SEMANA: ¿Por qué escribir ahora un libro sobre su mamá?

Clara Rojas: Mi mamá murió en 2016 y tiempo después unas amigas me dieron la idea. En este momento tenía mucho trabajo porque era congresista. Luego me fui del país, pero después comencé a recolectar información. Y fue maravilloso leer y escuchar las entrevistas que ella había dado. Una revelación. Todo el trabajo que ella había hecho cuando yo estaba secuestrada, había conseguido un resultado maravilloso que fue lograr la sensibilización para la liberación de mi hijo Emmanuel y la mía.

SEMANA: Doña Clara fue un símbolo muy poderoso de este deseo de libertad. ¿Por qué cree que logró reunir tanto amor de los colombianos?

C.R.: Creo que ella era una voz de esperanza, de que sí era posible que nosotros recobráramos la libertad siempre. Y toda esa expectativa la hizo sin polarizar y sin entrar en ningún conflicto, de tantos que se estaban dando por obvias razones.

Clara Rojas González dice que haber visto viva a su mamá en la portada de la revista SEMANA mientras ella estaba secuestrada fue muy fuerte. | Foto: Juan Carlos Sierra

SEMANA: En el libro usted cuenta un episodio muy especial, y es que durante mucho tiempo en cautiverio usted cargó una revista SEMANA.

C.R.: Para mí, recibir esa revista fue superimpactante. Yo ya llevaba como cinco años de secuestrada. Y aunque trataba de tener esperanzas, los seres humanos somos débiles y sufrimos. Y había llegado a un punto en que no veía la luz al final del túnel. Hacía años que no veía a mi mamá y entonces verla viva en la portada de SEMANA fue muy fuerte. Fue uno de los tesoros que logré mantener durante mucho tiempo. En algún momento me la pidieron y dije: “No, me quedo por lo menos con esta carátula”. Y la guardé en un plástico para que no se mojara ni dañara. Andaba con ella diariamente. Todos los días la abría, la miraba, le rezaba a Dios poder volver a encontrarme con ella.

SEMANA: Esa portada era una entrevista en la que ella decía que si su hija había tenido un niño en la selva, ella quería tenerlo en sus brazos.

C.R.: Sí, y eso para mí fue un respaldo enorme. Emmanuel había nacido hacía meses en la selva. Había tenido un parto muy duro y estaba ya separada de él. Entonces, cuando me doy cuenta de que mi mamá ya tiene información sobre su existencia, y que nos abre sus brazos a recibirnos como lleguemos, pues fue algo tan lindo que yo le daba gracias a Dios de que mi mamá fuera este ser de luz y tuviera tanta generosidad en su alma.

Clara Rojas González dice que un conjunto de factores les permitió afrontar la prueba tan fuerte que fue su secuestro. | Foto: Juan Carlos Sierra

SEMANA: ¿Cómo cree que su mamá pudo soportar de esa manera tan amorosa un dolor tan grande, como tener a su hija y a su nieto secuestrados?

C.R.: Es lo que cuento en el libro. Un conjunto de factores nos permitió afrontar esta prueba tan fuerte. Ella tenía más de 70 años y esa no es la etapa de la vida donde una persona puede afrontar un desafío de esa magnitud.

SEMANA: ¿Cómo vivieron juntas este regreso a la libertad?

C.R.: Ella desempeñó un rol fantástico porque estaba tan contenta que tenía una actitud muy generosa para lo que nosotros quisiéramos hacer. Fue muy especial, espontánea, nunca invasiva. Todo fluía. Mi mamá tenía una cierta sabiduría de vida, estaba fuera del bien y del mal. Y eso nos ayudó muchísimo a ambos. La mayor virtud de mi mamá fue que ella estaba simplemente a la expectativa de dejarnos ser. Nunca sentí ninguna coerción de parte de ella en imponernos su voluntad en ningún sentido, y todo lo que le proponíamos lo hacía con enorme felicidad.

SEMANA: ¿Cómo ha hecho, después de su partida, para mantenerla viva en ustedes dos?

C.R.: En la cotidianidad. Cuando estuve secuestrada, por ejemplo, la comida era muy precaria y yo soñaba con algunas de las comidas de mi mamá. Y cuando me liberaron, le pedía muchas cosas que quería mostrarle a mi hijo. Y hoy entiendo que comer juntos es un espacio invaluable. Trato de mantenerlo siempre con Emmanuel. A veces recuerdo platos que ella hacía; incluso en su cumpleaños vuelvo y hago la torta, como si estuviera viva.