que para otros, el incidente evidenció un cambio de paradigma en que figuras públicas con pasado mediático asumen posiciones diplomáticas, con todo lo que ello conlleva, visibilidad, exposición y polémica.
Mientras tanto, en las redes sociales no faltaron las críticas más duras: usuarios la acusaron de presentar “demasiado cuerpo” en un evento formal, sugiriendo que su atuendo equivalía a un “error diplomático”.
Sin embargo, otros defendieron su derecho a vestir como desee, denunciando que la controversia revelaba un doble estándar de género en la valoración de figuras públicas femeninas.
Como suele ocurrir con las polémicas que mezclan diplomacia, estética y redes sociales, el episodio probablemente se diluya con el paso de los días, pero deja una advertencia clara para la nueva embajadora: cada gesto, cada elección y cada imagen pueden transformarse en un asunto de Estado.