SEMANA: La COP30 llega en un momento de mucha expectativa y desesperanza frente a las negociaciones climáticas. ¿Por qué esta reunión en Brasil será tan determinante?
Iván Duque: Creo que hay avances importantes que no se pueden minimizar. Uno de ellos es el fondo especial dedicado a la protección de la Amazonía. El bioma amazónico es fundamental para nuestro planeta, tanto para contener los efectos del cambio climático como en materia de adaptación y mitigación. Solo este bioma puede capturar cerca del 15 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La Amazonía ha perdido, en los últimos 40 años, el equivalente al tamaño de Francia y Alemania conjuntamente, debido a la deforestación y también al uso inadecuado de la tierra. Hay que hacer una enorme tarea para abolir las tasas de deforestación y evitar que la Amazonía pase de ser un muro de contención a convertirse en un emisor neto, algo que no podemos darnos el lujo de permitir que ocurra.
SEMANA: Es muy simbólico realizar una reunión sobre cambio climático en Belém do Pará, la gran capital del Amazonas.
I.D.: Sí. El hecho de tener esta COP en la Amazonía, en Belém do Pará, va a generar la alerta suficiente, la conciencia necesaria y, ojalá, también las herramientas que se requieren para fortalecer el fondo amazónico.
SEMANA: Hay un claro giro de la conversación sobre medioambiente hacia América Latina. El año pasado, con la discusión de biodiversidad de la COP16 en Cali y ahora esta sobre cambio climático en Brasil. ¿Lo siente así?
I.D.: La COP16 de Cali fue un muy buen escenario de conversación. Desafortunadamente, no hubo ninguna declaración vinculante. Hay que reconocer que la ciudad hizo un trabajo espectacular con el alcalde Alejandro Eder y su equipo, liderado por la exministra Angélica Mayolo. Hoy hay un sentido de gratitud y también de admiración hacia la forma en que la ciudad hizo posible un evento de esa envergadura. También hay que destacar que hubo un diálogo académico profundo y que se lanzó el Fondo Cali; sin embargo, este nació sin recursos y, por otro lado, no hubo ninguna declaración que reflejara consensos. Eso se debe, en parte, a que en Montreal hubo un avance muy grande: la gran mayoría de países se comprometieron a alcanzar un mínimo del 30 por ciento de áreas protegidas para el año 2030. Colombia lo logró durante nuestro gobierno, en 2022, ocho años antes de la meta.
SEMANA: ¿Y qué será lo relevante de la COP30?
I.D.: En Belém do Pará, el mundo va a poder dimensionar lo que significa el bioma amazónico. Estamos hablando de un ecosistema que puede ser tan grande en tamaño como Estados Unidos y que, además, alberga casi 50 millones de personas. Es decir, si el bioma amazónico fuera un país, podría ser el tercero o cuarto más poblado de América Latina y el Caribe. Todas esas personas requieren que su trabajo esté asociado, día tras día, con la posibilidad de conservar y proteger este ecosistema vital para la humanidad. Creo que el hecho de realizar este esfuerzo de convocatoria en un lugar con tantas complejidades, pero también con tanto por mostrar, debería obligar, de cierta manera, a que los países más desarrollados, que son los que más han contribuido a las emisiones de gases de efecto invernadero, pasen del discurso al recurso y asignen compromisos económicos reales.
SEMANA: Como usted lo mencionó, Colombia ha tenido un gran liderazgo en la protección de sus ecosistemas, gracias a las áreas protegidas y los resguardos. Pero en los últimos años ha habido un deterioro creciente del Amazonas. ¿Qué tan grave es el daño?
I.D.: Creo que el reto más grande hoy está en Brasil, que tiene la mayor proporción del bioma amazónico. Después vienen países como Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador, Guyana, Surinam y Venezuela. Las amenazas son comunes: el daño generado por la deforestación, la minería ilegal, el tráfico ilícito de madera y especies, y, por supuesto, todo lo relacionado con los cultivos ilícitos. En el caso particular de Colombia, hay algo muy triste: la mayor concentración de cultivos ilícitos está prácticamente en parques nacionales, resguardos indígenas y territorios de comunidades afrodescendientes.
SEMANA: ¿Y qué se puede hacer?
I.D.: En nuestro gobierno se tomaron decisiones muy importantes, como imponer penas intramurales a los delitos ambientales. Se adelantó la operación Artemisa con el Ejército, se promovió el pago por servicios ecosistémicos y se generaron cadenas de valor agregado con frutos amazónicos, como el acaí, el copoazú y el camucamu. Colombia ha tomado decisiones importantes; estamos lejos de superar el problema, pero haber firmado el Pacto de Leticia en 2019 entre los países amazónicos, promovido por Colombia, permitió relanzar el trabajo de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (Otca), con sede en Brasil.
SEMANA: Usted ha liderado discusiones importantes sobre la Amazonía. La más reciente fue en Guyana con el presidente Mohamed Irfaan Ali, en una reunión de Concordia. ¿Por qué este país es relevante?
I.D.: En esta COP estaremos participando en algo muy importante: el foro abierto de la Alianza Global por la Biodiversidad, liderado por el presidente Irfaan Ali, que en este momento cuenta con un respaldo muy significativo, tanto del presidente Lula como del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. Estaremos invitando a otros jefes de Estado a unirse y respaldar esta iniciativa. Guyana tiene una ventaja: es uno de los países del bioma amazónico con las menores tasas de deforestación. Además, desde 2009 cuenta con un plan de desarrollo asociado al crecimiento bajo en emisiones, llamado Low Carbon Development Strategy, que lo posicionó a nivel mundial. Hoy Guyana utiliza la capacidad científica y tecnológica para aprovechar la riqueza del subsuelo de manera que contribuya a derrotar la pobreza en la superficie, al tiempo que lidera la conversación sobre protección ecosistémica y conservación de la Amazonía.
SEMANA: El presidente Gustavo Petro tiene el cambio climático como una de sus banderas y es un tema reiterado en sus intervenciones en el exterior. ¿Por qué Colombia no lidera hoy esa discusión?
I.D.: Cuando una persona es populista, demagógica, megalómana y narcisista, todo falla. En el mundo, estos temas se enfrentan de manera pragmática. Quien tanto se ufana de promover las energías renovables tomó decisiones, en su primera reforma tributaria, que eliminaron todos los incentivos para nuevas inversiones en ese sector. Además, todos los países están hoy integrando sus fuentes de energía, lo que implica que todo contribuye a la seguridad energética, siempre que exista un compromiso ambiental sólido. Colombia detuvo la exploración en materia de hidrocarburos, suspendió la operación Artemisa, dejó de aplicar la ley contra los delitos ambientales y frenó buena parte de los proyectos de pago por servicios ecosistémicos. Todo esto ocurre porque hay discurso, pero no ejecución; no hay liderazgo ni gestión. Es una vergüenza nacional: nos quedamos en la cháchara, en discursos grandilocuentes, pero sin sustento científico ni capacidad gerencial. Por eso, desafortunadamente, Colombia ha perdido credibilidad en esta agenda.
SEMANA: ¿Por qué lo que suceda en la COP debería importarles a los colombianos?
I.D.: Porque estas cumbres reúnen a la comunidad científica, a los tomadores de decisiones del Gobierno y al sector privado. Aquí se demuestra que este es uno de los grandes retos de nuestro tiempo. Más allá del Acuerdo de París, hay avances importantes. En el caso de Colombia, somos una de las economías grandes de América Latina con el menor número de emisiones por punto del producto interno bruto. ¿Qué quiere decir eso? Que un dólar invertido en Colombia es más verde que uno invertido en otros lugares. Debemos volver a brillar, atraer inversión y generar, en esa economía verde, una nueva oportunidad de dinamismo y transformación social.