No sabemos cuál sea el veredicto de la Corte Constitucional sobre la reforma pensional, en derecho, tendría que ser declarada inexequible por sus evidentes vicios de trámite. Pero el hecho de que dependamos de un fallo de la Corte para tumbarla es una muestra de lo disfuncional que se ha convertido el proceso legislativo en Colombia. Para lograr mayorías a tan mala reforma convergieron los dos elementos más nocivos para nuestra sociedad: la ideología de extrema izquierda que siempre esta habida de expropiar lo que la gente haya logrado conseguir con su trabajo, en este caso su ahorro pensional, y la corrupción, pues a falta de extremistas para lograr mayorías, el Gobierno compro los votos que necesitaba.

No es difícil predecir la quiebra de un sistema de reparto con una pirámide demográfica invertida como la de hoy; es matemática simple. Y más imperdonable aún es ignorar el fracaso que ya ha tenido un vecino de la región como Argentina, en cuyo caso Cristina Fernández tuvo una coartada muy efectiva: la crisis financiera del 2008, que ocasiono una reducción del saldo de las cuentas privadas de pensión por la caída de los mercados. Su teoría fue que el ahorro pensional no podía estar sujeto a esas caídas y por eso el Estado debía ir al rescate para proteger a los ahorradores. La verdadera motivación de Fernández era evitar un nuevo default tras el ocurrido en el 2001, y para eso utilizo la plata de las pensiones. Que ironía, un gobierno de izquierda cogiendo la plata de los trabajadores para salvar a los grandes fondos extranjeros tenedores de la deuda soberana. Esas transferencias de riqueza de los más pobres a los que más tienen son muy frecuentes en las absurdas políticas de la izquierda. Al final, unos años después, el default fue inevitable y la gente perdió prácticamente sus pensiones.

Lo insólito del caso colombiano es que Petro no empleó ninguna coartada para justificar la estatización del ahorro individual, más allá de la burda mentira de la supuesta pensión para todos los adultos mayores. Y no tuvo coartada como Cristina Fernández porque los rendimientos del ahorro privado han sido espectaculares: de los 525 billones de pesos que es el saldo total de las cuentas de ahorro individual, 383 billones, ósea el 73 %, corresponden a rendimientos financieros. Los mercados financieros llevan ya casi dos décadas en ascenso creando riqueza para los trabajadores; el índice S&P 500, por ejemplo, ha tenido una rentabilidad anual del 15 % en dólares desde el 2008. Y, aun así, una mayoría de congresistas avalo el raponazo de Petro a las pensiones apoyando la tesis contraevidente de que el modelo del ahorro privado individual no ha servido, y que esa plata esta mejor siendo manejada por los políticos. Pero además, con el advenimiento de la inteligencia artificial, más allá de las volatilidades de los mercados en el corto plazo, se prevé una creación de riqueza sin precedentes en el largo plazo, de la cual quedarían aislados los trabajadores colombianos. ¡Qué barbaridad!

Lo triste es que un robo de esta magnitud a los ahorros de la gente en el mismo momento en que el sistema muestra sus mejores resultados no haya generado una movilización de los jóvenes, o un pronunciamiento de las universidades con facultades de economía. No solo eso, a algunos economistas supuestamente idóneos, como Mauricio Cárdenas, les pareció buena la reforma, y ni que hablar de su impulsor José Antonio Ocampo.

Hay honrosas excepciones a la estulticia social, como es la joven Jerome Sanabria, que a pesar de su juventud ha predicado sin descanso y con argumentos técnicamente solidos la defensa del ahorro privado pensional, tanto que el documental sobre el tema que hizo junto con Julio Cesar Iglesias fue galardonado recientemente en Nueva York. Para ellos felicitaciones, ojalá así fueran quienes nos hacen las leyes.