Apenas podía abrir los ojos y sostenerse en sus patas. Su llanto era tenue, al igual que sus fuerzas. Cada músculo de su pequeño e indefenso cuerpo temblaba y ni el calor que producía la vieja cobija en la que estaba envuelto aquel búho rayado recién nacido, lograba calmar su baja temperatura.Al observarlo los profesionales del Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre (CAVR) decidieron internarlo de inmediato. Luego de varias horas, pudo ser estabilizado.Haga clic aquí para continuar leyendo este artículo