Frente a los sueños de algunas personas que aseguran que en Colombia no elegiremos presidente de la República en el 2026, debo manifestarles que constitucionalmente eso no es posible. Lo concreto y real es que, a partir del próximo 7 de agosto, tendremos nuevo presidente y vicepresidente en Colombia.

El 31 de mayo de 2026 estaremos eligiendo, en primera vuelta, al nuevo presidente y vicepresidente de la República. En caso de que ninguno de los candidatos o candidatas obtenga como mínimo el 50 % del total de la votación, los dos primeros disputarán la Presidencia en una segunda vuelta, que se llevará a cabo el 21 de junio del mismo año.

Además, el 8 de marzo de 2026 elegiremos a los nuevos senadores y representantes a la Cámara, quienes iniciarán sus funciones constitucionales el 20 de julio de 2026. En tal sentido, como exvicepresidente de la República, invito fraternalmente a las personas mayores de 18 años para que libre y soberanamente voten por los candidatos o candidatas de sus simpatías políticas y sociales, y para que con su voto expresen un rotundo NO a los expertos en la indigna actividad de la compra y venta de votos.

Mi recomendación para quienes resulten elegidos en esos cargos de elección popular, basada en mi experiencia como gobernador del Valle del Cauca y luego como vicepresidente de la República, es que no olviden que la democracia solo tiene sentido si se gobierna para la gente, si se busca el bienestar de la población, si se promueve el desarrollo social y económico, y se trabaja por la disminución de la desigualdad. Deben tener principios éticos como la tolerancia cero frente a la corrupción, el despilfarro, la violencia, las desigualdades sociales, la contaminación ambiental y, especialmente, frente a quienes, con acciones antiéticas e ilegales, buscan aprovecharse de los recursos del Estado.

Después de estas elecciones vendrán las de octubre de 2028, en las cuales se elegirán gobernadores y diputados a las asambleas departamentales en los 32 departamentos, así como alcaldes y concejales en los 1.102 municipios del país. Con ello, se confirma que Colombia es un Estado unitario y descentralizado. Los presidentes de la República, si saben gobernar en conjunto con los gobernadores departamentales y alcaldes municipales, sin sectarismos ni celos políticos, y promoviendo la participación democrática y organizada de la ciudadanía, podrán impulsar soluciones positivas a las necesidades de la población y a la situación de inseguridad que se vive en la mayoría de las regiones y municipios del país.

De modo que el periodo de gobierno 2026–2030 es muy corto para que un presidente de la República se dedique a mantener conflictos con diversos sectores políticos y sociales, con aquellos que no lo han respaldado o con gobiernos de otros países, o a viajar constantemente a cuanto evento internacional lo inviten.

Considero que el presidente de la República debe ser siempre un factor de diálogo social y de unidad en la diferencia, y debe enseñar con su ejemplo de vida que es posible unirnos en propósitos comunes que mejoren las condiciones de vida de la población vulnerable, especialmente de los niños, las niñas y los adultos mayores; que mejoren las condiciones de trabajo, salud y educación; y que nos permitan aprender a convivir pacíficamente, en reconciliación y bienestar.

Los anteriores criterios y propósitos democráticos, en mi opinión y con base en mi propia experiencia de vida, deberían ser los mínimos democráticos y éticos que deberíamos exigir a todas las personas que aspiren a un cargo de elección popular, ya sea a nivel nacional, regional o local.